No es sólo rutina

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Durante esos meses de Julio, Junio y Agosto; Mushu disfrutó de su alas en todos los sentidos. A estas alturas, sin ser una novedad que Mushu volaba libre todos los días, no tiene que sorprender demasiado contar que más de un susto nos llevamos ese verano de su primer cumpleaños. Destaco nuestra experiencia con la Roseicollis porque marcó unas vísperas de cumple no muy agradable, pero también es cierto que no desaprovechamos lo vivido para reflexionar y tomar la decisión de que si en un futuro cogíamos otro agapornis para que acompañara a Mushu, sería un papillero criado por nosotros. Antes volvía a pasar por aquel calvario que acoger otro adulto cualquiera.

Como ya he contado, Mushu tenía costumbres muy estrictas, una firme rutina de la que rara vez se salía. Cada día, todas las mañanas esperaba a que limpiásemos su jaula para comer semillas y agua recién servidas. Le colocábamos su piscina para que se bañara, y en cuando estaba seco y había terminado su sesión de acicalado, salía por la ventana de la terraza y comenzaba su guardia.

Desde la balaustrada de nuestra terraza o cercanías, vigilaba quien andaba por la calle. Parecía un perro guardián lanzándose a todos los que pasaban por la calle frente nuestra casa. Una veces haciendo amagos de posarse sobre la cabeza de los transeúntes, otras planeando sobre estos entre frenéticos "chuis", que en realidad parecían saludos. En cualquiera de los dos casos se oían chillidos, acostumbrados a ese jaleo, dejamos de asomarnos cuando se escuchaban, ya que la mayoría se reían de la situación al ver que se trataba de un pequeño ave y quedaban hechizados por su belleza. Otros se iban corriendo entre gritos espantados, como si confundiesen al pájaro con algún animal peligroso. Esta claro que nos preocupaba que alguna de esas personas acabase por cogerle, pero por difícil que parezca, Mushu no se dejaba coger por ningún extraño y en general nos relajamos con el asunto.

Durante la mañana le oíamos soltar algún "chui", lo que nos dejaba tranquilos, era señal de que andaba cerca. Si por lo que fuese no se le oía durante mucho tiempo, Clara o yo nos asomábamos por la terraza y tras silbar, no un silbido cualquiera, siempre tenía el mismo tono; Mushu respondía en todas las ocasiones, incluso de vez en cuando venía a saludarnos, entendió pronto que era para llamarle.

A la hora de comer o antes si hacía mucho calor, estaba en casa. Buscaba a Clara por toda esta y si ella no estaba, venía por Jaime o por mí. Mientras poníamos la mesa, él estaba sobre el hombro de Clara atento a todo lo que hacía. Tomamos la sana costumbre de que cuando Mushu estaba sobre nosotros, le hacíamos subir a nuestro dedo cada equis tiempo y colocar un papel debajo de su culo, para que dejara caer el popó de turno. La madre de Clara muchas veces nos repetía la pregunta: «¿Es que sabes cuando va cagar y todo?»; a lo que siempre respondíamos un: «Sí». Una vez todos sentados para comer, Mushu comenzaba sus asaltos a nuestros platos si Clara tardaba mucho en atenderle.

En la hora de la siesta tampoco salía fuera, no porque cerrásemos las ventanas, es que hacía mucho calor y prefería quedarse en casa. Y aunque lo que más le gustaba era estar con Clara y dormir la siesta en sus manos. Lo que más sucedía es que Jaime lo cogiese y pasasen la tarde juntos, grabando alguna película o jugando.

A las cinco y poco más de la tarde, Jaime salía a jugar y Mushu se iba con él si se descuidaba. El niño siempre intentaba irse sólo, pero Mushu solía seguirlo sin su consentimiento y volaba a su alrededor, siempre pendiente de lo que pudiese hacer. La mayoría de veces, Jaime se iba a casa de Andrés. Su casa es la otra con la que compartimos pared y podíamos oírles jugar. No es que las paredes sean finas, es que los niños y Mushu, eran muy ruidosos.

Cuando Clara y yo salíamos a pasar la tarde en el huerto, Mushu venía a saludarnos o a buscar la merienda con Jaime. Según quien fuese esas tardes a pasar el rato, se quedaba porque le agradaba la compañía, si no se iba por su cuenta. Más de una vez se iba casa de María a pasar la tarde con ella si no venía.

Hola, me llamo Mushu ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora