Capítulo 2

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Otra madrugada, otra maldita pesadilla. Lo sentía en las venas, en su pecho. En todo su cuerpo.

La garganta se le estaba cerrando como cuando intentaba contener el llanto y los ojos le escocían como cuando intentaba retener las lagrimas. Sabía lo que a continuación venía y trato de impedirlo, pero no pudo y, como en una película, fue trasladado hasta el peor día de su vida.

Cuando tuvo que anunciar la muerte de su hermano.

Tenía puesto el uniforme con la gorra reglamentaria, en la pechera del lado izquierdo las medallas de honor y valentía emitían vacíos destellos. El sargento le puso una mano en su hombro dándole un amable apretón.

–Lo siento compañero. Realmente, lo siento muchísimo –El hombre parecía de verdad afectado.

Sin embargo todo lo que en ese momento ocurría le parecía irrelevante.

Todas las palabras eran vacías porque nadie lo sentía, nadie sabía lo que había pasado y que él podría haberlo impedido si tan solo...

«No».

Era su deber anunciar que Andy ya no estaría con ellos, que Andrés Carmichael ya no les sonreiría más, que ya no contaría ya nunca más chistes malos y que ya no se le quemarían las salchichas del cuatro de julio. Porque Andy estaba muerto.

El viaje hasta Manhattan fue eterno, la bandera estaba doblada en señal de respeto al igual que el uniforme con todas las medallas con las que habían condecorado a su hermano menor. Ahora él tenía que entregárselas a su madre quién, aun, no sabía que él iba a regresar a casa.

Desde que el grupo terrorista había dado con el pequeño grupo de soldados, habían planeado una buena estrategia. Una mujer herida al costado del camino había sido el comienzo de todo. Andy era médico y soldado, el no pudo evitar ayudar a la joven que se inmoló. Nadie sabía cómo había logrado ingresar explosivos a la trinchera, pero lo hizo.

Axel no pudo hacer nada para detenerlo. Lo vio todo, vio morir a su hermano y ahora tenía que volver a casa a contarle a la familia que no había podido cumplir su promesa de lealtad y protegerlo. Tenía que volver a casa sin Andy.

La vieja residencia estaba tal cual la recordaba. La bandera nacional flameaba en el jardín que rebozaba en flores de colores. Un gatito corrió frente a él y luego un perrito un poco más grande, un niño reía mientras perseguía a sus mascotas y parecía feliz de hacerlo.

Todo el mundo parecía feliz y él no sabía cómo iba a enfrentar tanta tristeza.

Caminó por un sendero de concreto rodeado por alegrías y tocó el timbre. El corazón le palpitaba y podía sentir el temblor de sus piernas. Le escocían los ojos y sentía que no podía respirar.

Los pasos de su madre resonaron en el pasillo y la sonrisa se le borró del rostro cuando lo vio, solo, parado en el umbral.

–Mamá... –balbuceó casi suplicando.

–¡No! –gritó la mujer tapándose la boca y con lágrimas corriendo por sus pálidas mejillas– ¡No, no, no! Axel, ¡no!

Lo entendía, lo entendía de verdad.
Entendía que no quisieran verlo porque no había sido lo suficientemente astuto para saber que esa mujer era un problema, por no impedir el ataque y por no proteger a su hermano. Por no ser el hermano que Andy Carmichael merecía.

–¿Cómo te atreves a venir sin él? –le gritó su padre tirando la bandera y las condecoraciones al suelo para luego abofetearlo– ¿Cómo?

–Papá...

–¡No! Tú ya no eres mi hijo. Mi hijo murió en Irak y ahora me queda Sara. Yo ya no tengo hijos, ya no...

El entierro fue más duro aún. Solo, alejado de la gente que había ido a despedirse de Andy, se dio cuenta de que para su familia no tenía ningún valor, aunque tuviera medallas y aunque fuera un joven Teniente General. Allí solo supo que tenía que hacer algo para volver a ganarse el amor de su padre. El amor de su familia.

De amor y tormento #1 "De amor y tormento"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora