Adorable... en ocasiones

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La familia de Clara al completo, conoció a Mushu el primer día de Septiembre. Todos ellos se reúnen en ocasiones en el huerto que hay junto a nuestra casa, donde esta mi taller y guardamos las gallinas, ellas viven en semi libertad por éste. Conforme iban llegando de visita, entraban en casa y lo conocían, antes de ir allí.

En tan sólo una semana, tomando su papilla con la cuchara, había vuelto a verse un gran cambio en Mushu. Sus plumas estaban cubriendo por completo su cuerpo y cabeza. No era igual a los agapornis que vimos en aquella enorme jaula. Sus colores eran  mucho más claros, su pico seguía de color naranja. Aquellos agapornis tenían un color mucho más vivo y su pico era de un rojo intenso. Tal vez fuera por su alimento, al comer distinto, la posibilidad de que sus plumas fuesen más claras no parecía tan descabellado.

El caso, es que todos acabaron diciendo que era muy bonito. En especial los sobrinos y sobrinas. Jaime se lo enseñó a un vecino, muy amigo suyo, que también quedó prendado con Mushu. Hasta yo empezé a dejar de llamarle engendro maligno, para llamarle tan sólo maligno, por sus picotazos y mordiscos cada vez que lo tenía que encerrar en su habitación. Y porque su nueva estrategia para disuadir era matizar su "chui" por un "shui", se notaba a la legua el ruego de su nuevo tonillo. A Clara le tenía encantada, a mi estaba a punto, de no ser porque, como igual tenía que dejarlo, este me daba un par de picotazos antes de sacar la mano. Tras cerrar y poner el gancho, volvía a mirarme de lado y soltar su "shui", a lo que mi mano dolorida, le ayudaba a no sacarle el dedo corazón.

Jaime y Clara le daban de comer, pero como el cole estaba a la vuelta de la esquina, entre el trabajo de uno, la búsqueda del material escolar, la ropa de Jaime, etc... todo el ajetreo de esas primeras semanas, lo tuve que atender yo de nuevo. Nuestros trabajos nos permite un horario muy flexible, pero el horario escolar no. Retomar la costumbre de madrugar preparar y demás para el cole, esa horrible rutina era lo peor. Sumado a que ahora Mushu ya volaba con más soltura, le estaba pillando el gustillo a eso de subirse a todas partes y la sensación de libertad con la que se encontró, lo volvió muy borde.

Mordía todo lo que pillaba, cagaba donde le venía en gana y si te dejaba cogerlo, te soltaba picotazos más fuertes, para que lo soltases. Lo que es a mí, me estaba cabreando, a Jaime ya le daba igual, pero a Clara llegó a ponerla triste. Se estaba volviendo una piraña que encima lo estaba popeando todo. No es que siempre se portarse mal, pero ya no era tan dulce como al principio nos parecía que iba a ser. En realidad era bastante obediente, teniendo en cuenta que cuando lo llamabas se dignaba a responderte y en ocasiones hasta venía a nosotros para ver de cerca lo que hacíamos o pedirle a Clara que lo acurrucara en sus manos.

Lo que peor llevamos fue su insistencia a querer salir, ya fuese por la puerta o las ventanas. Revoloteaba por el techo y esperaba cerca de la puerta de entrada a casa en cuando veía que nos disponíamos a salir, él estaba allí, acechando dispuesto a salir como fuese. Quizás si la primera vez que salió hubiese sido más cuidadoso, le abríamos dejado salir, aunque fuese de forma ocasional. Pero una mañana que le dejamos estar subido en la ventana del cuarto de baño, no se conformó con estar en los raíles de esta, quiso salir hasta la reja y más tarde echó a volar nervioso. Vimos que antes de salir volando se había puesto estirado y con el plumaje pegado al cuerpo, señal de que estaba asustado. Salimos de inmediato a buscarle. Clara confiaba en él y al salir le llamó convencida de que vendría hasta ella. Mushu estaba asustado, se le notaba en su habla, el "chui" con tono nervioso. Revoloteó por los alrededores de la pequeña calle donde da nuestra ventana. Al final, viendo que no se decidía a venir hasta nosotros y amenazaba su comportamiento con tomar un rumbo sin retorno ni con sentido, saqué nuestra arma secreta: el vaso, con algo de papilla mezclada a lo loco; y "la pequeña cuchara azul", con la que le damos de comer. 

Hola, me llamo Mushu ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora