17: Dignidad ante todo.

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El ambiente es algo tenso y sé que es papá queriendo decirme algo nuevamente, pero nunca logra encontrar las palabras adecuadas. Lo ha estado intentando, ha querido entablar una conversación, pero luego mi mal humor parece alejarlo y yo no hago nada al respecto por incentivarlo. Todo hasta que el silencio entre nosotros se hace tan incómodo que decido hablar. El partido de baloncesto dejó de ser interesante hace media hora.

— ¿Papá? —de su garganta sale un "uh" a modo de pregunta—. ¿Tienes algo que decirme?

Él duda y se lo piensa. Mamá siempre dijo que era una de las cosas que no sabía si decidía amar u odiar de él: que pensara tanto las cosas antes de decirlas. Muerde su labio, y cuando lo cree justo, lo dice.

—Daniel... Daniel habló conmigo.

Mi garganta y mi boca se secan al instante que me paralizo en mi puesto. El silencio se apodera por el rato en que busco qué decir, porque siendo sincero, no hay mucho que se pueda decir en una situación así.

— ¿Daniel habló contigo? ¿Qué se supone que te dijo?

—Creía que necesitabas ayuda, y mucho apoyo —dice quedo—. Hijo, creo habértelo preguntado antes, ¿por qué nunca me lo comentaste? ¿Creías que iba a juzgarte? ¿Que te echaría de la casa?

—Son... —intento decir sin atorarme. Chasqueo con mi lengua—. ¿Cuándo te lo dijo?

—Oh, Keith, eso es lo de menos ahora —ladea con notorio fastidio. Estoy realmente confundido—. Y no te vayas a enojar con tu hermano, yo le pedí contarme qué era lo que te pasaba. No quiso decirme mucho pero explicó algo. Yo necesitaba una explicación a tu repentina felicidad y de la nada a tu repentina indiferencia.

Suspiro con indignación. Mataría a Daniel. En cualquier momento voy a hacerlo. ¿Para qué enemigos si siempre puedes contar con tus hermanos?

— ¿Es que acaso no puedo estar feliz y decaído sin que parezca algo extraño en mí? Soy una persona, papá, intento-

— ¿Entonces sí es éste chico Cameron? —me interrumpe, haciéndome callar abruptamente. No digo nada, dejo mis hombros caer y mi vista perderse en el suelo. La frustración regresa. Ni siquiera sé en qué momento pasé a ser de nuevo un adolescente hormonal—. ¿Qué fue lo que hizo ese muchacho, Keith?

—No es importante, papá. Ya no tiene caso. Fue una simple aventura nada más, todo está bien. Estuvimos... juntos un par de meses y luego él decidió ir por un camino y yo seguir por el mío. Son cosas que pasan. Lo lamento.

Da un respingón sobre su asiento tomándome por sorpresa. Lo observo fruncir su ceño y queriendo sacar palabras de donde tienes miles, pero no sabe escoger cuáles.

— ¿Lo lamentas? Lo... ¿Lamentas? ¿Qué...? —balbucea como si lo que acabo de decir fuese lo más absurdo que ha escuchado en años. Se acomoda en su asiento para mirarme—. ¿Pero qué mierda acabas de decir? ¿Qué lamentas, Keith? ¿Haberte enamorado de alguien que no lo vale? ¿Lamentas el haberlo admitido ante mí, o no habérmelo dicho antes?

»Hijo, yo no voy a juzgarte. Al carajo a quien decidas amar, soy tu padre, por amor a Dios. De haber querido botarte de la casa, lo hubiese hecho cuando tenías catorce años. Te lo dije, Keith, miles de veces, nadie elige a quién amar-

— ¿Sospechabas algo? —jadeo una risa. Mis ojos comenzaron a picar hace un buen rato, estoy luchando por no volver a llorar. Yo no lloro, maldición. Él suspira viéndome.

—No eres muy bueno mintiendo ni ocultando bien las cosas. Sólo somos tú y yo en ésta casa, podré ser viejo, pero escucho cosas. Incluyendo conversaciones y otras cosas que desearía nunca haber escuchado, sinceramente.

Cocaína (SM #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora