10: Es ahí donde debes estar.

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Toda mi vida, desde que éramos muy pequeños, e incluso podría decir que antes de que Zoe naciera; siempre me he regresado a Daniel. Siempre ha estado ahí para mí, jamás me ha dado la espalda, y dudo que alguna vez vaya a hacerlo. Esa es la razón por la cual siempre regreso a él.

Él nunca me juzgaría, rechazaría o dejaría. Más que mi hermano, es mi mejor amigo. El verdadero. Mi verdadero mejor amigo, mi hermano.

Y por ello me hallo camino a su departamento, en donde puede quedarse sin que la bruja de Layla lo aceche cual buitre en cementerio. No es lo mejor que se me ha ocurrido, pero ella puede ser bastante despreciable cuando se lo propone. ¿Pero qué puedo hacer si mi hermano la ama? Las personas no eligen de quién enamorarse, por más que digan que es una elección, no es muy fácil que digamos.

Me asusta estar siendo la viva representación de ello.

Sé que puedo decirle a Daniel sobre mis problemas y que seré recibido, es como ese lugar reconfortante al que puedes acudir si te sientes cabizbajo. Admitir el estar teniendo problemas con mi orientación sexual frente a él resultaría algo común. Porque esto es algo común, ¿cierto? Casi estamos en pleno 2016.

Toco el timbre del apartamento. Espero a que él abra y me reciba con un abrazo, que lo tengo bien merecido porque hace unas semanas que no lo veo.

— ¿Tu llave? —me pregunta separándose del abrazo, me deja pasar.

—La olvidé —me excuso dejándome caer en el cómodo sillón de la sala. He dormido en él un par de veces que fueron necesarias. Él rueda los ojos y murmura un sarcástico "qué sorpresa". Río viéndolo irse por la cocina y regresando con un par de cervezas—. ¿Y Nick?

Él suspira cayendo a mi lado. Me percato de que no debí haber preguntado. Es claro que el niño ha regresado junto a su madre, y no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de lo mucho que eso le afecta. Estar separado de su hijo.

—Layla se lo llevó hace unas horas —sacude la cabeza, dando un trago. Uno largo. Daniel nunca ha tenido problemas con el alcohol, pero eso no quita que me preocupe cuando se pone así: como un jodido depresivo que llega a vivir del licor.

Si mi solución en ocasiones es una caja de cigarros, entonces no veo el por qué una botella no sea la suya. Observo mi botella por un rato. No tomo desde esa vez con Cameron. Pero a la mierda, doy un trago igual de largo que él, y estallamos en risas cuando hacemos contacto visual. Yo en serio extrañaba a mi hermano.

—En fin, ¿para qué querías hablar conmigo? Hace tiempo que creía que el gran Keith se valía por sí solo.

—Sabes que sigo bastante lejos de valer por mí mismo, Dan. Seamos realistas.

—Creo haberte dicho antes que no necesariamente se debe tener un apartamento, o una casa, o hijos, o lo que pase por tu mente, para que valgas por ti mismo, Keith. Si sigues con esa mentalidad, no vas a llegar a ninguna parte.

—También sabes que eso de alguna manera me jode. Lo que acabas de decir no tiene sentido, para nada. Quiero tener algo propio, Dan. Que sea mío, de mí propiedad. Y no es que quiera dejar a papá solo, sino que es momento. Soy un adulto.

—Hermano, aun vives en casa porque tiene que ser así, por ahora. Quieres correr al igual que Zoe, quieres como... Huir. Como hacerte creer, convencerte, de que no eres un bueno para nada. Tú estás bien, Keith. El lío está en tu cabeza.

—Voy a negarlo. No me lo digas porque voy a negarlo de todas formas.

Exhala cerrando sus ojos. Sé que está pensando en lo terco que soy, pero no me interesa. Tengo la razón.

Cocaína (SM #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora