Capítulo 22. Intercambiando palabras

1M 63.4K 9K
                                    

El reflejo que veía en el espejo era horrible. Realmente daba miedo. El rímel se me había corrido y el delineado se había convertido en una mancha negra. Había llorado dos veces en una noche. Demasiado para mi estado de ánimo.

Tanto Frank como yo permanecimos en silencio cuando llegamos a casa. Yo subí a mi habitación sin decir nada y, después de ponerme el pijama, me lavé la cara para mejorar un poco mi aspecto.

Con un suspiro me senté en el borde de la cama. Demasiadas emociones. Diferentes tipos de sensaciones. Me sentía decepcionada y enojada conmigo misma. Siempre solía confiar demasiado en las personas. Mi padre me había advertido mil veces de que Fernando no era lo que aparentaba, que no le daba buena espina. Y tenía razón. Es triste darte cuenta de que las personas en las que confías te apuñalan por la espalda.

Me sentía cansada. Me recosté en la cama para tratar de dormir, pero no lo conseguí. Lo que acababa de presenciar me había quitado por completo el sueño.

Decidí bajar al patio trasero para despejar mi mente. Me senté en una de las sillas de jardín y me quedé mirando al vacío, disfrutando de la brisa y el leve viento de la noche. El sonido de los grillos parecía relajar mis músculos y calmarme.

Cerré los ojos respirando el olor a hojas y hierba húmedas. Llevé los brazos y la cabeza hacia atrás para percibir mejor el aroma floral. Por un momento me sentía en paz y satisfecha.

El encanto se rompió cuando unos cálidos dedos golpearon suavemente mi hombro. Abrí los ojos y me encontré con Frank de pie, vestido tan solo con un pantalón de franela y sin nada que cubriera la parte superior de su cuerpo.

«Abdominales y bíceps a la vista.»

―¿Qué haces aquí? ―preguntó, sentándose en el césped frente a mí, con una rodilla sobre la que apoyaba el brazo

―Distrayendo a mi mente.

«Y ahora mi vista, teniéndote a ti delante.», pensé.

―No te encontré en tu habitación y temí que te hubieras ido a hacer alguna locura ―comentó. Se le veía aliviado.

Pude haber hecho miles de cosas para vengarme, pero, como ya he dicho, no tenía las fuerzas suficientes.

―No tengo planeado nada por ahora ―respondí, fijando mi vista al suelo.

―¿Te sientes mejor? ―preguntó con cautela.

Le lancé una mirada de «¿Estás hablando en serio?».

―Entiendo... Ese tiempo hace tiempo que me está tocando las narices. Un día de estos...

Había olvidado que había algo personal entre ellos. Y como ahora ya no tendría la oportunidad de preguntárselo a Fernando, no me quedaba otra que intentarlo con Frank.

Muy despacio, me levanté y me senté en la hierba, a su lado.

―¿Qué problemas hay entre ustedes? ―pregunté intrigada.

Apoyó el codo en el césped, estiró sus largas piernas y se quedó mirándome.

«Oh, Dios, acostado de esa forma, con su torso tonificado y su abdomen al descubierto. ¿cómo quiere que me concentre?», pensé.

―¿De verdad quieres saberlo?

―Por algo estoy preguntando.

―Realmente no es de mucha importancia ―dijo mientras sus dedos jugueteaban con pequeñas ramas que había por el suelo.

―Entonces, si no es de importancia, ¿por qué no me lo cuentas?

―Eres muy terca, ¿lo sabías? ―dijo arqueando las cejas.

El Huésped ✅ [ Disponible en físico ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora