Capitulo 8

122 13 0
                                    

—Quiero que todo este desastre quede limpio antes del segundo timbre.—nos advirtió el director.

La mañana hasta ahorita no había sido tan mala. Aron no me levantó esta vez de una manera poco convencional para él, y llegamos en una pieza a la escuela con Liam conduciendo.

Todo estaba perfecto hasta que el director nos llamó a Nathan y a mí a limpiar el desastre de ayer.

Una vez terminado su sermón, nos dejó con materiales de limpieza y se largó a su oficina.

—Parece que estaremos solos esta hora, princesa—me sonrió al mismo tiempo en que me guiñaba un ojo.

—Para mi desgracia sí.—le dije dándole la espalda y dirigiéndome hacia una cubeta con agua.

Se rió, lo que me hizo girarme de nuevo hacia él.

—¿Qué es tan gracioso?—me crucé de brazos.

—Eres justo como me imaginaba.—dijo mirándome a los ojos.

Como me gustaría sacarle esa perfecta sonrisa a golpes.

—¿Qué quieres decir?

No me respondió.

Se giró para tomar uno de los trapeadores.

Tomé un trapo viejo, lo remojé en un balde de agua y comencé a limpiar los restos de pizza de una pared. Con cada limpiada, la salsa roja se dispersaba pintando todavía más la pared.

Mierda.

—Voy a usar ese trapo.—dijo Nathan acercándose.

Lo miré irritada.

—Allá hay más.—me giré de nuevo y seguí limpiando.

—Quiero el que tu tienes.—se plantó detrás mío. Lo que me hizo poner algo nerviosa.

Sentí su aliento cálido en mi oído.

—Mackenzie, quiero el trapo que tú tienes.—repitió acercando su cuerpo al mío.

Tragué saliva. Este idiota tenía la manera de ponerme nerviosa con tan solo estar a pocos centímetros de mí.

—¿Mac?

Me giré hacia dónde provino la voz, encontrándome con un muy enojado Adam.

—¿Quién es él?—preguntó cruzándose de brazos y recargándose en la pared a tan solo pocos metros de Nathan y mío.

Llevaba unos jeans azules y una camiseta de cuadros, sus ojos estaban fijos en Nathan.

—Nathan.—respondí algo bajo.

Adam alzó ambas cejas. Sabía quién era.

—Soy Nate.—intervino Nathan, acercándose a mi hermano con la mano estirada.

Adam miró su mano y después a mí.

Aprendí viviendo con mis tres hermanos a diferenciar cuando uno se están cabreando. Adam siempre tuvo una manera peculiar, primero se muerde el interior de las mejillas, después aprieta sus puños a los costados y finalmente antes de la gran explosión en Japón, arruga la nariz.

Mis 3 idiotas y yo© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora