Capítulo 1 - ¡Me lo quedo!

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Las pijamadas es algo normal en las amigas, ¿cierto? Pues nosotras somos 4 sensuales chicas que van a celebrar un cumpleaños, el mío para ser claros, en casa de Vanessa.

Vivimos muy lejos todas y cuesta tanto reunirnos por nuestros diferentes compromisos de trabajo, estudio, familia y lo principal, falta de organización. Empezando por mí, que soy la que más lejos vive de nuestro grupo de cómplices. Claro, si tuviera un carro el camino sería mucho más corto, pero es que pasar cuatro horas en diferentes autobuses para llegar a la gran ciudad no es algo que se me antoje hacer todas las semanas, honestamente, ni todos los meses. Es por eso que hoy, por ser tan tarde ya y la ciudad peligrosa para andar en bus, su hermano y ella irán por mí hasta el centro.

Está todo completamente oscuro y tengo miedo de sacar el móvil por la zona en la que me encuentro, pero me veo obligada a hacerlo para poder encontrarme con ellos. Madre mía. Vanessa me ha metido 4 llamadas perdidas. Debe estar un poco... ansiosa.

—Hey, Vane. ¿Por dónde están? He dado vueltas por el parque y no los veo.

—Hasta que respondes, Val. Estamos frente a la estación del metro, a la izquierda. —Responde en un tono que no distingo si es emoción o exasperación, quizá sea la mezcla de ambos.

—Oh... Ya va, ya va. Dame dos minutos. ¿Vienes con tu hermano? —pregunto mientras mordisqueo mi pulgar por los nervios.

—Lo prometido es deuda. —Escucho su risa.

—No soy Patch, pero te veo en un minuto. —Reímos juntas.

Camino hacia la dirección que me indicó y veo el auto. No sé por qué me siento nerviosa. He bromeado respecto a su hermano, pero es un niño ante mis ojos y no me gustan los niños. No debería ponerme nerviosa. Ella sale del coche en cuanto me ve.

—¡Holaaa! —Corro a abrazarla— ¿Cómo estás?

—Bien bien... ¿Y tú?  —Este es como uno de esos saludos automáticos en los que ya conoces la respuesta, porque hablamos 24/7 de todos nuestros líos y emociones como para no saber cómo estamos. 

—Bien. —Respondo dando una miradita al chico dentro del auto. Entro y me siento en el asiento que queda justo atrás del de Vanessa. Es inevitable guardarme mi risa cuando ella nos presenta.

—Mateo, ella es Val.  —Sé lo raro que debe parecer que no conozca al hermano de una de mis mejores amigas, pero de nuevo, vivimos tan lejos y nunca había coincidido con él las pocas veces que he estado en su casa. Además de eso, la mayoría de veces nos encontramos en restaurantes, eventos, fiestas, incluso en estudios de televisión, su casa es el lugar en el que menos nos reunimos. 

—Val, él es Mateo. —Alza la barbilla hacia su hermano con cierto desdén. 

—¡Holaa! —Nos saludamos e inmediatamente me voy a mi celular para escribirle a Vanessa lo que no puedo decir frente a él. Mateo por su parte se enfoca en el volante y enciende el auto para empezar nuestra pequeña aventura nocturna por la ciudad y sacarnos de esta zona tan poco segura en el que nos encontramos.

¿Por qué no me dijiste que tenía ese cuerpo? *lunita negra*

WTF? Está feo. Te lo podría regalar y así ya no me joderá.

¡Me lo quedo!

Mateo me ve por el retrovisor y sé que es porque el estúpido teléfono nos traicionó y si no alcanzó a leer la conversación por el vidrio de la ventana, al menos sí intuye lo que estamos chateando entre nosotras es algo de él, porque de lo contrario hablaríamos como la gente normal hace cuando están frente a frente. Bloqueo mi celular y me deslizo por el sillón hasta quedar fuera de su vista. Y solo escucho a Vanessa reír por lo bajo. Mateo arranca el auto y nos introducimos en el tráfico nocturno. 

No entiendo cómo es posible que no lo conocía. Bueno, nunca está en casa. Pero... Dios!!!! Está buenísimo y... saco el móvil de nuevo.

Maneja malditamente sexy. *lunita negra*

Se enciende la radio y aunque no conozco la canción que empieza a sonar, dice algo acerca de Cartagena y tiene buen ritmo, a pesar de no ser mi tipo de música.

Diiiuuuggg.

Reí de nuevo. Sé que para ella esto es incómodo, es por eso que la molestaba incluso antes de conocerlo. Mateo empieza a cantar y hago un gesto viéndolo al mismo tiempo que él me ve por el retrovisor. Maldición. Giro la cara hacia la ventana y trato de hablar lo menos posible el resto del camino, pero sí viéndolo de reojo cada 30 segundos porque eso es inevitable. 


Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora