Capítulo 39 - Malas noticias

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–Si no me vas a dejar dar opciones para el nombre de mi sobrina, por lo menos quiero que tengan la dignidad de darle un buen nombre –refunfuña Vane. 


Está pasando la tarde conmigo, en los últimos días me visita más de lo normal, tengo el presentimiento de que Mateo está involucrado porque hace un par de semanas me decía lo preocupado que pasa en el trabajo sabiendo que estoy sola y puedo necesitar algo, o el parto puede adelantarse, entre mil ideas que se le ocurren. Traté de calmarlo, pero sospechosamente Vane empezó a aparecerse por las tardes. Ventajas de ser maestra y tomar un trabajo bien pagado que dura medio día y la ventaja mía es que puedo trabajar desde casa hasta que llegue el momento de tomar mi licencia de maternidad.


–La verdad es que no tenemos idea de cómo nombrarla, en estos días haremos una lista para ir descartando nombres –respondo antes de meterme un bocado de ensalada rusa a la boca. Es mi antojo de la semana. Toda la vida he sido antojada y el embarazo me ha duplicado los antojos que me dan. Desconozco si a las demás embarazadas les sucede igual, pero yo soy del tipo que antoja algo tanto que lo come una y otra vez durante al menos cinco días y luego lo aborrece. La peor cosa que he antojado han sido frijoles bañados en kétchup y mayonesa, ahora me basta con pensar en eso para querer devolver todo lo que he comido.


Es increíble que nuestra hija esté a tan solo unas semanas de nacer y nosotros aún no tengamos idea de qué nombre le daremos. No es que no hayamos pensado en nombres, es más bien que no nos decidimos y tampoco queremos involucrar a los demás miembros de la familia, creemos que lo mejor es que siendo nuestra hija, seamos nosotros quiénes debemos pensar en ello y decidir, aunque eso nos esté llevando demasiado tiempo.


Recuerdo que una tarde de domingo nos pusimos a revisar páginas y páginas de internet para ver si algo nos gustaba y los nombres que la gente suele sugerir están más feos que los que se les ocurren a nuestros familiares y amigos. Así que estamos esperando que da algún modo nos llegue el “nombre ideal”. Aún no estamos seguros de querer que nuestra hija lleve solo uno o dos nombres. Supongo que en el momento lo sabremos. 


Mi celular suena con un mensaje de Selene. Es una foto. Una foto de Mateo en una cafetería con Sandra. 


Selene: Tengo una cita de trabajo aquí y mira con lo que me encontré, no sé si hago bien enviándotela, pero soy incapaz de tragarme algo como esto. ¿Te dijo que la vería?


No, no me lo dijo. Frunzo el ceño ante la foto, aparentemente solo están hablando. No siento celos, siento preocupación. Llevamos meses sin saber de Sandra, lo último de lo que nos enteramos fue que se había ido a vivir con una tía suya lejos de la ciudad. 


–¿Qué te pasa? –cuestiona Vane pasando su mano por mi rostro para atraer mi atención. Volteo mi celular hacia ella para que pueda verlo por si misma. 


–Mateo está con Sandra en este momento –le explico seria. Sus ojos se agrandan en sorpresa. 


–¿Cómo? No, es que no puede ser. No entiendo, te juro que no entiendo –tira el resto de la manzana que se estaba comiendo en el bote de basura y vuelve a su asiento–. Voy a llamarlo. 

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora