Acercamiento inesperado

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Semana treinta y cuatro de embarazo. Mansión Mills. Domingo. 21:00

Regina se tragó un sorbo de su té y cerró brevemente los ojos suspirando de satisfacción. Al girar la cabeza hacia la rubia, dejó correr distraídamente sus dedos sobre las pantorrillas que esta había posado sobre sus rodillas. La morena sintió cómo Emma se estremecía mientras su rostro no expresaba nada más que una profunda concentración.

Se mordió el labio mientras observaba a la joven recostada en el sofá; nunca se hubiera imaginado, algunos meses antes, que llegarían a estar donde estaban.

Su tarde no puede ser más banal, y sin embargo, nada podría haber hecho a Regina más feliz. Intentó concentrarse en el programa que ponían en la tele, pero no podía evitar desviar sus ojos hacia la rubia. Emma fruncía regularmente su nariz de una manera que la Reina encontraba secretamente adorable mientras rodeaba algunos nombres en el libro de nombres que estaba hojeando.

«¿Qué piensas de este?» preguntó la rubia mostrándole a Regina un nombre que acababa de rodear «Quiere decir "ser amado"» añadió mordisqueándose el labio inferior.

Por la mirada de su compañera, Regina comprendió inmediatamente que ese nombre era el que prefería en mayor medida. Lo repitió varias veces en voz alta bajo la mirada inquieta de Emma antes de que una ligera sonrisa se dibujara en sus labios. Sonaba un poco como "Emma" y "Henry" al mismo tiempo. Una magnífica combinación de las dos personas que más amaba en el mundo. Era perfecto.

Martes. 15:00. Mansión Mills

Regina llevaba tres horas dando vueltas en su casa como león enjaulado. Había hecho la limpieza, la colada y acababa de terminar de hacer la lasaña para la cena. Se sentía terriblemente inútil y rabiaba por no poder ir a trabajar.

En efecto, Kathryn había aparecido en su despacho esa mañana temprano decretando que la reemplazaría todas las tardes hasta el nacimiento de su hija. Por supuesto, la Reina había protestado; estaba embarazada, no discapacitada. Pero la rubia no le había dado elección, amenazándola incluso con llamar a Gold si no cooperaba.

Regina sospechaba que Emma no era ajena a todo ese circo. De un tiempo a esta parte, la sheriff se mostraba cada vez más preocupada por su estado de salud; la llamaba varias veces en una hora solo para tener noticias suyas. La morena mentiría si dijera que no se sentía un poco agobiada ante ese comportamiento sobreprotector, pero sería también mentir si dijera que no le gustaba.

El ruido del timbre interrumpió el hilo de sus pensamientos. Frunció el ceño, preguntándose sobre la identidad de la visita, y se frotó las manos en el delantal antes de quitárselo e ir a abrir la puerta.

«Señorita Lucas...» constató secamente revirando los ojos «¿A qué debo este disgusto? ¿Tiene otras revelaciones susceptibles de arruinarme mi vida quizás?»

«Necesito ayuda» declaró Ruby moviéndose nerviosamente

«Emma no está»

«Lo sé, es por eso que estoy aquí. Necesito su ayuda, Regina» la joven loba tenía una expresión de completo pánico y no dejaba de mirar a su alrededor como si temiera que alguien la sorprendiese.

«¿Y por qué diablos la ayudaría yo?» preguntó la Reina, una mano en la cadera y una ceja arqueada

«Yo...» Ruby bajó la mirada, después sacudió la cabeza «No lo sé» suspiró casi tímidamente «Pero es la única en quien puedo confiar para esto»

Regina observó un momento a la joven antes de revirar los ojos y separarse un poco para dejarla entrar.


Quiero un bebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora