Capítulo 4

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Era martes, faltaba una hora para que llegara la profesora Nancy Adamson. Esta era una señora adulta y petiza. Tenía canas y un poco de relleno, su nariz respingada y un rostro redondo. La apariencia causaba gracia a Marshall. La mujer era demasiado estricta y con tan poca paciencia hacia el joven que a veces le daban ganas de tomar sus cosas y desaparecer de la casa. Pero no lo hacía por el sueldo, le pagaban demasiado bien en este trabajo.

Como ya dije, faltaba una hora para que llegase y Marshall se rehusaba a tomar la pastilla. Se negaba a abrir la boca y eso ponía los pelos de punta a Beatrice. La madre del joven no aguantaba las rebeldías y actitudes de su hijo.

- ¡Marshall Derricks, toma las malditas pastillas!- protestó la mujer.

- ¡Déjame tranquilo!- se sacudió molesto.

- Bien. No las tomes, pero aguántate los retos de Nancy y verás cómo esa vieja no te soporta- cerró la puerta de un portazo.

Marshall se acostó en su cama. Luego se acercó a la ventana y como todos los días observaba la pequeña casa a lo lejos. Esa casa oscura en la que siempre había gente y el joven se preguntaba cómo hacían para vivir en un lugar así.

Él siempre soñó con estar allí, pensaba que era más divertido que pasar todo el día encerrado y sin hacer nada. Ya no soportaba a sus padres y las locuras que habían en esta casa. Por si fuera poco tenía que aguantar que lo trataran como un bebé. ¿Qué había de malo en pensar en la sangre y los animales? Eso era lo que lo agobiaba.

Entonces una luz se encendió en su loca mente.


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El timbre sonó como tres veces. Beatrice se acercó a la puerta rezongando.

- Buen día Sra. Adamson- sonrió alegremente al ver a la anciana frente a la puerta.

- Buen día- respondió con voz seca entrando a la casa.

- Llamaré a Marshall, ya vuelvo- corrió escaleras arriba.

Golpeó repetidas veces la puerta. Marshall estaba durmiendo en ese momento, no quería ver a nadie y había estado rogando para que la vieja no se apareciera por allí.

- Ya voy, ya voy- protestó abrochando su camisa mientras bajaba.

La señora observaba detenidamente todos los ángulos de la casa, como solía hacer todas las semanas. Al escuchar los pasos se rotó rápidamente.

- Hola pequeño.

Marshall no dijo nada.

- Siéntate, traje mucho para enseñar- sonrió con amargura.

Todo el rato se lo pasó bostezando y escuchando como la señora hablaba y hablaba sin parar

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Todo el rato se lo pasó bostezando y escuchando como la señora hablaba y hablaba sin parar. La mujer le preguntó si había leído los libros que le había dejado, y sí lo había hecho, pero solo respondía que no para ver como se enojaba y echaba humos ya que eso le resultaba gracioso.

Los últimos cinco minutos parecieron eternos. Nancy se despidió sonriendo agotada y rezaba para que el día viernes nunca llegara.

El el momento en que se fue, Marshall decidió volver a su habitación. Pero en las escaleras comenzó a sentir voces. Esas voces aparecieron y no lo dejaron avanzar. Susurraban entre ellas cosas que el muchacho no entendía. Tomó su cabeza con ambas manos y sin control cayó de rodillas al piso. Luego no sintió nada más que los gritos de Lucile y su madre.

El pitido de una máquina fue lo primero que pudo oír Marshall

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El pitido de una máquina fue lo primero que pudo oír Marshall. Fue abriendo lentamente los ojos. Su madre conversaba con un doctor fuera de la sala, Lucile estaba a su lado y Nicholas se encontraba en una esquina.

¿Que le había ocurrido? Todo parecía desconocido pero conocido a la vez. Él ya había estado en este lugar, en esta situación. Pero a la vez parecía como si nunca hubiera visto a estas personas y como si en este momento no se encontrara allí.

Trató de sentarse, pero un dolor agudo recorrió toda su columna hasta su cabeza y lo obligó a acostarse. Gimió de dolor y su padre se acercó hasta él.

- ¿Qué ocurrió?- preguntó a su lado.

Tardó en dar una respuesta, no sabía cómo explicarlo sin mencionar las voces de su cabeza- Fue extraño, no lo recuerdo bien- contestó fregando su frente.

- Entonces no lo recuerdas- hizo una pausa-. Mira Marshall, los médicos tratan de encontrar lógica a la situación, ¿cómo es que pasó esto?- insistió caminando de un lado a otro en la habitación.

No dijo nada. Esperó a que su cerebro mandara señales, pero nada. No tenía ganas de soportar a sus padres interrogándolo.

- No lo sé- respondió.

Nicholas bufó. Beatrice vió que su hijo había despertado y entró rápidamente.

- ¡Cariño!- sollozó- ¿Cómo te encuentras? No sabes lo que fue para nosotros esto- abrazó a Marshall con fuerza, con necesidad.

El amor de ambos padres no podía ser puesto a prueba. Ellos amaban tanto a Marshall que harían cualquier cosa por su bienestar. Pero eso era imposible para el muchacho.

Lucile solo miraba desde afuera cómo ocurrían las cosas. Marshall le sonrió al verla, apreciaba que solo observara de lejos.

La familia Derricks volvía a su hogar luego de un día en el hospital

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La familia Derricks volvía a su hogar luego de un día en el hospital. La autopista se iba desolando al pasar los kilómetros. No andaba mucha gente en las calles y eso era algo que inquietaba a Marshall, no ver gente. Desde que estuvo encerrado en su habitación no había salido y esta era una oportunidad para encontrarse con la mirada de las personas que rogaron su encierro.

La casa quedaba a las afueras de la ciudad, aproximadamente a unos veinte kilómetros caminando. Vivían frente a un bosque al que no podaban desde hace años. Pero a pesar de la oscuridad o de la desolación que había en el lugar, la casa Derricks iluminaba y su apariencia era cálida.

Se acercaban cada vez más y Marshall estaba aburrido de ver siempre calle y árboles. Pero algo llamó la atención del muchacho. Una casa. La casa que él mismo veía desde su ventana en su habitación. Tardó en reconocerla aunque lo dudó al principio. El techo era de paja y sus paredes de madera, de apariencia humilde. Todo lo contrario a la casa de Marshall. El tiempo pareció congelarse al ver la vivienda. Una niña jugaba en el jardín y su padre corría a buscarla, no estaba su madre. La niña era hermosa. Con ojos saltones y cabello largo. Tan adorable que tocó el corazón del joven que pasaba en un auto costoso.



MarshallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora