¡Maldita casualidad!

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***

Esa tarde de Noviembre, salimos a dar un paseo como casi cada día desde que nació Marcos. Para los bebes es muy importante y bueno que les de la luz solar, no de forma directa por supuesto y cada tarde salíamos a recorrer la parte de nuestra calle que no tiene salida. Es un bonito recorrido. Hay poco o ningún tráfico, según el día de la semana, por lo que podemos caminar tranquilos. Resulta una calle bastante sombreada gracias a los naranjos que encuentras a los dos lados de esta, en casi la totalidad del camino. Y aunque era una tarde soleada, ese Noviembre estaba siendo frío y se hubiese agradecido que nos diese el sol mientras dábamos el paseo.

Se había hecho algo tarde y Mushu volvió de casa de María donde había estado pasando el rato, haciendo vete tu a saber qué. Estaba algo intranquilo, por la hora, supuse. Aún faltaba algo para esconderse el sol y a esas horas él se solía ir a casa sólo. Quizás es que olvidamos dejar la ventana de la terraza abierta, para cuando él regresara entrara sólo como era su costumbre, si no nos veía fuera en el huerto.

Debería comentar sobre su vuelo un detalle. No es que volase con soltura, porque en realidad todavía tenía cortadas las plumas de sus alas, pero le habíamos quitado algunas de estas para que volase algo más y le habían vuelto a crecer. Lo hicimos con idea de que tuviese algo más de autonomía. No es que tuviera mucha facilidad para volar, no podía elevarse, o mejor dicho, le costaba mucho. Necesitaba espacio para, con bastante esfuerzo, conseguirlo. Teníamos previsto volver a cortarlas, pero no teníamos ninguna prisa, ya que con Marcos y sus necesidades, Mushu no podía ser tan atendido como antes y nos venía genial ese punto de libertad que esto le ofrecía.

La madre de Clara y su hermana de voz sobria, nos acompañaban en casi todas las ocasiones que íbamos a pasear y ésta era una de ellas. No sé qué nos retrasó para terminar saliendo a esa hora.

—Es un poco tarde, ¿lo dejamos para mañana?

¿Quién lo dijo? No lo sé, pero ojalá le hubiésemos hecho caso. Recuerdo perfectamente que alguien lo dijo, pero no quien.

—No. Da igual, llegamos hasta la casa de Marcelino y nos volvemos.

No sé, si lo dije yo o Clara. La distancia no era mucha, nos daba tiempo a volver mucho antes de que se hiciera de noche. Mushu estaba intentando ocultarse en mi jersey de cuello alto. Estaba removiéndose en el cuello intentando acceder a un lado, pero no le ayudé a terminar de conseguirlo, porque desde donde estaba, estaría refugiado de sobra, se podría asomar si quería y vería mejor. Insistió mucho, me arañaba y le reñí para que parase. Conforme o no, Mushu dejó de insistir y se acomodó lo mejor que pudo en un lado de mi cuello.

Estaba intranquilo. Lo podíamos haber llevado a casa, a fin de cuentas era lo que él quería. Pero ya estábamos saliendo tarde para el paseo y decidimos no hacerlo, a fin de cuentas estaríamos de vuelta en seguida. Tal cual estaba refugiado en el cuello de mi jersey estaría bien, como tantas otras ocasiones.

—Has hablado ya con Pablo lo que vais a hacer para el bautizo.

Mi suegra hablaba conmigo, Mushu asomaba de forma regular por el cuello del jersey. Clara y su hermana decían algo.

Yo seguía con un inquieto Mushu que asomaba a tiempos regulares mientras caminabamos, estábamos a la altura de una de esas primeras casas con una pareja de perros, que nada más vernos comenzaron a ladrar. Los ignoramos, seguimos hablando sobre el bautizo.

Los gatos de otra de las casas del camino, se comenzaron a esconder a los lados de éste al vernos. Algunos se metían por debajo de la puerta de la casa.

—Cuantos gatos —dije de pasada—. Ahora hay un montón también por donde vive Marcelino.

—Seran los mismos —afirmó la hermana de Clara—, no ves que se meten por los huertos y se van allí porque Marcelino les echa de comer.

Hola, me llamo Mushu ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora