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Mushu estaba a punto de cumplir su primer año. Un curso más había terminado. Jaime pasaba más tiempo fuera con su amigo y vecino. La familia de Clara y algunas vecinas, en especial la tía de Clara que además es nuestra vecina más cercana, pared con pared; venían a pasar la tarde en el huerto y a hablar sobre naderías. Mushu volaba genial, dentro de sus propias limitaciones. Poco a poco había estado explorando la zona, siempre sin alejarse mucho. Pero parecía preferir estar con nosotros incordiando, digo molestando, ¡no! ¡Jorobando! ¡Porras!, quiero decir importunando ¡Ups!, atosigando ¡jolines!, mortificando ¡no!... ¡Por Dios! Intento buscar una palabra más agradable, pero sería pintar de bonito algo que no estaba siendo del todo así. Es decir, Mushu tenía la oportunidad de hacer muchas cosas, explorar el huerto, ir donde las otras aves y volar junto a ellas, no sé, un sin fin de posibilidades. Y lo único que hacía era estar donde todos nosotros nos juntamos, relacionándose (encontré la palabra "agradable") con la gente que llegaba.
Siempre estaba pendiente de nosotros. De vez en cuando se subía hasta el hombro de alguien y teníamos que cogerlo. Eso si se dejaba, porque la mayoría de veces se burlaba de nosotros. Esperaba desobediente a que nos levantásemos Clara o yo de la silla, para hacernos caso y dejar de molestar. Justo cuando ella se acercaba a quitarlo, él salía volando. Pero con efecto bumerán, en cuando nos veía sentados volvía.
Algunos sobrinos de Clara empezaron a fijarse en él de una forma especial. Les encantaba ver como se comportaba con nosotros, en particular con Clara. Le llegaba volando desde cualquier punto, posándose de golpe en su cabeza, descolgándose por su pelo se colocaba en su hombro y le daba un sonoro beso. Si tenía sed o le veía comer algo le pedía, empezaba por hacer un sonido raro, le daba empujones con su pico en la cara y se acercaba a su boca dando pequeños mordiscos, como si fuese un polluelo que estimula a sus padres para que le den de comer. Esperando que se girase y le hiciera caso, de no ser así, terminaba por sujetarse de una pata en su camiseta, estirándose al máximo por alcanzar su boca. Si ella le seguía ignorando le daba un picotazo.
Clara siempre solía hacerle caso en todo, cuando tenía sed le da de beber y cuando tenía hambre compartía lo que comía, hasta aquí bien. Lo que no veía bien, es que lo hiciera desde la boca. Se lo decía su madre, se lo decía Jaime, se lo decía su hermana de voz sobria y se lo decía yo: «Es espantoso». Que te robase del bocadillo de la merienda, tanto a nosotros como a los demás, ya era un delito; pero que a Clara se lo pidiese de la boca, era criminal. Que conste que sólo en ésto, estuve de acuerdo con que no era buena idea. A mi me encanta todas las locuras que Clara hace en ocasiones. Verla subir a los árboles o tejados, educar a su modo particular a Tango, asomar sin miedo por zonas que mis vértigos jamás me permitirían, mil cosas. Mushu era como era gracias a su amor, paciencia y cariño. Pero darle de comer y beber así, empezó como una broma, y siguió, por las caras de espanto que nos veía poner.
Estábamos comiendo en la cocina y Clara le ofrecía alguna cosa de comer a Mushu. Según lo que fuese y con sumo cuidado, él lo cogía de su mano. Mushu era muy raro para comer, parecía muy cuidadoso a la hora de coger algo. Si le gustaba y no le dábamos, él mismo se acercaba al plato y lo robaba lo más rápido que podía, puesto que en general no se lo permitíamos. Pero en ocasiones, cuando tomaba algo, comía a pequeños mordiscos, casi con delicadeza. Era muy raro y extraño. Igual le veías tragar sin educación, como si fuese un pato engullendo o un lobo hambriento arrancando trozos desesperado; que lo veías comer con sumo cuidado y despacio, con temor a marcharse el pico, casi parecía tener modales. Clara y yo bromeábamos con eso y no sé a santo de qué, ella dijo algo y empezó a hacer como si fuese un pájaro regurgitando. Jaime y yo nos reímos, pero siguió con la broma y le ofreció comida a Mushu, quien feliz comió. Entonces Jaime y yo dejamos de reír.
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Hola, me llamo Mushu ©
Non-FictionTodos hemos tenido mascotas de muchos tipos, yo al menos he tenido bastantes. Pero una de ellas me enseñó algo muy valioso, algo que sólo tras conocerlo puedo reconocer como una lección. Me demostró una inteligencia fuera de lo que se le atribuye a...