Capítulo 33. Niñeros

968K 56.3K 27K
                                    

Ese mismo día, después de que Frank acabara de desayunar, decidimos no hablar más de Fernando y estuvimos jugando a videojuegos en su habitación. En un momento dado, discutimos porque él hizo trampas al llegar a la meta, pero eso pasó a un segundo plano cuando se disculpó dándome un beso y dejó de importarle que su jugador perdiera.

Por desgracia, Melina entró en la habitación en ese instante para decirme que en la puerta había alguien que preguntaba por mí. Ambos nos levantamos rápidamente del suelo pensando en un primer momento que sería Fernando, pero de inmediato descartamos esa opción, porque, de haber sido él, Melina ya se lo hubiera sacado de encima.

En la puerta se encontraba nuestra vecina. No se había mostrado muy amigable con nosotros al principio de instalarnos aquí. A decir verdad, no era amable con nadie. Era ese tipo de persona amargada a la que le molesta incluso que la mires. Por eso me sorprendía su presencia.

―Hola, Alexa. ¿Estás ocupada? ―preguntó con una sonrisa forzada.

Si estar besándome con Frank cada vez que hacía trampa era estar ocupada, bueno, pues sí, lo estaba.

―Un poco, ¿por qué? ―dije sin rodeos.

Dudó un instante.

―Es que me han convocado una reunión en el último minuto y, los niños están de vacaciones, no tengo con quién dejarlos... ―Hizo una pausa. Le incomodaba pedir favores. Era evidente que no le gustaba pedir ayuda a los demás―. Me preguntaba si podrías hacerme el favor de cuidarlos solo hasta las siete.

No era buena haciendo de canguro, pero no perdía nada probando. Además, me dijo que me pagaría. Cuando acepté, se alegró muchísimo; nunca antes la había visto tan contenta. Y la verdad es que yo me sentí halagada por que hubiera recurrido a mí en vez de a las otras chicas que vivían en nuestra misma calle. «Soy la mejor», pensé.

Cuando la señora. Rusell se fue diciendo que en media hora traería a sus hijos, Frank apareció con una mirada interrogante.

―¿Quién era? ―se acercó a la ventana para mirar.

―¿No has estado espiando? ―pregunté divertida.

―Lo hubiera hecho, pero tuve que quedarme arriba para escuchar la bronca de Melina.

―¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

―Me ha dicho que tuviera más respeto y que no hiciera ciertos cosas en una casa que no es la mía... ―Se encogió de hombros.

―Ha sido porque nos ha encontrado besándonos, ¿no? ―dije. Era afirmación más que una pregunta.

―Por eso y por las veces en las que nos ha visto juntos ―señaló la cocina con la cabeza.

Noté cómo el calor se extendía por mis mejillas. Había olvidado aquel día en el que nos encontró devorándonos en la cocina como si no hubiera un mañana. Asentí avergonzada mientras me sentaba en el sofá. Si fuera otra persona, no me hubiera importado, pero se trataba de Melina, la madrina de Frank, la mujer que le hacía de madre... Me resultaba incómodo que nos hubiera encontrado en varias ocasiones enrollándonos.

Frank se acuclilló frente de mí, colocando las manos en mis rodillas.

―Pero cuando vayamos a mi apartamento, podremos hacer lo que queramos ―Me guiñó el ojo y sonrió.

Le di una falsa bofetada en la mejilla. Olvidaba que Frank era un pervertido. Cuando nuestras miradas se encontraron, se quedaron conectadas unos segundos. Se inclino hacia mí para besarme. Nuestros labios se rozaron y luego chocaron con movimientos suaves y lentos.

El Huésped ✅ [ Disponible en físico ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora