Capítulo 1

166 20 0
                                        

Acababa de llover, justo había parado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Acababa de llover, justo había parado. Las gotas seguían deslizándose en la ventana. Todos dormían plácidamente en la media noche. Marshall era el único que no lograba conciliar el sueño a pesar del tranquilizador silencio. Eran las dos de la noche, la oscuridad era lo único que podía ver. Decidió levantarse sin pensarlo dos veces y se acercó a la pequeña ventana de cristal que había junto al escritorio. Lo primero que pudo ver fueron las nubes negras que anunciaban más y más lluvia.

Suspiró agobiado por la situación de todos los días. Casi nunca salía de su habitación, solo las noches de lluvia, ya que nadie pensaba levantarse en noches lluviosas. 

Abrió con suavidad la puerta de su habitación que habían olvidado cerrar y salió en cuclillas hasta el pasillo iluminado. Lucile, la mucama, no estaba esa noche, tal vez porque era sábado y al ser una mujer joven saldría. Trabajaba allí desde hacía unos cuantos meses, y conocía hasta un punto necesario la salud de Marshall, y por lo tanto sabía cómo tratarlo si se topaba con él en alguna situación. Pero este no era el caso, los Derricks eran confiados con ella y sabían que necesitaba su descanso, por eso es que le daban libres los fines de semana y algunos días que ella necesitara de verdad.

 Faltaba muy poco para que sean la una y Marshall no sabía que hacía en la cocina a estas horas. De repente choca con un mueble y cae un plato al piso, ocasionando un estruendo que despertó a la Sra. Beatrice Derricks. Pronto ya estaba abajo con sus ojos bien abiertos mirando a Marshall con sobresalto.

Ésta era la segunda vez que encontraba a su hijo levantado a media noche, le preocupaba lo que pudiera hacer sólo y por eso hasta los catorce años cerraba con llaves su habitación con tal de que no saliera. Pero a partir de los quince todo cambió. Marshall replicaba libertad en su propia casa y se le concedió pero con condiciones. Una de ellas era no salir a menos que sea para ir al baño, que se encontraba justo al lado de su cuarto. Y de nuevo desobedecía las reglas.

- ¿Qué haces aquí cielo?- preguntó acercándose a su hijo.

- Y-Yo, nada- retrocedió.

- Ven, vamos a tu habitación- extendió la mano pero él no la tomó, sólo la observó.

- No quiero, estoy bien aquí- respondió seriamente.

- Marshall, ven- insistió Beatrice con poca paciencia.

- Iré luego.

EL chico tomó un vaso de agua y lo sostuvo mientras su madre intentaba convencerlo.

- Marshall, iremos a tu habitación- se acercó lo más posible al muchacho.

En un intento en el que Beatrice trató de tomar la mano de su hijo, Marshall arrojó el agua sobre ella. La madre soltó un pequeño grito que, a pesar de no ser tan ruidoso, alertó a Nicholas Derricks. Beatrice quedó quieta en su lugar, observando con furia a su hijo mientras su esposo se apuraba a llegar.

- ¿Qué ocurre aquí?- preguntó bajando rápidamente las escaleras.

- Marshall no quiere volver a su cuarto- respondió furiosa Beatrice, sintiendo que necesitaba una lección.

- Vamos, ven Marshall- pidió con suavidad Nicholas.

- No quiero- contestó el joven que no se arrepentía de nada.

El padre fregó su frente con frustración- No hagas esto más difícil, vuelve a tu habitación- insistió.

Ambos padres sabían la situación de su hijo y no querían que algo malo sucediera mientras trataban de conseguir otra doctora. Marshall ya había logrado despedir a unas cuantas e hizo lo mismo con la última, una joven agradable y pacífica. Ahora, mientras no estaba medicado ni bajo un cuidado especial, debían protegerlo y ésto significaba mantenerlo alejado de algo que pudiera hacerle daño.

En un movimiento, Nicholas sujetó el brazo de su hijo y lo sostuvo hasta que logró llevarlo a su cuarto. Allí lo introdujo y cerró con llaves la puerta para que así no volviera a escaparse. Marshall golpeaba la puerta con los puños con ira corriendo por sus venas. Mientras, Beatrice juntaba los pedazos de cerámica y secaba su rostro. Sólo visitaban a Marshall cuando éste necesitaba alimento o ir al baño. De otros modos, no sabían que sería capaz de hacer un joven con problemas mentales.

Ahora Marshall estaba encerrado, aburrido y con una frustración enorme. Odiaba que sus padres fueran así, que lo trataran como a un bicho raro. A veces sentía que no podía estar entre ellos, que era un gran error querer salir de su cuarto y vivir normalmente. Y él sabía bien que no querían tenerlo cerca, pero mientras debía fingir que todo estaba bajo control, a pesar de que ellos pensaran todo lo contrario. Ahora sólo se dedicaba a escribir y mirar a través de la pequeña ventana por la cual entraba la tenue luz de la luna. 

"Sólo será un rato, pronto podré salir" Pensaba mientras veía como comenzaban a caer una pequeñas gotas en el jardín delantero.



MarshallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora