Capítulo 7

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La lluvia seguía allí. No había cesado en ningún momento. Los árboles se sacudían con fuerza, las gotas golpeaban el suelo y a Marshall se le dificultaba ver a su alrededor. Pensaba que sería mejor volver dentro, pero no podía derrochar esta oportunidad porque sí. Había logrado salir de esa casa, de los medicamentos, de sus padres. Pero si pensaba en Elton podía sentir un poco de culpa, le había prometido quedarse y seguir con los tratamientos, pero no podía cumplir aquello. No podía hacer algo que lo agobiara por el resto de su vida. 

Comenzó a caminar en línea recta a sus pies, poco a poco pudo ver el bosque. Las copas de los árboles ya estaban inclinadas por el viento. Nunca había presenciado una tormenta tan destructiva. Parecía tener un tornado frente a él. 

Aunque estaba lejos aún, el joven podía ver con ojos esperanzados aquella casa. Tapó su cabeza con la capucha y se abrazó a sí mismo tratando de avanzar. Su cabello estaba muy mojado y algunos mechones se le pegaban al rostro. Tenía que seguir adelante si no quería que pasara el tiempo y se den cuenta de que no estaba. Necesitaba hacer esto antes de que amaneciera.

Siguió avanzando como le fue posible. Solo un poco más y ya podía ver la casa de madera levemente iluminada por unas farolas en el exterior. Allí, posiblemente durmiendo, estaba ella. No deseaba despertarla, solo quería llevársela, y eso haría.

Se acercó como pudo, pisando los yuyos que sobresalían del alambrado. Estaba todo oscuro y lo único con lo que podía guiarse era por la luz de la luna. Las pequeñas luces de la casa le daban ese aire acogedor que tanto le gustaba a Marshall. Si su vida fuera normal, quizá viviría en una casa así, con una familia feliz. 

Los pensamientos se producían en la cabeza del joven, interrumpidos por los truenos y relámpagos que se ocasionaban en el cielo. Las tormentas parecían más tranquilas desde su habitación, pero en realidad eran feroces. De todas formas, nada era lo que parecía desde allí arriba.

Se acercó a la puerta trasera de la casa y se adentró moviendo un alambre en la cerradura. Se coló sin problemas a la casa de la familia y lo primero que pudo ver fueron las sillas alrededor de una mesa redonda de madera. La cocina estaba impecable, casi reluciente. Parecían ser muy cuidadosos con las cosas del hogar. Siguiendo la puerta estaba el pasillo, en el que de frente te encontrabas con la habitación del matrimonio, descansando plácidamente. Más a la izquierda estaba ella durmiendo. Eran las tres y media de la mañana. La niña soñaba en su habitación. Mientras ellos disfrutaban del descanso, Marshall planeaba arruinarles el sueño.

Caminó sin demoras hasta el cuarto de la jovencita, decidido. Sus planes no podían ir mejor. Al llegar se encontró con la pequeña en su cama, con una mesita a su lado y una lámpara rosa encendida. Tan adorable, tan inocente. 

Marshall se concentró en lo que debería hacer. Vio sobre la silla una mochila y la tomó, luego se acercó al ropero y sacó algunas ropas, un abrigo, zapatillas, y una gorra. La pequeña estaba en pijamas. Hacía mucho frío afuera y sabía que se enfermaría si no la abrigaba. Cuando cerró las puertas del mueble, sintió un ruido. 

- ¿Quién eres?- preguntó la niña sentada en el borde de su cama mirando a Marshall.

Él no respondió, no pensaba hacerlo. Ella esperaba una respuesta lógica, que ese tipo se largara de su casa y que si quería algo solo lo tomara y ya. 

- ¿Quién eres y qué haces en mi casa?- insistió la pequeña, atemorizada por el sujeto que tenía en frente.

Marshall se dio la vuelta, despacio. Casi no podía respirar. Sus músculos se tensaron ante la voz de la niña, esa voz dulce que oía siempre en su cabeza. Tragó saliva, sintiendo que no podía ni hablar por el nerviosismo. 

Se acercó de inmediato y le tapó la boca. La abrazó por la espalda y la levantó del suelo. Ella pataleaba, llorando desesperadamente. En cambio Marshall necesitaba que ella se calmara, sino no podía continuar. 

Salió al pasillo con la niña en sus brazos, solo tenía que doblar en la cocina y...

- ¿Qué estás haciendo con mi hija?

Ahora el corazón del joven se paralizó. Los nervios le subieron a la cabeza. Un trueno se escuchó y parecía ser lo que necesitaba para reaccionar. Un relámpago iluminó el rostro del muchacho y pudo ver al hombre que tenía frente a él. El sujeto que sonreía. El padre de familia que vio hace unos días en el jardín delantero con su hija jugando en los columpios. 

Ahora ese hombre estaba enfrentado a un muchacho de dieciséis años. Marshall rió. Tanto así que dejó ver en su rostro que estaba loco. La pequeña seguía pidiendo auxilio.

- Déjala- ordenó el hombre.

Se acercó a Marshall con un cuchillo, dispuesto a matarlo si hiciera falta, pero éste fue más rápido. Tomó una silla y se la arrojó en la cabeza. El golpe lo desmalló. Las manos le temblaban y su rostro ardía. Saldría de allí cuanto antes, no tenía que perder más tiempo. El joven corrió con la niña en brazos hasta la salida. La mochila colgaba en su hombro. Todo lo necesario estaba allí. 

Ahora solo quedaba una cosa. Huir.



MarshallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora