Capítulo 11

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Marshall se sentía como si fuera a explotar. La noche anterior había sufrido nuevas pesadillas, habían vuelto las voces que lo obligaban a hacer cosas que él no quería. Justo a las cinco de la mañana tuvieron que llamar al médico psiquiatra para que medicara al hijo de los Derricks en una de sus peores etapas. Simplemente charló con él y le mandó unas pastillas que lo dormían y relajaban para así evitar este tipo de inconvenientes. Elton ofreció cuidar de Marshall, pero los padres insistieron en que no querían preocuparle y mucho menos darle trabajo. El chico apreciaba a su doctor aunque en ocasiones solía sacarle de quicio con sus preguntas. Y Elton quería lo mejor para su paciente más joven y delicado.

Marshall había salido de su habitación a las seis de la madrugada, sonámbulo y diciendo cosas sobre la casa de al lado, cosas que sus padres no escucharon desde su habitación. Estuvo media hora dando vueltas por la casa cuando su padre escuchó un vaso quebrándose y salió disparado pensando que sería un ladrón, pero fue peor la sorpresa cuando vio a su hijo trepado al mueble a punto de caerse sobre la mesa. Lo sostuvo a tiempo antes de que este cayera y muriera de un susto grande. Marshall no se enteró de nada de lo que pasó entonces y al día siguiente Beatrice insistió en llamar a Elton nuevamente para quedarse tranquilos.

 Marshall no se enteró de nada de lo que pasó entonces y al día siguiente Beatrice insistió en llamar a Elton nuevamente para quedarse tranquilos

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‒ ¿Cómo te sientes?‒ preguntó el hombre mirando fijamente al chico a través de sus lentes.

‒ No lo sé‒ respondió observando el piso o más bien los zapatos bien lustrados de su médico.

‒ ¿Tomaste las pastillas que te receté?‒ interrogó cruzando las piernas y acomodando su espalda en el respaldo de la silla.

Asintió con un gesto que Elton no pasó desapercibido.

‒ Marshall, ¿tomaste las pastillas?‒ insistió buscando la mirada perdida del joven.

‒ Sí‒ contestó mirando con arrogancia al hombre.

‒ Bien. ¿Cómo van esas voces?

‒ Desaparecieron con las pastillas‒ sonrió burlón. Él sabía que mentía. Y también sabía que no debía. Pero solo quería saber si sobreviviría sin ningún medicamento de los que lo obligaban a tomar.

‒ Que avance niño, espero que esto perdure. No dejes de tomarlas.

‒ Así es. ¿Cómo va su trabajo?‒ preguntó Marshall sintiendo que era su turno de hacer preguntas.

Elton Jobs rió.‒ No vine a hablar sobre mí joven, es sobre ti. Pero si te interesa, va bien hasta el momento‒ respondió encogiéndose de hombros.

‒ Oí que se irá de viaje, de vacaciones más específicamente‒ continuó Marshall sin dar importancia a lo que el hombre le dijo.

Elton frunció el ceño desconcertado.‒ Sí, necesito un descanso, pero antes de irme dejaré un par de cosas para ti.

‒ ¿Más pastillas?‒ rodó los ojos.

‒ No, algo más que eso‒ sonrió sintiendo que de una forma u otra aliviaría la tensión que el joven tenía, porque sabía que odiaba las pastillas.

‒ Entonces, ¿piensa decirlo?‒ preguntó curioso.

‒ Aún no, tienes que esperar‒ dijo y dio por terminado el tema.‒ Vamos a hablar sobre ti. ¿Sabes acaso que eres sonámbulo?

‒ Sí, pero eso cuando era un niño‒ contestó negando con la cabeza.

‒ Tú... Marshall sigues siéndolo. Ayer fuiste hasta la cocina y casi caes sobre la mesa al treparte del mueble‒ se sacó los anteojos y juntó las manos sobre su regaso.

Marshall carcajeó‒ ¿En serio?‒ cambió su semblante de una manera brusca.

‒ Tendrás que hacer un tratamiento‒ sacó su libreta de su portafolio y comenzó a anotar.

‒ ¿Por qué me hace esto?‒ dijo con voz firme y mirando a través de la ventana.

‒ ¿Hacer qué, Marshall?‒ frunció el ceño sintiendo pesar por el chico.

‒ ¿Por qué tiene que hacerme tomar todas estas cosas?‒ contestó con voz quebrada.‒ ¿Acaso no se da cuenta que me está haciendo daño?

‒ Marshall, escúchame‒ hizo que el chico lo mirara fijamente a los ojos‒, no te obligaré a tomar las pastillas, no te obligaré si tú no quieres hacerlo. No quiero hacerte sentir mal, sólo lo hago por tú propio bien y tú salud.‒ contestó a las preguntas con un nudo en la garganta. Nunca ningún paciente le había sido tan sincero.

Marshall borró instantáneamente una lágrima que se asomaba en sus ojos. Él ya estaba cansado de todos los médicos y al único que le había dicho lo que sentía era a Elton Jobs, su psiquiatra más serio y considerado.

‒ No te sientas mal, eres un chico fuerte y sé que vas a salir adelante, pero hazlo aceptando a la gente que quiere ayudarte de verdad.‒ agregó Elton‒ De verdad yo quiero ayudarte a salir de esto.

Antes de que se fuera, Elton se giró a ver a Marshall quien miraba la ventana detenidamente‒ Una última cosa Marshall. Yo no nací ayer, no has tomado nada.‒ culminó la conversación saliendo de la habitación y dejando al joven con un pulso agitado.


Esa misma noche Marshall salió de su habitación sin que sus padres lo vieran y con la suficiente seguridad huyó de su casa. No quiso mirar atrás. Ahora él llevaría a cabo lo que había estado planeando hasta ese momento.


MarshallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora