II

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Manejando los cambios

Después de semejante día lo único que quiero es poder tirarme en la cama y dormir hasta mañana. Estoy ansiosa por ver que vamos hacer mañana, por toda la referencia que me dieron de Tyler pensé que sería peor de lo que se comporta.

Un déspota sin ningún tipo de sentimiento y además mujeriego. Repaso las palabras textuales que dijo mi compañera de instituto cuando le dije que me postularía; Pero la verdad, a mí solo me pareció que es un tipo que no le gusta que se comentan errores y que le gusta sentir a través de lo que hace y eso para mí es admirable. Abro la puerta del departamento esperando que mi compañera de casa ya esté ahí pero para mi sorpresa, no lo está.

El lugar es amplio, tiene ventilación y buena vista hacia la ciudad. Mi papá sabe escoger bien, siempre tuvo buen gusto. Me dijo que no quería que viera el lugar hasta que estuviera aquí, así que... una vez más tengo que darle el crédito por ser el mejor padre del mundo. Camino hacia la cocina y tomo un vaso para agarrar agua, me sirvo y el silencio comienza hacerse pesado a mí alrededor, a pesar de mi problema y de que no me agrada del todo la gente, no me gusta el silencio, siempre termina siendo algo que evito. Enciendo el televisor y me acomodo esperando conseguir algo para que ver. Es un poco tarde y sé que mi padre debe estar dormido pero quizás esté esperando que lo llame justo como dije que lo haría.

El teléfono suena unas dos o tres veces y a la cuarta escucho su adormilada voz y me siento apenada por llamarlo a estas horas allá.

- Ali. –Me llama de cariño- ¿Llegaste?

- Sí y al parecer no estabas despierto como dijiste que lo estarías. –Lo escucho reírse del otro lado entre un bostezo y la felicidad de escucharme.

- Bueno, siempre fuimos tú y yo en esta casa pero sin ti, es aburrido. El sueño me gano. ¿Cómo te fue? –Pregunta y yo dejo salir un sonido desde mi garganta haciéndole saber que estuvo bien. -¿Solo bien? –Insiste.

- Estuvo más que bien. –Le comento- Creo que no será tan complicado como me dijeron que lo sería.

- Me alegra, mi pequeña. ¿Cómo te sientes?

Oh sé a qué se refiere. –Estoy tranquila. –Creo.- Aunque aún no sé quien vive conmigo y eso no es algo bueno; tienes buenos gustos para los departamentos, papá, pero para escoger compañía siempre fuiste un asco.

Se ríe y aclara su garganta antes de responder. Es algo típico que hace cuanto tiene una buena respuesta. –Hija, no puedo tener todas las cualidades de un buen padre, sin embargo, estoy seguro de que te caerá bien la chica.

- ¿Al menos podrías decirme que hace de su vida? Porque te juro que si me cae mal, voy a tener que mudarme o matarla. Lo que pase primero. –Mi papá hace silencio así que mi alerta se activa y entiendo que eso no es una buena señal. – Joe Henderson, ¿Qué hace mi compañera de piso?

- Es... -suspira avergonzado y sé que hizo algo que no me va a gustar- Es enfermera.

¡Oh mierda! Lo sabía, sabía que no podía escoger algo normal para mí por más que lo intente.

- ¿Por qué? –Mi corazón comienza a latir fuerte.- Dios, ¿No podías escoger a alguien normal? Una cuidadora de mascotas por ejemplo. –Revoleo los ojos.- Ya es suficiente tener que convivir con mi carácter como para que aquí lejos de ti todavía quieras cuidarme.

- Siempre voy a querer cuidarte, Alaska. –Confiesa con una voz pasiva- Hija, fue pura casualidad pero sabía que te molestaría así que decidí que lo averiguaras por ti misma.

Diez Maneras De Odiarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora