Capítulo 46. Melancolía

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El calor que rodeaba mi cuerpo era exquisito y adictivo. Sería una dicha quedarme así toda la eternidad. No había otra manera de despertar mejor que con los brazos de Frank alrededor de mi cintura y sintiendo su respiración en la piel de mi cuello.

Había dejado de ser virgen y no me arrepentía de ello, ni me sentía rara ni transformada... Bueno, quizá sí me sentía rara en el buen sentido.

Frotando mis ojos, me senté. Estaba desnuda al igual que Frank. Sonreí. Era un momento mágico y especial. Pensé que sería difícil superar las sensaciones placenteras que había experimentado, pero esperaba volver a sentirlas pronto.

Estiré los brazos y dejé escapar un bostezo. Uno de esos que te indican que has descansado bien. Miré la hora. Eran las ocho y cuarto de la mañana. Vaya... Era domingo, no eran horas de levantarse, pensé. Me volví a la cama y me quedé observando cómo el pecho de Frank subía y bajaba de una manera relajada y tranquila. Suspiré.

Estaba para hacerle una foto con las sábanas cubriéndole solo de la cintura para abajo. Era tan guapo y tan condenadamente sexy.

Traté de borrar esos pensamientos y me levanté de la cama.

Cogí la ropa interior del suelo y una camisa del armario de Frank y me dirigí al baño, que se encontraba a un lado de la habitación. Minutos después, volví a entrar al cuarto mientras me secaba el pelo con una toalla, pensando que Frank ya se habría despertado, pero no, aún seguía durmiendo como un bebé.

No encontraba las palabras para describir la felicidad que sentía. Haberme entregado a él había sido una de las mejores decisiones de mi vida. Sería el recuerdo más íntimo que guardaría en mi memoria.

Y ayer había sido su cumpleaños, y el muy idiota no me dijo nada. ¿Cómo no me di cuenta de que era su cumpleaños? Melina no me dijo nada tampoco, ni a mí ni a nadie.

Tal vez lo felicitó en algún momento en el que yo no estaba.

Si lo hubiera sabido, le habría comprado un pastel o algún regalo. ¿Qué podría regalarle? Bien, sin duda le regalaría algo. Buscaría un momento para ir a comprárselo, pero de momento le prepararía el desayuno. No era muy buena en la cocina, pero podía intentarlo. Tenía que aprender a cocinar. Le pediría a mamá su libro de recetas.

Al llegar a la diminuta cocina, busqué en el refrigerador y en los armarios ingredientes para elaborar algo rápido que no fuera muy laborioso. Pero no estaba muy surtido que digamos, y las pocas cosas que había ya habían caducado. Punto menos para Frank. Entendía que el apartamento había estado deshabitado durante dos largos meses, pero podría haberse pasado por aquí un momento para comprar alguna cosa. No tenía otra opción que ir al centro comercial.

Me puse los shorts y tomé mi móvil de la mesita que estaba al lado de la cama. Tenía tres mensajes de Karina preguntando qué tal me iba. «Se lo contaré todo después. Ahora quiero centrarme en preparar el desayuno», pensé.

Cuando comencé a buscar las llaves del SUV, vi que Frank comenzaba a moverse. Mierda, se estaba despertando, y yo quería darle una pequeña sorpresa. Movió el brazo sobre el espacio vacío que yo había dejado e inmediatamente abrió los ojos. Soltó un gruñido y levantó la cabeza, mirando alrededor. Cuando me encontró cerca de la puerta, sonrió.

―¿Qué haces despierta? Ven a la cama. ―Esa voz rasposa y ronca que salía de su garganta me estremecía.

―¿Dónde están las llaves de tu coche? Necesito ir a comprar algo para hacer el desayuno ―dije, tomando sus tejanos y buscando en los bolsillos. Nada.

―En la mesita que está en la sala. Me doy una ducha rápida y te acompaño ―dijo, ahogando un bostezo.

―No, tú espérame aquí.

El Huésped ✅ [ Disponible en físico ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora