Epílogo

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Cruzo la calle corriendo, si sigo haciendo lo mismo estaré en riesgo de que me atropelle algún auto, no me lo quiero imaginar. Hay muchas personas en el centro y sólo me pregunto el por qué él eligió este lugar. Pudimos haber ido hacia algún parque cerca de casa, o simplemente invitarme a donde vive ahora, pero él prefería aquella cafetería en donde todo prácticamente había comenzado. Desde un principio supe su intención, pero preferí callar y seguirle la corriente. Es una simple cafetería.

Las lluvias han propasado Tampa este último mes, no sé cómo ninguno de mis sobrinos se ha enfermado. Zoe y Abigail han estado bastante alertas después de todo, no quita que no puedan agarrar alguna gripe. Ni siquiera Nathan se preocupa tanto. Mi teléfono vibra en mi bolsillo.

— ¿Hola?

—Hasta que contestas —se oye suspirar del otro lado de la línea—. ¡Te he enviado miles de mensajes, Keith!

—Amor, calma. Estoy yendo a una cafetería, estaré allá lo antes posible.

—Vamos a llegar tarde a mi reunión. Te pasaré buscando a esa cafetería, ¿en dónde es?

—Ah... Calle Brinsteing, entre la 34 y 38 —hago muecas mirando a mi alrededor. Yo no necesito ninguna señal para saberlo, me sé éstas calles de memoria. Sacudo mi cabeza regresando al frente.

—Está bien. Nos vemos allá en... ¿Media hora? Aun no termino con esto.

—Media hora me parece perfecto. Ya estoy aquí.

—Ni uno más ni uno menos, Keith.

—Ya lo sé, calma. Adiós.

En lo que guardo mi teléfono de vuelta a mi bolsillo, abro la puerta de la cafetería. No pasa nada hasta que una mano se alza, resaltando entre el resto e indicándome hacia dónde debo ir. Doy un último respiro hondo y con una sonrisa nerviosa me acerco hasta la mesa. ¿Por qué estoy tan nervioso, maldición? ¿Alguna vez dejaría de estarlo?

Al llegar hacia él puedo notar dos cosas: primero, la cantidad de tatuajes esparcidos a lo largo de sus manos y brazos —incluso cuello—, y segundo: que seguía igual de perfecto que antes. Ni un centímetro más, ni uno menos. Es él es su más grande presentación. Tomo asiento frente a él cuando me lo pide y una chica toma nuestra orden, y parecemos sorprendernos cuando nuestros pedidos son los mismos que hace años. Nos sonreímos, entonces me doy cuenta que él está igual, o hasta más nervioso que yo.

—Keith —suspira en un mohín.

—Cameron —regreso el gesto, suelta una risa.

—Ha... pasado mucho tiempo. ¿Cómo has estado?

— ¿Ahora actuaremos como si no supiéramos cuánto tiempo ha pasado?

—Bueno, al menos me alegra saber que no has cambiado.

Nos reímos por el momento en el que la chica llega con el par de cafés y tomamos de él hasta que decido hablar nuevamente.

—7 años. Han pasado 7 años —ladeo, él asiente alzando sus cejas—. Me gustan los tatuajes y... Tu cabello es largo. ¿Cómo has estado, Cam?

¿Qué tan normal era sentirse igual que la primera vez? Que su manos, a pesar de estar cubiertas por tinta, siguieran plasmadas en mi cuerpo y que el pasado siga tan tangente en mí, donde sus manos me pertenecían. No extrañarlo era voraz. Lo extrañaba como un loco. Pero no podía decirlo. Ya no más.

—Los tatuajes y el cabello es sólo... un pequeño cambio. Es bueno que te guste. Y creo que hice la pregunta primero, grandulón. ¿Cómo está tu padre, tu familia?

Cocaína (SM #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora