Capítulo 2. ¡Odioso!

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Al día siguiente, me mataban los nervios mientras desayunaba. Esperaba que Frank no se le ocurriera comentar algo sobre anoche delante de mis padres. Los castigos de mi padre eran estrictos y un tanto crueles, no serviría de nada revelarme, porque siempre decía que mientras viviera bajo su techo debía obedecer y respetar las reglas de la casa.

Despejé mis pensamientos y me dediqué a terminar mis cereales mientras mis padres hablaban de negocios. Suspiré con cansancio. Escucharlos era peor que escuchar una misa. Podía dormirme de nuevo mientras los oía. Desgraciadamente no pude evitar notar las miradas que me lanzaba Frank desde el otro lado de la mesa. Había estado ignorando su presencia pero cuanto más lo intentaba más me miraba. Sabía que en cualquier momento abriría su estúpida boca y me acusaría de haber estado a punto de salir a la calle en plena noche.

El sonido del teléfono fijo me sobresaltó, era la oportunidad perfecta para salir de la cocina. Estaba a punto de levantarme, pero mi madre se adelantó y se dirigió a la sala.

Aceptando mi derrota, me removí en mi lugar y escuché a Frank reír entre dientes. Sabía perfectamente que estaba buscando un pretexto para evitar sus miradas acusadoras y ahora se burlaba de mí por no lograrlo.

Quería gritarle que era un completo imbécil, pero me contuve. No iba a darle el gusto de que viera cuánto me irritaba, no después de lo de anoche.

—La llamada es para ti, Alexa —dijo mamá cuando regresó a la cocina, y luego se sentó a lado de mi padre y retomó la conversación.

Con una sonrisa triunfadora, me puse de pie y miré a Frank por encima de mi hombro antes de dirigirme a la sala. Su expresión divertida fue reemplazada por un gesto serio y en parte molesto. No podía sentirme más afortunada.

Una vez en la sala, atendí la llamada. Era Fernando y tuve que explicarle por qué no había contestado sus mensajes después de que Frank me arrebatara el móvil y lo usara como si fuera suyo. Fernando entendió la situación y comenzó a burlarse, haciendo que me partiera de risa. Sabía que mis carcajadas llegaban hasta la cocina pero no me importaba en absoluto.

Después de que Fernando me invitara a una fiesta el sábado, terminamos la conversación. Sin ganas de volver a la cocina, comencé a dirigirme a las escaleras cuando escuché que Frank me llamaba. Me volví y vi que se me acercaba. Se detuvo frente a mí y se cruzó de brazos, mirándome con el ceño fruncido.

¿Ahora qué le pasaba?

—¿Qué quieres? —pregunté de mala manera.

—No irás a esa fiesta.

¡Ja! Su comentario me dejó claro que había estado escuchando mi conversación con Fernando, pero no me podía creer ¡que me estuviera prohibiendo salir!

—¿Qué? —pregunté confundida.

—Ya me has oído —dijo, manteniendo una postura firme.

—No, repítelo —le exigí.

Necesitaba confirmar que había oído bien.

—Que no irás a esa fiesta —respondió, haciendo énfasis en el «"no"».

Estaba furiosa, pero, sorprendentemente, lo único que quería hacer en ese momento era reír sin parar. En primer lugar, no iba a permitir que él me prohibiera nada. No tenía la autoridad para hacerlo.

—Sí, claro, lo que tú digas —contesté con tranquilidad y me giré, conteniendo la risa mientras emprendía camino a mi habitación.

Estaba lavándome los dientes cuando comenzó a sonar mi móvil. Inmediatamente pensé en Fernando pero una vez que leí el mensaje, sentí cómo la ira corría por mis venas.

"«Ya veremos si tus padres te dan permiso para ir a esa fiesta después de que les cuente que estabas a punto de escaparte anoche y por si no tienes registrado mi número, soy Frank»".

Abrí la boca, sin emitir ningún sonido y volví a leer el mensaje. No entendía su comportamiento. Lancé el móvil a la cama y tomé un libro con la esperanza de distraerme. Me iba a volver loca con sus exigencias y sus amenazas.

El Huésped ✅ [ Disponible en físico ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora