Capítulo 19

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El cielo comenzaba a dibujar como un paisaje los colores del atardecer. Los árboles llegaban a lo más alto y estorbaban la vista, pero Beatrice solo miraba hacia abajo. Sus ojos se cerraban, estaba cansada. Nicholas la contenía en sus brazos enredando sus hombros con ellos y la consolaba con dulces palabras de aliento.

– No dudes cariño– le susurró al oído lo que solo ella podía escuchar–, la duda es la mayor amenaza para el hombre.

Beatrice asintió concordando con su esposo.

– Marshall es mi peor amenaza. Ese pequeño me arruinó el futuro con sus locuras– dijo alejándose de él para verle directo a los ojos, algo que intimidó al hombre–, pero aún así lo quiero. No sé porqué todo lo que él hace me hace pensar que puedo ser mejor madre, qué podría hacerlo mejor– agrega con sus ojos humedecidos y a punto de soltar un par de lágrimas.

– ¿Sábes como se llama eso?– preguntó con una pequeña sonrisa y pasó su pulgar por la mejilla de su esposa con cariño.

– ¿Resignación?

– Amor.

Beatrice rió sintiéndose patética.

– El amor de una madre es y será el más puro de todos. Amas a Marshall, igual que yo, y eso es lo que te incentiva a cuidar de él a pesar de los problemas.

Nicholas tenía razón, estaba en lo cierto y ayudaba en gran manera a calmar los nervios de Beatrice. Aquella mujer sentía que el mundo se le venía abajo, que todo lo que creía perdido podía empeorar aún más.

Aún así Beatrice no daba el brazo a torcer y seguía negando con la cabeza mientras sonreía, cuando en realidad quería llorar.

– Últimamente nada es tan puro como esto– dijo señalando con sus manos el entorno que los rodeaba–. Esto, Nicholas, es lo que existe. No hay nada más real que este infierno– agregó con furia.

El sentimiento de insuficiencia se encarnaba en su ser y la abrigaba como una sombra. El hombre la miró desolado, su amada esposa se estaba dejando ir. Se estaba rindiendo y eso era lo último que necesitaban.

– Basta. Deja de decir esas cosas– insistió tomándola por los hombros y agitando su cuerpo para que reaccionara. Le dolía. Le dolía mucho.

Al fin y al cabo se trataba de su esposa.

Pero no dijo nada y comenzó a llorar desconsoladamente en los brazos de Nicholas como si él fuese ese rayo de luz que veía a lo lejos. Anhelaba sentirse segura de nuevo. Ambos habían pasado una situación desastrosa y difícil y se estaban recuperando del naufragio, y ambos sabían que ésto podía tratarse de la gota que rebalce el vaso y ponga fin a su largo matrimonio.

Los minutos pasaban lentamente. El matrimonio seguía respirando el mismo aire fundidos en un abrazo bajo el mismo cielo que a unos kilómetros albergaba a su hijo. Cada cual miraba distintos puntos pero pensaban lo mismo. Se preocupaban enormemente por Marshall, y veían a su alrededor el trabajo de los oficiales como hormigas trabajadoras.

Era de noche. La luna los acompañaba en aquella oscura noche y les recordaba que cada segundo que pasaba se alejaban más de la verdad.

Uno de los uniformados apareció entre los árboles y se acercó a ellos a paso normal. No lucía agitado ni nervioso, solo caminaba con sus manos a los costados y una de ellas sostenía el arma en su cinturón.

Se detuvo a su lado con el semblante serio y extendió la mano a ambos saludando amablemente. Tenía que decirles algo, eso era obvio.

– ¿Encontraron algo más?– dejó salir de inmediato Beatrice acercándose más a él. Nicholas puso una mano en su hombro y le dedicó una mirada para relajarla.

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⏰ Última actualización: Jun 25, 2020 ⏰

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