Capítulo 17

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Disparo.

Los ojos de Alisha se movían como un puma de un sitio a otro sin encontrar un punto fijo.

Otro disparo.

Un grito seco de la mujer que acababa de levantarse y se tomaba la cabeza con ambas manos intentando detener el tiempo, y a su esposo.

Corre Marshall.

Elton estaría orgulloso de que por fin había encontrado escapatoria para esas voces, un lugar donde no tenían que obligarlo porque era libre, finalmente.

La niña ya no se sacudía, estaba inmóvil en sus brazos, no volteaba a ver a sus padres gritar desaforados. Con un cuchillo en su mano y un hombre armado detrás de él, Marshall corría rumbo al bosque.

Se adentraba al peligro. Se metía en la boca del lobo. Estaba buscando acción y chispa a su vida pero solo conseguía desatar un incendio. Y quemaba a todos los que se acercaban a él o intentaban de manera inútil detener sus objetivos.

- Por favor ve detrás de él- suplicaba casi agonizando Alycia, dejándose caer en el jardín de su casa de rodillas, implorando que su hija vuelva a sus brazos.

- ¡¿Por qué?!- gritaba el hombre dejando salir otra bala en dirección al cielo, que caería en algún sitio en medio de aquellos árboles tan altos que encerraban ahora su tesoro más preciado.

Entonces empezó a correr, no sin antes pedirle a su amada esposa que llamara a la policía y esperara en casa. Estaba dispuesto a acabar con aquella alma aunque tuviese que pasar el resto de sus días encerrado tras las rejas. Sólo le bastaba con saber que su hija estaba en paz, durmiendo en su cama, comiendo su comida caliente que su madre preparaba, y jugando en el jardín sin pensar en otra cosa que en cuidarse de la noche o algún insecto.


En el bosque, Marshall corría desesperado con la niña contra sí. La pequeña no sabía lo que sucedía, apenas despertaba de sus sueños y ahora estaba viviendo una pesadilla. Con cada paso el pelirrojo se alejaba cada vez más de aquella casa y de las personas que alguna vez lo vieron.

Al fin y al cabo, Nicholas y Beatrice lo estaban buscando por tierra y mar, llamaban a Elton como su esperanza segura y estaban al tanto de lo que decían los oficiales que pronto se introducirían en el bosque.

Beatrice caminaba de un sitio a otro en la oficina del alguacil mientras este sacaba un cigarro de su bolsillo y se lo llevaba a la boca con mucha serenidad.

 – ¿No le parece que no es el mejor momento para fumar?– la mujer arquea sus cejas con una mueca de disgusto y el hombre baja la cabeza tirando el cigarro en las cenizas.

– Nicholas, Beatrice, – habla despacio cruzando miradas con ambos padres– su hijo va a ser encontrado y devuelto a su hogar, no tienen de qué preocuparse.

– Disculpe señor Hawk, pero he estado aquí desde las tres de la madrugada y ya son las nueve de la mañana y estas son sus primeras palabras. Mi paciencia tiene un límite y creo que este es ese límite– su esposa lo observa con una chispa de orgullo por su atrevimiento, pero apenas escucha al uniformado carraspear con la garganta se coloca erguida en su silla.

– Como ya le han informado señor Derricks, los oficiales van a introducirse en ese bosque para encontrar a su hijo, lo único que tiene que hacer es esperar, en su casa tomando un café. A más tardar media noche su hijo estará con ustedes durmiendo en su cuarto...– hace una pausa para tomar un trago de su capuchino que su secretaria ha preparado hace cinco minutos– Además, ¿hasta dónde podría llegar un niño enfermo?– agrega seguido de una risita burlona que a la mujer le agota la paciencia.

MarshallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora