introducción

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—¿Puedo?

Elevo mi vista.

Llevo mi atención a tres partes diferentes en eso de dos seguros. Dos míseros, suficientes y extraños segundos de mi vida: primero al cigarro en mis dedos, segundo a su mano extendida hacia mí, tercero a su rostro magullado.

—Claro.

Extiendo mi mano con el cigarrillo aun entre dedos, él lo toma con precaución e inhala con lentitud. Suelta un suspiro de placer cuando exhala. Risoteo leve.

—No sabía que fumabas —acoto, tomando el cigarro de vuelta. Una última calada y se ha acabado. Así es como me quedo sin cigarros.

—Es un pequeño secreto —guiña un ojo. Ahogo otra risa—. Oye, sólo quería disculparme por haber sido un imbécil ese día que Zoe y Chloe estaban aun allá adentro, en el almacén.

—No hay ningún problema, Cameron —ladeo mi cabeza—. Estabas bajo presión. Todos lo estábamos.

—Parecía marica, querrás decir —bufa—. Eso..., eso sólo no estuvo bien. Y si te afectó entonces quería disculparme.

—Ve en paz —sonrío. Callamos.

Sus codos se apoyan de la baranda en el espacio del pequeño balcón en uno de los pisos del hospital. Puedo sentir su vista girar a mí.

—Ellas van a despertar, ¿sabes? Yo... —suelta una risita—, yo tengo bastante fe.

—Lo sé, yo igual —asiento—. Y en verdad agradezco que estés aquí, pensé que tu odio hacia mí te alejaría.

—No me mal interpretes, Keith. No me agradas —se encoge de hombros—. Pero pensé que debía dejar de ser un poco imbécil, sólo por la situación.

—Pues estás siendo un imbécil al decir que no te agrado —río. Sigue mi risa.

No puedo evitar mirarlo a los ojos en ese segundo de contacto visual. ¿Sus ojos son color avellana? Sí, lo son. Un contraste de marrón y verde.

—Tú eres el imbécil que me llama imbécil cuando trato de ser gentil contigo por primera vez desde que nos conocimos. Deberías ser un poco menos insolente, no te vendría mal.

—Escucha —ironizo otra risa, esta vez posándome frente a él. Probablemente en la misma cercanía que estuvimos cuando lo estampe contra la pared de aquel lugar por mi furia; nuevamente, él no se mueve ni un sólo centímetro—. No te golpeo ahora mismo sólo porque estamos en un hospital, y porque mi familia está allá afuera.

—Como digas, grandullón —sonríe. Ni siquiera su baja estatura estando a un lado mío afecta la poca distancia. Diría que se acerca aun más cuando prosigue a hablar—. Sólo espero que no quieras volver a meterte conmigo aun cuando estoy intentando ser bueno.

Y me empuja, saliendo del espacio a mis espaldas.

Mis manos se apoyan de la baranda y suspiro, deseando tener otro cigarrillo. Ironizo una risa pensando en lo ocurrido.

—Eso ya lo veremos.

Cocaína (SM #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora