9: Vuelve, Keith.

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— ¿Le gritaste?

—La insulté —suspiro, casi viendo el humo del cigarro subir, pero me ciega por un momento—. Y por ende también le grité.

— ¿Por qué? Digo, comprendo que estabas molesto, pero se suponía que era un momento en que tenías que apoyarla, no insultarla.

—Porque Abigail es como mi hermana, Cameron —ruedo los ojos—, ¿puedes imaginar lo que sentí cuando Daniel me dijo que estaba esperando un bebé? —bufo—. ¡Y de un tipo que desapareció cuando lo supo!

—Pero independientemente —se sienta en la cama— si el tipo desaparecía o no, o de cómo te sentías, pudiste haber pensando un poco antes de lanzarte a ella de esa manera. Escucha, cuando Tiara se embarazó, mamá enloqueció, pero yo sabía que de alguna u otra manera ella iba a necesitar apoyo, y por más que mamá estuvo contra mí varios días, lo aceptó.

— ¿Eso quiere decir...?

—Que debes pensar antes de hacer las cosas si ya sabes de antemano lo idiota que eres. Aprender a controlarte. Que no todo puede cegarte. Ser audaz. Eso estresa.

Mi pecho baja botando el aire y, consigo, el humo. Lo veo disiparse hasta que sé que el cigarrillo se acaba y tiro la colilla en donde he puesto las últimas dos. Decido que ya no me apetece más y al lado pongo la cajetilla.

Cameron ha dejado de hacerlo después de dos cigarrillos. He notado que no fuma más de tres, o cuatro, y en varias ocasiones, no es frecuente. Podría decir que es un fumador controlado. Podría dejar de hacerlo si quisiera.

Y entonces estoy yo. Y ahí es donde me quedo, sin más ni menos. Sólo... ahí.

—No sé cómo controlarme —le digo, y no le miento—. Estoy hecho de impulsos. Sólo míranos, jamás estaríamos aquí de no haber sido por uno de mis impulsos.

Su risa me hace estremecer por cierto momento. Negando con su cabeza, vuelve a recostarse sorpresivamente sobre la cama, con sus manos bajo su cabeza y mirando hacia el techo.

Y digo "sorpresivamente" porque lo es para mí. No creía que fuese la clase de persona que se quedase con alguien a charlar cómodamente luego de tener sexo. Pero estamos aquí, estamos cómodos, y yo le estoy hablando sobre mis problemas mientras fumamos tranquilamente.

No mentiría si dijera que estaba esperando que me echara de aquí una vez la sesión culminara, pero no lo ha hecho, me he quedado los cuarenta minutos después de haber acabado y él se está riendo de lo que estoy diciendo.

—Podrías ir a clases de control impulsivo.

— ¿Dan clases de eso?

—Deberían —encoge su hombro—. Si dan clases de controles de la ira, no veo por qué no darían clases de controles de impulsos.

— ¿Y luego yo soy el nerd? —pico su abdomen con mi dedos, provocándole cosquillas y que enseguida quiera defenderse. Me golpea y riendo caigo a su lado. Me quedo mirando el techo junto a él.

No me percato de la hora, pero no pueden ser más de las tres de la tarde. El televisor está a un volumen mínimo porque estamos hablando, sin coherencia. Resulta que logré llevarme mejor de lo pensado con Buckley y no se lo he comentado a Alice desde esa vez que conversamos y me dijo que había desaparecido a propósito —cosa que agradecí—, y de ese momento ya ha pasado una semana y media. No estaría mal actualizarla sobre la situación.

» ¿Cuándo perdiste tu virginidad? —pregunto luego de un rato.

— ¿La curiosidad mató al gato, gran Keith?

—Bah, sólo creía que si seguíamos en esto de sexo sin compromisos al menos nos tomaríamos el tupé de entablar una amistad. Indagar no está nunca demás.

Cocaína (SM #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora