Se me ocurrió que podíamos ir juntos a comprar decoraciones navideñas para mi nuevo apartamento. Solo quedan algunos días antes de que me traslade a la ciudad y quiero hacer de mi lugar algo acogedor. Amo la Navidad y hacer ese tipo de compras con Mateo pienso que sería realmente lindo, no parece del tipo Grinch.
Después de media hora preparándome y despedirme de mis amigas, a quienes apenas vi en este viaje, salimos rumbo al cine para ver la película de esa banda musical que ha trascendido por décadas. En el camino hacia el centro comercial improvisamos un pequeño horario en el que acordamos hacer mis compras navideñas, almorzar algo y yo quería que por la tarde fueramos a montar a caballo, pero Mateo no simpatizó mucho con la idea encargándose de refutar todos mis argumentos a favor así que decidí no insistir, de modo que ocuparemos ese tiempo en ir a ver algunos muebles para mi apartamento. Por último, hicimos reservación en un hotel de la ciudad, quisimos pasar la noche juntos de nuevo y lejos de los ojos de su madre y mis amigas, menos después de mí siendo toda llantos, ascos y dolencias.
Mateo me sube a la carretilla de compras y con un pie nos empuja por los pasillos de la tienda, las miradas de las señoras que aparentan pasar el día en la iglesia nos acusan sin necesidad de palabras. Mis risas deben resonar por todo el local cada vez que pasamos a punto de atropellar a alguien o tiramos algún artículo al suelo. Por suerte no hemos quebrado nada aún. Mateo se estira para tomar unos gorros de santa colocándose uno él y el otro a mí, seguido de eso se encuentra con un listón de esos que la gente normal usa para decorar sus árbolitos navideños y me envuelve él. Se sobresalta cuando grito para que detenga nuestro recorrido frente a unos cupcakes que me roban el corazón desde que los veo, son para colocarse en el arbolito, sin embargo me parecen tan divinos que quisiera comerlos. Tomo 4 paquetes de ellos. Ahora quiero unos para comer de verdad.
Seguimos viendo otros artículos mientras encontramos las series de luces que me hacen falta, pero es en el cruce de ese pasillo que de pronto veo los test de embarazo e inmediatamente un escalofrío recorre mi cuerpo. Pienso en los ascos, lágrimas inexplicables y hasta antojos. Dios santo, no puede ser. ¿Cuándo fue mi último período? Joder, Mateo. Siento la adrenalina invadirme. Él sigue hablando y nos seguimos moviendo, pero no escucho sus palabras. Tengo que tener un retraso porque hace mucho tiempo no sufro por cólicos.
-Es todo, Mateo. Vámonos -digo firme. Necesito concentrarme en recordar cuándo me toca o tocaba la menstruación.
-Val, ¿qué pasó? ¿son náuseas? -pregunta preocupado. Debo estar pálida de nuevo.
-Regresa al pasillo donde están las cosas de higiene, vamos a llevar algo más -le indico. Me conozco y no voy a recordar ese dato, lo mejor es salir de dudas. Mis manos están humedas. No quiero pensar en la cara de Mateo cuando vea lo que voy a tomar de esa estantería. A lo mejor y piensa que puede ser de Alonso, aunque él nunca me ha tocado. Maldita sea, no es posible que lleve un bebé dentro de mí. No ahora. Sería más prudente olvidarme de la prueba y seguir con mi día planeado, pero no puedo y finalmente Mateo es parte del problema, así que mejor hacer esto juntos.
-Muñeca, ahí no hay luces -dice confundido.
-No, pero vi algo y me acabo de dar cuenta que necesito una -estoy temblando. No es un hijo lo que quería en mi vida-. Ayúdame a bajar de esto -pido. Me levanta en brazos y con cuidado me ayuda a bajar los pies al suelo-. Vamos -digo guiándolo.
Veo las toallas sanitarias y tampones que se encuentran al lado de los test. No tengo idea cuándo fue la última vez que los usé, solo estoy casi segura de que ha pasado más de un mes desde entonces. Me volteo hacia Mateo.
-Escucha... joder, no sé cómo decir esto, es solo que... -tomo una prueba y al instante mis ojos se cristalizan. Mateo me abraza besando mi cabeza, mi cuello y soba mi espalda buscando darme consuelo.
-Lo sabía, muñeca. Lo descubrí esta mañana -habla por fin-, o bueno, lo empecé a sospechar, pero no quise causarte más estrés -acaricia mis hombros-. Hey, no llores, tenemos que confirmarlo antes -me consuela.
-¿Tú crees qué...? Dios, no puedo ni decirlo en voz alta, Mateo.
-No lo sé, Val. No tengo mucho conocimiento acerca de esto, pero te propongo algo. Vamos a pasar el día como lo teníamos planeado y mañana lo primero que haremos será ir al médico a que nos saque de dudas de una vez -sugiere.
No. Eso significa que me van a pinchar las venas y no lo voy a permitir. Prefiero hacerme cinco test que sentir una jeringa extraer mi preciado líquido rojo. ¿Puede mi ansiedad permitir que acabe este día sin conocer la verdad? Sí, sí puede. Confirmar el resultado cambiará mi vida por completo, así que está perfectamente bien disfrutar unas horas más de Val y Mateo sin una responsabilidad de por vida.
Asiento en respuesta. -Está bien, llevemos dos pruebas y las hacemos mañana, no quiero a un médico aún.
Me sonríe. -Como tú lo prefieras está bien para mí.
-Sí -confirmo-, me han dicho que si sale negativo hay que confirmarlo con la prueba de sangre, mas si el resultado es positivo no hay margen de error, menos con mis síntomas.
Sujeta mi mano. -Muñeca, no sé qué resultado arrojará el test, solo puedo decirte que no me arrepiento, ni lo haré de lo que ha pasado entre nosotros. Nada ha sido un error, ni siquiera el no usar condón, porque si la mierda de la pastilla falló, el condón también pudo haberlo hecho simple y sencillamente porque estábamos destinados a esto -la anciana que va pasando a nuestro lado suspira al escuchar sus palabras y me sonríe con ternura-.
Lo abrazo de nuevo. -No tengas miedo, Val. Estamos juntos en esto y no voy a dejarte sola. Te quiero tranquila y feliz por hoy, merecemos esto. Disfrutemos la incertidumbre. Sigamos con las planes, ¿aceptas?
-Acepto. Tienes razón en todo, es tan difícil aceptarlo, pero tienes mucha razón. Como leí alguna vez, las casualidades son las que cambian vidas... o algo así -reímos. Él toma mi mano y lo sigo para encontrar la carretilla que dejamos botada. Mi corazón da vueltas con cada caricia suya, con sus palabras y ahora con la actitud que tomó respecto a la situación. Él siempre tuvo razón, en esta relación la niña parezco ser yo.
Prometido y cumplido😊💕
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Quédate conmigo
RomanceCumplir 23 años no es precisamente como tener una fiesta de 15 o 18. No, de hecho es bastante aburrido si lo piensas. Estás cerca de vivir un cuarto de siglo. Todo es normal e insignificante hasta que mis amigas deciden festejarme y hacer pijamada...