Casi es tu cumple Mushu

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***

Faltaba poco para que Mushu cumpliese su primer año. Alguna cosa más, antes de Julio, nos estaba a punto de mostrar el maligno popeador. Clara no había llegado a casa todavía, Jaime y yo comíamos acompañados de Mushu. Estaba en la mesa andando, intentando robar algo de nuestros platos. Le gasté la broma de mover la mano tras él, tamborileando con los dedos sobre la mesa. Cuando se lo hacía en mi mesa de trabajo, me solía mordisquear o se iba molesto. Mushu en esta ocasión, se quedó junto a mi mano, siguiendo el ritmo de mi tamborileo, parecía bailar. Jaime y yo nos reíamos, incluso cuando de pronto le dió por regurgitar y ofrecérselo a mi mano. Entonces hizo un movimiento, muy poco apropiado, acercándose a mi mano.

—¿Qué haces? —le pregunté confuso y asqueado por lo que parecía hacer, dispuesto a separarlo y no dejarle continuar.

Mushu de pronto se detuvo, se desplomó sobre la mesa, estirándose como si estuviese sufriendo un calambre por todo su cuerpo y cada vez más inmóvil.


—¡Papá! —gritó Jaime asustado, se le escapaban las lágrimas.

—Mushu... —cogí al pobre animal, no sabía qué hacer— Mushu, ya esta... tranquilo —un enorme nudo se formo en mi garganta.

Mi hijo no paraba de llorar. Yo estaba paralizado con el pobre animal entre mis manos agonizando. El animal seguía estirando, rígido e inmóvil, su vida se escapaba entre mis manos. Tan repentino como le vino ese ¿paro cardíaco?, se le pasó. Recobró el sentido y se comportaba como si nada hubiese pasado. Pasé de estar asustado, con temblor de manos incluido; a confuso y muy aliviado por ver que no parecía estar mal. Jaime poco a poco se le fue la llantera, y yo, para intentar que se le quitase un poco el susto del cuerpo, empecé a gastar bromas.

—¡Eres un guarro Mushu! —le acariciaba las plumas de las orejas para que hiciese ese gesto raro, como si le hiciera cosquillas o no pudiese tragar—. Menudo susto nos has dado, ¡sinvergüenza! —le grite. Mushu estaba tan acostumbrado a los apelativos que le ponía que respondió un "chui" feliz, como si le estuviera alagando o diciendo algún piropo. Jaime ya parecía más tranquilo y contenía las ganas de reír—. Eres un cochino popeador —Mushu volvió a soltar su entusiasta "chui" a la par de un risueño aleteo—. Como vuelvas a darnos ese susto te como, ¿me has oído? —le señalé amenazante con el dedo indice, pero él aprovechó la cercanía para limpiar mi uña, eso logró hacer reír a Jaime, por estar haciendo una parodia en alusión a su madre.

Jaime salió esa tarde como era su costumbre, a estar un rato con su amigo. Yo le estaba contando a Clara lo sucedido. Mushu seguía sin dar señales de estar mal o resentido por lo ocurrido durante la comida. Pensamos que tuvo una subida de tensión por estar en celo o algo. Las cosas como son, estos pájaros tienen un celo muy fuerte. Y como no, en ninguna tienda de mascotas nos habían avisado de lo fuerte que era. Bromas a parte le había dado una "pájara" al pájaro. Y lo peor era que desde ese día se marcó un antes y un después en lo que a sus manías se refiere, que ya de por sí, eran muchas. A sus defectos que no eran pocos, de lo ya difícil que era por si sólo aguantar sus popós, se sumó su descomunal e impresionante celo. Fue el colmo.

Desde el incidente, Mushu estaba salido las veinticuatro horas del día. En cuando salía de su habitación y terminaba de desayunar y acicalarse, se acercaba a Clara y empezaba a hacer un ruidillo rítmico con el pico a la par de un canturreo con distintos matices. Entonaba el conjunto de sonidos, a modo de "beat box", acompañándolo con un baile siempre cerca de Clara. Y la cosa fué de forma paulatina a peor, cuando sumado a su baile de cortejo, comenzó a subirse a la cabeza e intentar acoplarse.

Ya habíamos pasado bastante bochornos y sofocos con las bromas durante el invierno, por su manía de meterse en la ropa y asomar por el cuello de éstas. Ahora se subía cada dos por tres sobre nuestras cabezas, en especial en la de Clara; y para nuestro horror, también lo intentaba con la hermana de Clara y su tía. Nos avergonzaba decirles que estaba intentando con ese nuevo comportamiento, pero era obvio y al final pasamos el mal trago de reconocerlo y disculparnos nuevamente. Nuestro único consuelo era que ellas no se lo tomaron a mal, Mushu les encantaba lo suficiente, como para no molestarse por sus continuas muestras de cariño.

Hola, me llamo Mushu ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora