Capítulo 18

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Axel se pasó una mano por el cabello. Mientras Emily estaba en la cocina preparando el desayuno, él esperaba a Teresa. Tenían muchas cosas de las que hablar y estaba muy nervioso por aclarar todo y saber por fin la verdad.

Emily se sentó en la sala. Delante de ella había una bandeja con dos tazas de café y muchas dulzuras, ella le sonreía con amor, vio que tomó sus manos y las besó.

—Todo va a salir bien —dijo Emily con sabiduría, como si sus ojos vieran el futuro— todo tiene una respuesta, hoy encontrarás la tuya.

El suspiró, pasó las yemas de sus dedos por las mejillas de Emily y apoyó su frente en la de ella.

—¿Que haría sin ti, mi amor? ¿Qué haría si no estuvieras a mi lado? —ella le sonrió con amor.

—Podrías enfrentarlo. Eres un guerrero.

—Tú eres mi pilar. En este momento, Teresa estaría despedida y yo moriría con la duda de mi identidad.

—Es tu derecho. Lo habrías hecho sin mí. Sé que lo habrías hecho.

—¿Tú crees? —preguntó él esperanzado— ¿Crees que lo habría hecho solo?

—Te conozco y te amo. Lo habrías hecho solo. Lo habrías hecho muy bien Axel...

Escucharon el ruido de una llave introducirse en una cerradura y Axel se puso de pie, evidentemente nervioso, tenía la cara pálida y la boca tensa. Cuando miró a Emily una súplica silenciosa brillo en sus ojos.

Teresa había llegado a casa. Era hora de saber la verdad.

Dejó las llaves en donde siempre y colgó el bolso, cuando llegó a la sala y los vio, una sonrisa se dibujó en su rostro, pero fue sustituida cuando Axel se acercó a ella.

Evidentemente la mujer se había dado cuenta que algo pasaba.

—¿Lo sabes? —preguntó Teresa.

—Dímelo tú ¿Es verdad? —preguntó con voz calmada y suave— ¿Eres mi mamá, Teresa?

Teresa bajó la mirada y tomó sus manos entre las suyas, por primera vez en más de treinta años.

—Es verdad. Te separaron de mi cuando naciste. Estuviste tan sólo media hora en mis brazos, luego tu padre te alejó de mí.

—¿Me vendiste? —Los ojos de Teresa se llenaron de lágrimas y negó con la cabeza. ¡No, no! Jamás habría vendido a su hijo. Al único amor de su vida. A la única cosa real que había poseído.

—Eras mi vida... Ángel... así te llamé en cuanto supe que estaba embarazada. Habías llenado mi vida de luz. No sonreí hasta que supe que ibas a ser parte de mí.

—... Ángel... —meditó Axel— Ángel Molina ¿Así me iba a llamar? —preguntó necesitando saber más de su pasado.

—Sí. Ángel Molina.

—¿Puedes contarme la historia? ¿Puedo saber por qué la familia Carmichael te alejó de mi y por qué me odian tanto? ¿O vas a mentirme como han estado haciendo todos toda mi vida? ¿Me dirás la verdad?

Teresa negó con la cabeza, pero Axel insistió.

—Por favor. Es mi derecho...

—Tienes que decirle la verdad Teresa —terció Emily con voz suave— Sólo así estas mentiras terminaran.

Al mirarlo Teresa supo que se lo merecía, que Axel merecía felicidad y que ya se la habían negado muchas veces, hasta ella, al no impedir que los separaran.

—Fue un error Axel —dijo—. Me enamoré de tu papá y él me pidió salir. Estábamos en México y en ese tiempo yo era muy joven e ingenua, tú padre era un hombre de mundo. Un atractivo soldado que se había «enamorado» de mi.

—Estaba casado...

—No —Interrumpió ella—. En ese momento no. Se casó con tu mamá tres meses después.

—No entiendo nada.

—Fue un amor de verano. Tu padre se fue semanas después y me dejó su dirección y teléfono para que hablara con él. Además ya habíamos cometido el error de acostarnos sin cuidado en unos días muy fértiles de mi ciclo —suspiró—. En efecto, yo quedé embarazada y se lo informé a tu padre, tu padre fue al parto y esa fue la última vez que nos vimos.

—¿Como diste conmigo después de tantos años? —preguntó.

—Fue el destino. Era enfermera para MSF. Sabía que habías sobrevivido con tus nuevos padres, pero verte herido de esa forma hijo mío —lloró—. Fuiste lo mejor que me pasó en el mundo. Te arrebataron de mis brazos y terminaste herido.

—Lo siento no... No entiendo nada.

—En una ronda después de ese atentado, al ver tu nombre entre tantos, te elegí como paciente porque eras, según yo, el más fácil.

Axel sonrió. Esos días junto a ella había sido los mejores después de días muy duros. Además de la histeria de saber de la muerte de Andy, estaba la desazón de saberse abandonado en un país extranjero.

—Quise escaparme cuatro veces —recordó—. Quería salir en busca de mi hermano y de mis amigos.

Emily sonrió.

—Se recuperó muy rápido. Fue muy valiente. El más valiente de todos.

—Axel es un hombre muy valiente. Es el hombre más valiente que conozco —dijo Emily acariciando sus manos—. Tiene mucho valor, más de lo que él cree.

—Axel no quiero que pienses que te abandoné. Solo te arrebataron de mi vida sin dejarme otra alternativa más que ver cómo te alejaban de mí injustamente.

—Rachel...

—Sí. Ella no podía tener en esos días y fue más fácil sacarte de mi vida que hacerse un estudio para saber que le pasaba. Peleé por ti todo lo que pude, pero era muy joven y conocía poco de la vida.

—¿Pensabas en mi?

«¿Cómo no iba a hacerlo mi amor?», se preguntó su madre, pero conociendo el pasado de su hijo no le extrañaba esa pregunta. El pensaba que no era importante para nadie, cuando en realidad era demasiado importante en la vida de las personas.

—Cada segundo del día. Una vez te encontré. Eras pequeñito. Salías corriendo de una plaza de juegos y tropezaste, te habías herido en las rodillas. Yo te levanté del suelo y te sacudí la arenilla.

Axel buscó en su memoria un episodio que recordaba con total claridad. Una vez que salió corriendo cuando un niño le dijo cosas particularmente hirientes.

—Un niño me había dicho cosas que me asustaron y simplemente corrí —recordó él—. Recuerdo que una mujer me levantó del suelo y me sonrió. Vi sus ojos y deje de tener miedo ¿Esa mujer eras tú?

—Sí, mi vida, era yo.

—Mi mamá...

Un nudo se formó en la garganta de Axel y se llevó una mano a los ojos, no quería llorar, pero estaba perdiendo la batalla contra las lagimas «Su mamá» miró a la mujer que estaba en frente de él, sus ojos oscuros y sus labios gruesos. Era su mamá y era igual a él. Ahora lo notaba, esas semejanzas en las que nunca había reparado.

No necesitaba un ADN para darse cuenta de que Teresa decía la verdad, que Teresa era su mamá. Ya no importaba nada más. La tenía junto a él.

—¿Me... me abrazas mamá?

De amor y tormento #1 "De amor y tormento"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora