Una merecida victoria.

590 23 0
                                    

- Ey, estúpida, mira por donde andas. -dijo Troy burlándose de mí. Escuché las risas de los creitinoides de Zack y Jackson a mis espaldas. Me zafé rápidamente de su agarre.

- ¿Qué mierda quieres? -Fui al grano. No tenía ganas de estar aquí, y menos con Troy presente. Él me dedicó una sonrisa burlona y dijo como si nada:

- Quiero que juegues una partida conmigo.

- Yo que tú no lo haría, soy bastante buena.

- No tanto como yo, voy a ganar. -Me contestó orgulloso.

- No te lo creas tanto, imbécil.

- ¿Apostamos?.

- Vale. Si tú pierdes, tendrás que dejar de joderme y además... -me quedé pensativa.- tendrás que ponerte un disfraz durante toda una tarde en el centro comercial.

- ¿Qué tipo de disfraz? -me preguntó entornando los ojos.

- Ya lo verás. -le dije conteniendo las ganas de reír.

- De acuerdo, pero si yo gano, tendrás que hacer todo lo que te pida durante una semana.

Me paré a pensarlo. ¿Todo lo que él quisiera? ¿Durante una semana entera? Era demasiado. Ni de coña. Pero tampoco quería que pensara que era una cobarde, así que acepté estrechando nuestras manos. Una extraña corriente atravesó mi cuerpo cuando nuestros dedos chocaron, pero decidí ignorarla por mi propio bien. Nos dirigimos hacia el salón y mi primo Zack se acercó a mí y me susurró al oído.

- Te has metido en graves problemas.

Puse los ojos en blanco e, ignorándolo completamente me senté en el sofá. Troy se sentó a mi lado, y Zack y Jackson se limitaban a observarnos.

- Elige tú el juego. -soltó de pronto Troy rompiendo el incómodo silencio.- Así tendrás más ventaja.

¡Será corbello! Yo no necesitaba ningún tipo de ventaja, aunque pensándolo mejor, así tendría un punto a mi favor.

Elegí un juego de coches, ya que me desenvolvía mejor en ese tipo de videojuegos gracias a mi añorado amigo Francisco que me dio algunas clases antes de irme de Florencia. Zack puso el disco en la consola.

- Suerte, pequeña. La necesitarás. -me dijo Jackson burlón. ¡Qué tipo más arrogante! Dios, como odiaba a estos tres juntos. Le dediqué una de mis sonrisas y le enseñé mi dedo corazón.

Cuando volví mi vista hacia la pantalla de la televisión, Troy se apresuró a decir:

- Prepárate para una dura semana, italiana.

- Prepárate para la mayor humillación de tu vida, imbécil. -Le respondí en voz queda. Empieza el juego.

********************

Estábamos en la última vuelta y Troy me ganaba por unos cuantos metros. ¡No! ¡No podía perder! ¡No podía perder la apuesta!

Cogí un atajo y velozmente me coloqué en primera posición, dejando así a un Troy enfadado y sorprendido. En pocos minutos, la carrera terminó y a pesar de los muchos intentos de mi adversario, conseguí ganar. Troy estaba en estado de shock y los otros dos estaban alucinando en colorines. No aguanté más y empecé a reír con enormes carcajadas. Troy se me quedó mirando muy serio, totalmente perplejo.

- ¿Có-cómo demonios? -dijo muy bajito.- Pero si tú no...

- Fácil. -Le interrumpí.- Has perdido. No hagas planes para la tarde de mañana, estarás en el centro comercial vestido de hada mágica. -Y empecé a reír de nuevo.

Mi primo se rió también de su “supuesto” amigo.

- El mismísimo Troy Dawson derrotado por una chica. -Esté aún no reaccionaba. Pero cuando Jackson se unió a las risas y burlas, frunció el ceño y se cruzó de brazos. Estaba muy enfadado. Muy enfadado conmigo.

Me levanté muy despacio al ver la nueva actitud de Troy, dispuesta a retomar el camino a mi habitación. Pero de nuevo, un fuerte brazo cogió mi muñeca y me hizo voltear, acercándome hacia él. No hacía falta ver la cara de esa persona para saber de quién se trataba.

- No te vayas tan rápido, estúpida. Bien, me has ganado, pero no creas que esto se va a quedar así. -dijo amenazándome con un dedo.

- Espera. ¿Acaso no recuerdas la apuesta? Tienes que dejarme de una maldita vez, corbello.

- Cállate. Bastante con que voy a cumplir con la mierda esa del disfraz. -dijo cortante.

- Eso es injusto, diste tu palabra.

- Yo no te prometí nada.

- ¡¡Eres un pésimo perdedor!! -Grité y así fue como la rabia se apoderó de mí. Me había engañado, el muy maldito. Aprovechando lo cerca que se encontraba y armándome de un valor que ni si quiera yo sabía que tenía, levanté la rodilla propinándole un buen golpe en sus preciadas partes.

Troy gritó y se arrodilló en el suelo, gimiendo de dolor. Sus dos amigos se limitaban a reír disimuladamente, intentando que las carcajadas que amenazaban con salir no se notaran.

Entonces, aproveché la ocasión y corrí. Corrí hacia mi habitación y cerré con pestillo. Estaba a salvo, pero no por mucho tiempo.

CariciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora