Capitulo 14

125 13 1
                                    

Caminamos un buen rato, hasta que el famoso puesto se asomó por una esquina que daba a un terreno baldío. Abrí mucho los ojos, el lugar parecía evidentemente un pequeño puesto en donde sillas de madera se encontraban cerca de una barra para comer. Un letrero neón de "Hamburguesas Mike" decoraba la pérgola.

—¿Aquí llevas a las chicas a una cita romántica?—dije frunciendo el ceño.

Una sonrisa seductora se dibujó en el rostro de Nate.

—No.—me miró divertido—.Eres la primera chica que invito a una cita.

—¿Estamos en una cita?—pregunté sobresaltada. Si hubiera pensado siquiera un segundo en la posibilidad de tener una cita con el chico engreído de la clase de química, probablemente me habría dado un tiro.

—Considérate afortunada, nena.—me guiñó un ojo.

Rodeé los ojos molesta ante su maldito ego.

—¿Les puedo ofrecer una mesa?—una chica pelirroja había aparecido de repente, llevaba puesta una camiseta roja y en ella su nombre aparecía en una etiqueta. Nos miró atenta a los dos con una pequeña libreta entre sus manos y una pluma al aire, lista para escribir algo.

—Claro.—dijo Nate sonriéndole amable.

La chica le devolvió la sonrisa, embobada ante la atención de Nate. Sentí algo revolverse en mi interior, algo desagradable que me hacía querer arrancarle la cabeza a aquella chica sin motivo alguno.

Seguramente Liam me pegó la gripa. Pensé.

Seguí a Nate hasta el puesto, el olor a papas fritas y carne asándose me inundó la nariz. El calor que emanaba el lugar era abrazador, ya que el cocinero se encontraba a pocos metros de nosotros volteando hamburguesas. Una nube de humo se desprendía de la plancha con cada carne que volteaba con su espátula.

—¡Mike, tenemos clientes!—le gritó la chica acercándose al cocinero desde la barra.

—¡Hola, Mike!—gritó Nate.

—¡Nate, toma asiento hermano!—le gritó devuelta el cocinero con voz grave.

Nate me tomó de la mano y nos fuimos a sentar a una de las mesas que se encontraban alejadas de la barra.

Me senté dejándome caer sobre la silla de plástico de Coca Cola. Enseguida, la chica se acercó con su libreta y pluma en mano.

—¿Qué les sirvo?—dijo mirando a Nate, sonriéndole con sus dientes alineados.

—Lo de siempre, Sherry.—se recargó en el respaldo con aire despreocupado.

Ella le sonrió y con paso veloz se dirigió hasta donde estaba Mike.

—No tengo dinero.—dije de repente.

Nate alzó una ceja.

—¿Estás bromeando? Yo invito, West.

Sonreí.

—Bueno, gracias.—me encogí de hombros.

Nos quedamos en silencio unos minutos, por mi cabeza había estado rondando la pregunta que necesitaba saber.

—¿Por qué faltaste a la escuela?—me mordí el interior de la mejilla.

Mis 3 idiotas y yo© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora