Memorias.

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Íbamos camino a su auto cuando involuntariamente me detengo, en el estacionamiento de la escuela estaba el auto de Dan, sentí como mi corazón se detuvo y como mi mente me incitó a ir a ese auto, di los primeros tres pasos hacia el auto de dan, cuando veo a un señor de edad acercarse a el auto y le saca el seguro junto a una niña pequeña de la mano.

Mis ilusiones se fueron al suelo por millonésima vez.

-¿Carrie hacia donde ibas?- pregunto el profesor.

-Oh, no nada, yo sólo pensé que, bueno, yo... No, no pasa nada, tranquilo.- no sabia que responderle.

-Bueno, sube al auto.- sin darme cuenta ya estábamos al lado de su auto.

Me llevo a una cafetería tal vez un poco lejos de casa pero era bonita y bastante acogedora.

-yo quiero un latte y ¿tu?-preguntó mientras sacaba su billetera.

-Un mocca, por favor.-asintió con la cabeza y fue a hacer el pedido, mientras yo me sentaba en una mesa junto a una gran ventana que me daba vista a un bosque.

El bosque me trajo recuerdos que parecían trágicos, como el día en el que Dan le disparó a aquel anciano solo para que siguiéramos junto y la policía no me encontrara.

Me levanté de la mesa en la que estaba y me dirigí hacia donde se encontraba mi atractivo profesor.

-hola otra vez.- dije con una sonrisa a lo cual el me responde con una también.

- Hola carrie, ¿paso algo?- pregunto mientras le pagaba a la cajera.

-Nada solo iba camino al baño, por cierto ¿cual es tu nombre? He salido con un profesor del cual ni su nombre me sé.- dije.

-Isaac, un gusto.- tomo mi mano y la besó.

-Muy bien Isaac, yo iré al baño, no te preocupes por mi.- le di dos palmadas en el hombro derecho y fui camino al baño mientras el esperaba a que hicieran el pedido.

Para mi gran suerte los baños estaban muy cerca de la puerta de entrada, por lo cual aproveché el momento en el que Isaac estaba distraído para salir de la cafetería.

-Muy bien, ¿que camino me llevara al bosque?- miré a mi alrededor para ver si encontraba algún cartel que me dijera donde quedaba o a lo menos donde estaba, pero nada. Así que me decidí aventar al abismo y caminé por donde mi instinto me dijera.

Okey lo admito, no fue buena idea, se está haciendo de noche y estoy en medio del bosque sin saber como salir. Y obviamente, si soy Carrie Prinston, no sólo meto la pata una vez, si no que ya la metí otra vez al no traer mi mochila o mi celular.

Seguía caminando aunque no viera nada, todo estaba oscuro y húmedo. Me resigné y me acosté junto a un árbol, intenté hacer un pequeño colchón con hojas de este mismo y decidí dejarme llevar y rezar por mi vida para ver si no moría de hambre, de frío o por un oso gigante.

-Oh mi querido Patrick no sabes lo bien que nos ha ido la caza de hoy.- entre dormida escuché la voz ronca de un hombre.

-Que mejor que esta noche y estos animales junto a estas cervezas, ¡vamos tío Dame otra!- se podía ver un foco de luz entre los árboles y como dos hombres altos se acercaban tambaleándose.

Salí sigilosamente de ahí y busque un lugar donde esconderme a pesar de la oscuridad y lo ruidosas que eran las hojas al quebrarse al pisarlas.

Me sumergí más en el bosque y pude ver un par de troncos apilados, me recosté detrás de estos y intente permanecer en el mayor silencio posible.

-Patrick, mira el tronco ¿algo se movió no?- ¡mierda mis pies! Los troncos eran más pequeños de lo que parecían en la oscuridad.

Esta vez no me importó ser sigilosa salí corriendo de ahí lo más rápido posible, casi me caigo unas 5 veces. Sentía los pasos de aquellos hombres detrás de mi, al igual que la gran luz que portaban con ellos.

Subí una pequeña cuesta y al llegar a arriba estaba todo plano y sin árboles, solo era tierra y una gran cosa en medio de esta, no podía divisar que era por la oscuridad así que me acerque. La única manera de saber que era, sería tomándolo. Era lata y vidrio, era la casa rodante.

Busqué como pude la puerta de la casa rodante y entré, mantuve las luces apagadas y la puerta con seguro en caso de que llegarán aquellos albañiles.

Fui hacia la habitación donde antes vivía aquel anciano, busqué un poco de ropa ya que la mía estaba mojada por la humedad, encontré una polera bastante grande la cual podía ocupar como camisón.

Me estiré sobre la cama y me tape con una manta de color blanco que se encontraba sobre una silla junto a la cama.

Desperté y el día estaba frío, decidí mirar por la ventana la cual daba hacia para la parte delantera de la casa rodante, y ahí seguía la mancha de sangre de aquel día.

¿Donde Estas Carrie?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora