Marshall Derricks, un chico con problemas mentales, decide rehacer su vida escapando de su casa y adentrándose en una peligrosa aventura con una pequeña niña de ocho años que pondrá su futuro en una terrible situación.
"A veces puede parecer que el...
Elton Jobs observaba a Marshall sentado frente a él en la gran mesa de madera oscura que se encontraba en el comedor. Había traído consigo unas imágenes que definían lo que el paciente podía ver a través de ellas.
Volvió a meter la mano en uno de los bolsillos de su portafolio y sacó otra imagen plastificada- ¿Qué ves aquí Marshall?- preguntó al muchacho.
La foto era extraña para cualquiera que no entendiera el significado. Tenía forma de cisne pero a la vez de un ciervo corriendo en el bosque. El contraste podía formar raramente un reloj torcido y las pequeñas lineas una caja. En realidad eso era lo que notaba Marshall.
- Veo el encierro- respondió seguro de si mismo.
- ¿Encierro?- el hombre frunció el ceño- ¿Qué te hace pensar eso?- relajó la expresión dispuesto a escucharlo.
- Bueno, fácil- se echó para atrás cruzando los brazos sobre su pecho-. Eso de ahí es un cisne, y el cisne cree que el agua es su hogar, más allá de que también es un animal terrestre, pero en esta imagen no se ve el agua, tampoco la superficie terrestre. Está encerrado en un solo lugar, no puede siquiera moverse- hizo una pausa observando el ciervo-. Ese es un ciervo. Un ciervo grande. Está tratando de moverse, pero no puede. Sólo está suspendido, trata de correr, tal vez quiere perseguir algo o a alguien, pero el espacio no lo deja continuar. Está encerrado en la imagen- luego pasó al reloj inclinado-. Ese reloj, ese de allí, está frenando el tiempo. Está congelado, no deja que éste avance, lo mantiene cautivo. Es como si su propósito fuera encerrarlo para conservarlo intacto- ahora el joven soltó un suspiro observando como la caja tomaba su forma-. Y esa caja... Esa caja lo dice todo. no hay algo que pueda escapar de una caja. Encerrado y sin salida, sin respiro- volvió a acercarse a la mesa y a apoyar los codos en ésta-. ¿Será que estoy en lo cierto?- preguntó más para sí que al hombre que tenía en frente.
Elton observó repetidas veces la imagen y pudo notar que lo que Marshall explicaba tenía sentido. Si se lo rotaba para la izquierda era un cisne, a la derecha la forma de un ciervo corriendo, de frente el reloj torcido y por ultimo la caja, en una esquina de la foto. Nunca nadie había logrado describir algo así, menos una persona con problemas mentales. Pero eso no significaba nada malo, todo lo contrario. Si podía explicar el encierro en estas cuatro figuras, podía describir otras más cosas.
Obviamente las personas interpretaban las imágenes de distintas maneras, pero varios puntos coincidían.
Elton veía lo que pensaban a través de esas imágenes, ellos lo expresaban sin darse cuenta. Creían que solo eran fotos que sacan de Internet.
- Correcto, crees que esto significa encierro...- sacó otra imagen- ¿Qué me dices de ésta?- preguntó curioseando en la mente del joven.
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Marshall comía tranquilo en su habitación. Ésta vez había comenzado a llover.
Llovía demasiado, casi a chaparrones. Algunos truenos lo tomaban por sorpresa, pero él seguía tomando su sopa en su habitación.
Las nubes blancas cargadas de agua ya cubrían el cielo. Y más allá de que le fascinaba la lluvia, Marshall solo pensaba en la niña. Esa niña que vivía a dos calles de su casa, y que sonreía esplendorosamente. Para él ahora solo estaba ella en su cabeza, quería verla de cerca y decirle que no estaba loco. Que esa niña abundaba en su mente. Pero no podía. ¿Qué pensarían de él?
Había comenzado a sentir cierto cariño. Era algo fuerte que trataba de ocultar y mantener cautivo, pero ese sentimiento podía más.
Jamás lo había mencionado con Elton, su psiquiatra, y tampoco lo haría. Ya sabía lo que pensarían. "Tienes dieciséis años, ella debe tener siete". Desconsiderados. ¿Porqué hacían esto más difícil?
Sólo necesitaba tenerla para sí, que nada más ni nadie exista a su alrededor.
Eran las dos de la mañana, ¿quién iba a estar despierto a esta hora?
Marshall se acercó a la puerta y se detuvo frente a esta. Su mente progresaba lo que iba a hacer a continuación. No tenía nada en claro, pero tenía que arriesgarse. Este era el momento.
Trató de abrir la puerta con el presentimiento de que iba a estar asegurada con llaves, pero al primer intento ésta se abrió, dejando ver el pasillo levemente iluminado con velas. La luz se había cortado, pero él no lo sabía ya que estaba a oscuras en su habitación.
Caminó por el pasillo tratando de no hacer ruido con las zapatillas que llevaba puesta. Afuera hacía demasiado frío. Tenía una campera con capucha y sus manos en los bolsillos, un jean oscuro y una camiseta.
Cada vez se podía ver más de cerca algunas que otras velas en el comedor y en la cocina. El joven frenó para ver que no hubiera nadie. Lucile dormía en la silla, con una blusa y el delantal, posiblemente tenía frío. Marshall tomó una manta de la sala y se acercó hasta la chica. La tapó y apagó una de las tres velas que estaban sobre la mesa. Luego se acercó a la sala, en donde pudo ver que la puerta estaba sin llaves. ¿Se habían olvidado de cerrar también la puerta principal?
Marshall supo que había tenido suerte, todo estaba saliendo de maravilla. Cerró la puerta a sus espaldas y sintió como el viento helado le golpeaba el rostro.