Capítulo 30. Dulces heridas

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―¿Quién te ha hecho esto? ―La voz preocupada de Melina se escuchaba por toda la casa. Yo aún estaba paralizada mirando a Frank lleno de golpes y heridas, tan débil. No entendía cómo había podido acabar de esa manera.

Mis padres se reunieron en la sala con la misma expresión de sorpresa. Frank decía que no era para tanto, pero las muecas de dolor lo delataban.

Y yo no sabía qué me pasaba, pero hasta haciendo gestos de dolor no dejaba de parecerme sexy. Por favor, no me juzguen. Lo sé, era demasiado cruel pensar cosas como esas cuando él lo estaba pasando tan mal; sin embargo, no podía evitarlo.

Regresando a la realidad, Melina se acercó a Frank para revisarle de cerca, pero el muy orgulloso se alejó de ella, diciendo que se encontraba bien. Mis padres insistían en ir al hospital para estar seguros de que no tuviera ninguna costilla rota. Sin embargo, Frank, tan terco como siempre, se negó, y nadie consiguió hacerle cambiar de idea, ni siquiera yo, que era su novia.

Quería saber todos los detalles de lo que había ocurrido. Tenía tantas cosas que preguntarle: ¿Por qué no había contestado mis llamadas? ¿Qué fue lo que le dijo Joel? ¿Quién lo había golpeado de esa manera y por qué? Aunque tenía mis sospechas.

De todas formas, decidí esperar a que se calmaran las cosas. Melina ya estaba bastante alterada, no ayudaría nada que yo también me pusiera igual que ella. Otra cosa que me impidió actuar como una novia histérica fue la presencia de mis padres. Si soltaba todas esas preguntas de golpe, comenzarían a sospechar sobre nosotros. Y lo que menos necesitábamos en ese momento era que las cosas se pusieran peor de lo que ya estaban.

Joel subió las escaleras con Frank a su lado. Al parecer, su amigo tatuado tenía la fuerza suficiente para llevarlo a su habitación y la paciencia necesaria para aguantarlo.

―Tranquila, lo importante es que ya está en casa ―le estaba diciendo mi madre a Melina para calmarla.

―¿Quién tuvo la cobardía de golpearlo de esa forma tan brutal? ―se seguía preguntando Melina mientras se sentaba en el sofá.

Mi padre, que estaba a mi lado, no dejaba de mirar hacia las escaleras. Estaba más que segura de que el aspecto de Joel no le inspiraba la más mínima confianza.

¿Y a quién le inspiraría confianza un chico alto, moreno, tatuado, musculoso y con cara de estar metiéndose en problemas?

Me sentía como un adorno en medio de la sala. Quería correr a la habitación de Frank para asegurarme de que realmente estuviera bien pero, haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad, pude contenerme.

Minutos después, Joel apareció bajando las escaleras mientras se retiraba el móvil de su oreja.

―¿Qué ha pasado? ―le pregunté en voz baja.

―Es mejor que te lo cuente él.

Joel no había recibido ningún golpe. No tenía ni un solo rasguño ni tampoco seña alguna de que se hubiera peleado con alguien. Por lo que deduje que no estaba con Frank en el momento de la pelea.

―Gracias por traerlo ―susurré mientras lo acompañaba a la puerta de casa.

―No hay problema. ―Sonrió y me dio las llaves del SUV.

―¿Cómo vas a volver a tu casa? ―quise saber.

―Acabo de llamar a uno de mis amigos para que venga a buscarme ―comentó despreocupado.

―Bien, gracias de nuevo.

―De nada. Nos vemos, Alexa.

Cerré la puerta y caminé hacia la sala.

El Huésped ✅ [ Disponible en físico ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora