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Todos querían tener un Mushu. Puede que no fuese de mi incumbencia, pero se me hizo un mundo imaginar lo que sería de ellos, con añadir que lo que más repetí a todos fue: «Necesitan salir mucho, no son pájaros de estar encerrados»; os podéis hacer una idea. No iban a ser mi responsabilidad, pero no pude evitar sentirme mal porque fue al ver a Mushu, con su adorable y empalagosa forma de comportarse con Clara, lo que motivó que quisieran tener uno. Sólo tenían ojos para lo bonito de esos momentos en los que eran testigos de sus besos, su atención, de como contestaba feliz a cada palabra que ella le decía. No imaginaban lo complicado que podía ser educarlo y se hicieron los sordos con todos los contras que supone en realidad tener estas aves. No les frenó ni el hecho de que fuese difícil darles de comer cuando son pequeños, sus ganas de que un ave se restregase en sus caras como un gato hambriento o desesperado porque lo acaricies, les podía.
Como nosotros teníamos pensado coger uno, nos comprometimos en traer uno para ellos, ya que de igual forma lo iban a comprar, pensé útil ser yo quien los trajera, de este modo podría preguntar por ellos con algo menos de incomodidad en el futuro.
Sé que había dicho que no quería ninguno más, que no era una excusa que estuviese sólo y que no quería volver a usar aquel objeto horrible con el que alimentarlo. En mi defensa sólo puedo decir que Mushu iba a cumplir dos años, que su inteligencia me estaba quedando probada y su soledad era más real de lo que otras mascotas me habían probado en toda mi vida. Éstas aves son muy familiares y necesitadas de emparejarse. Nos daba igual hembra que macho, sólo deseabamos que no se sintiera sólo y ahora que no podía volar lo sentimos más acuciante, porque al no salir como antes, lo creímos amargado. No me hizo falta que Clara me insistiera, estaba de acuerdo con ella en que podía ser buena idea. Era el regalo pendiente, de algún modo, de su primer cumpleaños. No sólo estuvimos conformes con esa decisión, también acordamos que fuese algo más grande de lo que era Mushu, pero que comiera papilla. Lo mismo aconsejamos a los demás.
No los cogimos todos de golpe, fueron en distintos días. En cada una de esas ocasiones el vendedor fue amable y muy charlador. En todas las ocasiones les escogí un agapornis como el que había cogido mi hermana, algo más grande que Mushu. Todos tenían los ojos enormes, o por lo menos eran más abiertos que los de Mushu, además que pude fijarme en el resto de pájaros adultos y eran más grandes que Mushu. Él se había quedado canijo, desde ese momento pensé que la razón podía ser el miedo con el que lo crié, por esa obsesión de que su buche estuviera vacio, causó que se quedara tan chiquitín en comparación con éstos.
Y no sólo su tamaño me llamó la atención, también me di cuenta de que tenían un piar distinto, muy diferente y lleno de matices por completo nuevos para mi. No hacían los mismos sonidos que Mushu en ninguna de sus variantes. Estaban algo alterados por nuestra presencia y muchos chillaban, sobretodo al tocar los nidos, pero no escuché ni un sólo chui o ruido que recordase a los de Mushu.
El último que recogí fue el nuestro, lo dejé para el final, no tenía prisa por traerlo. Ya lo teníamos todo preparado para su llegada, pero no teníamos prisa por empezar y así lo hicimos. Sólo faltaba escoger el candidato y en eso estaba con uno de los nidos abiertos y tres aterrorizados agapornis con un enorme buche, era dos veces más grande que su cabeza y raro cuerpo juntos, eran tan anatómicamente grandes que los creí enfermos. El hombre me dijo que lo normal es que estuvieran así y de pronto me preguntó:
—¿Por qué no te llevas dos?
Con tanta visita para comprar las aves, habíamos tomado algo de confianza al hablar. Y sin más, casi le grite por la sorpresa:
—¡¿Qué?! ¿Para qué?
—Resulta que mi mujer lleva tiempo queriendo tener uno. Yo no sé darles de comer cuando son tan pequeños, me han dicho lo de la sonda y yo mismo he fabricado una.
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Hola, me llamo Mushu ©
Non-FictionTodos hemos tenido mascotas de muchos tipos, yo al menos he tenido bastantes. Pero una de ellas me enseñó algo muy valioso, algo que sólo tras conocerlo puedo reconocer como una lección. Me demostró una inteligencia fuera de lo que se le atribuye a...