Capítulo 3

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Ya todo daba igual. Volver a empezar. Un doctor y un enfermo. Ahora ya no importaba nada.

¿Sabes lo que es tener voces en la cabeza? Eso sentía Marshall. Además de ser diagnosticado como un psicópata, también le detectaron esquizofrenia. Las voces lo acorralaban y no lo dejaban escapar. Normalmente ocurrían de noche, cuando no se escuchaba nada más que el viento golpeando en la ventana. Se disfrazaban de mujer, de hombre, de niños. Muchas veces era una niña. Una voz dulce pero que volvía loco a Marshall. Rogaba que paren, pero no lo hacían. 

Ahora habían acabado, o eso pensaba. Hacía tres noches que no habían aparecido.

Elton dio por perdido el día y terminó yéndose de la casa Derricks. Marshall pasó el día en su habitación, encerrado y mirando a través de la pequeña ventana. Beatrice había hecho prometer al doctor que volvería, y el cumplió su promesa. Ya había pasado un mes desde el encuentro de doctor y paciente. Ahora se podía decir que Marshall hablaba un poco con más libertad, ya sea para insultar, responder, y opinar. Obviamente salteaba las partes en las que preguntaban acerca de las "voces" y los pensamientos del joven. 

Ya poco le importaba que sus padres supieran acerca de sus problemas, era obvio que no se interesaban por él. Eso creía Marshall y eso es lo que las diferentes personas creían. Pero para ambos padres lidiar con un chico enfermo no era nada fácil. 

Todo comenzó a los cinco años. Marshall siempre fue un niño alegre y considerado con los demás. Es más, se preocupaba más por las otras personas que por él mismo. Una tarde como cualquier otra, mientras los niños jugaban en la plaza, Marshall observaba atentamente los movimientos de un gorrión que se posaba en los distintos árboles. Cualquiera pensaría que estaba loco en seguir a un pájaro entre tantos iguales que se encontraban allí, pero se equivocaban. Para el pequeño ese no era cualquier pájaro, éste tenía un pequeña mancha en su ala derecha que para el niño no pasaba desapercibida. Para Marshall éste pájaro estaba fallado. Por esta razón, se acercó sigilosamente mientras el gorrión comía unas pequeñas migas de pan en el suelo y con su pequeña mano lo tomó del ala y comenzó a sacudirlo con fuerza y a empapar su mano con sangre y lo llevó corriendo a sus padres quienes se divertían mirando cómo un pintor hacía un cuadro en público. Al ver a su hijo con un ave muerta se sobresaltaron y lo sacaron inmediatamente de allí, pero esta vez lo vieron unos cuantos presentes. Las miradas siguieron a estas tres personas hasta que subieron al auto y volvieron a su hogar. Inmediatamente lo cuestionaron. Marshall no entendía cómo sus padres podían retarlo al ver que había sacado a un pájaro fallado del mundo. Ahora era tiempo de que sus padres se preocuparan.

Pero esto no es todo. Al cumplir sus doce años, Marshall comenzó a ser acosado y maltratado por sus compañeros de clases. Él no hacía nada al respecto, sólo se limitaba a estrangularlos en su mente mafiosa. Pero en cierta ocasión lograron colmar la paciencia del pequeño loco. Un niño al que le encantaba molestar a los demás puso en juego su propia vida al tomar las pertenencias del joven y arrojarlas a la calle. No será la gran cosa para algunos, pero las cosas de Marshall eran valiosas para él. Por esta razón, mientras todos se estaban yendo del colegio, Marshall siguió al chico hasta su casa y al ver que tenía un gato en su jardín, lo arrojó a la calle mientras los autos circulaban. Creo que ya no quieren saber lo que pasó. En todo caso diré que el pequeño pasó llorando todo el año por su mascota e hizo un funeral para el felino. Los padres al escuchar la tragedia supieron inmediatamente que esto lo había ocasionado Marshall y no otra persona, ni siquiera el gato escapando ya que estaba atado al jardín en ese momento. Todo aclaraba que Marshall tenía una loca y maniática obsesión con los animales y la muerte que debía ser tratada. 

Un año después, cuando Beatrice y Nicholas creían que todo había pasado, se llevaron otra sorpresa. Cierto día llamaron a la casa Derricks pidiendo que retiraran inmediatamente a Marshall del colegio. Cuando llegaron, les explicaron lo que había ocurrido. El chico había derramado sangre en el escritorio de la profesora y había manchado con esta a todos los compañeros de clase. El único sin tacha era Marshall, y una niña admitió verlo hacer tal cosa. Ese día las clases fueron un caos. Todos los niños lloraban. Pero Marshall sonreía satisfecho. Ahora los padres se atemorizaban al ver al pequeño Derricks circulando por las calles. Beatrice decidió sacar a su hijo del colegio y contratar a una profesora particular. 

Adentrándose a los catorce años, Marshall comenzó con las sesiones de algunos especialistas. En una de las primeras consultas, diagnosticaron a Marshall como un psicópata. Ya no iba a la escuela, todos comenzaron a rechazarlo y las clases estaban programadas para dos días a la semana, los martes y viernes. 


MarshallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora