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Noviembre y con temperatura neutral, ni frío ni calor. Mi gato rubio volvió a casa, lleno de heridas acompañando sus cicatrices, demasiadas peleas. Se dignó a aparecer. No es que de vez en cuando no estuviera por casa, bueno más bien en la terraza de casa, es que este último paseo suyo había durado semanas y había vuelto con cientos de heridas y más seco que nunca. Por lo que en vez de estar fuera en la terraza, le dejé entrar en casa. Tenía que intentar limpiar y desinfectar un poco sus heridas. Mushu ya conocía a Neko. Sí, mi gato se llamaba gato. Neko en japonés, gato en español; pero es que la palabra me encanta. Para Clara las aves, yo adoro los gatos. Encima, la zona donde vivimos rodeados de huertos, con casas a relativas distancias, salvo unas pocas que quedan junto la nuestra y a un par de minutos de la ciudad, vamos un paraíso. Neko era LIBRE. De haber sido de otra forma, no tendría gatos.Como decía Mushu ya lo conocía, llegó a verlo en una ocasión. Pero sacando cuentas ésta podía ser de forma oficial, la ocasión donde presentarlos. Primero preparé los utensilios para desinfectar y demás, sus nuevas heridas. Una vez hecho, le puse la comida a Neko. Mushu estaba atento desde la silla de la cocina, donde nos encontrábamos. Abrí la puerta de la entrada de casa, sabiendo lo que pasaría. Acerqué el agua oxigenada a uno de los agujeros de mordisco que más feo me pareció. Apreté la botella para que saliese el agua oxigenada y me aparté. En cuando notó, ya no la humedad, si no el escozor, salió disparado por la puerta de casa. Mushu no perdía detalle, soltaba su "chui" atento a cada cosa que hacía Neko, que indeciso por entrar estaba en la puerta, parecía un DJ con la pata algo alzada moviéndose hacia delante y detrás como si pinchase un disco.
El hambre le podía, esa era mi única oportunidad de poder curar sus heridas. No era ni la primera ni la última vez que tendría que hacer eso, estaba hecho un aventurero conquistador, los mordiscos no sólo eran de los gatos, las gatas también le daban buenas palizas. Cuando terminé de curarle, busqué las pastillas de los parásitos y la pipeta antiparasitaria, que imaginé debían estar en el mismo armario donde guardo las de nuestro perro Tango. No se las podía poner en ese momento, tal cual estaba le podían hacer más mal que bien, pero no recordaba si me quedaban. Mushu aprovechó mi distancia para acercarse. Se lanzó donde estaba Neko, para mi espanto. Creí que iba a ocurrir lo evidente, Neko le agrediría, más comida para sus ojos. Mushu fue hasta su comedero, servido en bandeja, mejor imposible. Y yo corrí hasta ellos asustado como nunca. Neko se dispuso a olisquear su nuevo "menú" o aperitivo, según se mire; y Mushu le pegó un picotazo. Neko se apartó un poco, se le veía confuso, pero volvió a intentar acercarse. Rescaté a Mushu, o a Neko según parecía. Porque mientras cogí a un Mushu cabreado y chillón, Neko estaba algo extraño, no sé si porque no tenía claro porque le quitaba la comida o porque el pequeño pájaro le había dado aquel picotazo.
No iba a dejar a Neko en casa, ya no por Mushu, su sitio era la terraza donde además de tener su pequeña caseta con manta incluida, podía salir a la calle y entrar cuando se le antojase. Pero la llegada de Neko supuso para Mushu una ventana menos en la que poder asomar. Precisamente su favorita, ya no por las vistas, que también, si no más bien porque desde ésta podía ver qué sucedía fuera y dentro de casa. Desde la repisa de esa ventana controlaba quien llegaba a casa, donde estábamos cada uno y en definitiva, en la que más tiempo estaba. Por seguridad para él, la mantuvimos cerrada, pero le poníamos en los raíles. A Neko también le gustaba esa ventana y resultaba cómico ver a los dos juntos, separados por un cristal, acicalándose sin dejar de vigilarse él uno al otro.
En ocasiones Neko cambiaba de postura sobre la repisa, se estiraba o hacía amago de querer darle un zarpazo a Mushu. Al estar el cristal para protegerlo, dejé de preocuparme, pero resultaba bastante estúpido que Mushu soltase su "chui" tono amable, como si entendiese que las miradas de Neko y sus reiterados zarpazos fuesen bien intencionados.
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Hola, me llamo Mushu ©
Non-FictionTodos hemos tenido mascotas de muchos tipos, yo al menos he tenido bastantes. Pero una de ellas me enseñó algo muy valioso, algo que sólo tras conocerlo puedo reconocer como una lección. Me demostró una inteligencia fuera de lo que se le atribuye a...