Capítulo 2

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Capítulo 2

Desperté envuelta entre las sábanas de mi cama. Normalmente me acostaba muy tarde, pasaba horas dando vueltas en la habitación o garabateando cualquier cosa en un viejo cuaderno que tenía en la mesa de noche. Jamás me había acostumbrado a dormir sola, cuando Nadia y yo compartíamos habitación, muchas veces se quejaba cuando la despertaba por la noche pidiéndole espacio para dormir con ella.

Mi madre me había reprochado por eso durante dieciséis años. En pocas palabras, nunca perdí el hábito pero para mi desgracia tuve que hacer el intento de acostumbrarme, algo que sigo sin lograr.

Tomé una ducha escogiendo algo de mi armario, la ropa de Osadía siempre era negra, cada facción tenía un color que los definía. Las mujeres osadas eran bruscas, por lo menos la mayoría, el amor o las relaciones no era lo que se esperaba, todos vivían por su cuenta, hacían lo que querían y sin dar explicaciones a nadie. Nunca entendí como mis padres lograron encajar tan bien.

Mi madre era muy gruñona y distante, mi padre podía ser intimidante cuando se lo proponía, desde que tenía memoria era uno de los instructores. Le encantaba presionar a los chicos que se creían listos. Jamás los había visto demostrarse cariño en público, Nadia había llegado por accidente. Esas mismas palabras las había dicho mi madre, para mi sorpresa, mi hermana no se molestó pero después de eso, noté cierta distancia entre ambas.

El problema de los osados era el hecho de que todos se empeñan en ser valientes y mostrar lo bien que se siente al enfrentar tus miedos pero... ¿Es malo sentir amor por una persona? Allí era donde tenían fallas.

Escuché unos toques a la puerta de la habitación, fruncí el ceño acercándome, al abrir sonreí de inmediato encontrándome con Darío. Había nacido en Verdad y el día de la Ceremonia de Elección se trasladó a Osadía. Durante el entrenamiento era insoportable, me parecía un idiota engreído y demasiado sincero para mi gusto. Con el tiempo, el chico controló su sinceridad. No recuerdo el momento en que decidimos formar una relación.

— ¿Qué estás haciendo aquí?—lo dejé pasar.

—Gracias, estoy bien, dormí bien—usó el sarcasmo mirándome con diversión. Cerré la puerta dispuesta a defenderme pero antes de hacerlo sus labios atraparon los míos en un beso fugaz. El chico era más alto por lo cual tenía que colocarme de puntitas para alcanzarlo.

A los minutos sus manos bajaron a mi cintura, tuve que detenerlo de inmediato retrocediendo. Mordí mi labio encontrándome con sus ojos grises.

— ¿No deberías estar con los demás?

—Faltaré hoy—se encogió de hombros—Estás hermosa.

—Para ti siempre lo estoy—fui al baño mirándome al espejo. Acomodé mi cabello despeinándolo un poco. Me había colocado unos pantalones que se aferraban a mis piernas, camisa negra de tirantes y unas botas del mismo color. Regresé a la habitación donde Darío mordía una manzana que tenía en el cuenco de la cocina, mi pequeña cocina que nunca usaba.

— ¿Irás a ver a Sheila?

—Sí, quiero saber cómo va con sus intentos...

—Cuatro dice que es buena pero en ocasiones se desespera consigo misma—sonreí un poco— ¿Tu padre no debería ayudarla?

—Eso mismo dije desde un comienzo pero Sheila es muy terca, no le gusta que le digan lo que debe hacer—me encogí de hombros— ¿Nos vamos o seguirás tomando lo que encuentres en mi cocina?

—También te amo, eres adorable.

Le saqué la lengua y rió siguiéndome a la sala de entrenamientos.


No habían muchas personas en el lugar, la mayoría se encontraba en el comedor devorando todo. Durante el camino, Darío había insistido en que sería mejor desayunar pero me negué. Nadia estaría allí y seguía algo molesta con lo de anoche.

— ¿Realmente te estás esforzando, no?—Sheila se giró al verme dejando de lado el saco que estaba golpeando. Era delgada, alta, cabello corto sobre los hombros totalmente castaño y ojos café.

— ¿Vienes a ver a tu mejor amiga sufrir? Me harás llorar—bromeó.

—Vamos, no estás tan mal—me crucé de brazos sonriendo— ¿Dónde está Cuatro?

—Probablemente en el comedor—sus ojos fueron a Darío que saludaba a otros osados. No me había dado cuenta de que se había alejado— ¿Cómo van ustedes dos?

— ¿A qué te refieres?—regresé mi atención a ella.

—Ya sabes—sonrió picaronamente— ¿Lo hicieron?

—Sheila—reproché rodando los ojos.

— ¿Quieres que Miriam lo calme en sus horas?—levantó una de sus cejas. Gruñí por el nombre—Eso pensé.

Miriam era la peor enemiga que pudiera tener. Su hermana menor, Vivian, sería la próxima en elegir su facción. Faltaba dos meses para eso.

—Lo haré cuando me sienta lista, es todo—me limité a decir. Echando un vistazo alrededor, encontré a mi padre conversando con Eric. Ambos lucían muy serios, ¿Para qué preocuparme? Era típico en este lugar—Ahora vuelvo—sin molestarme en dejarla allí avancé hacia ellos. Los ojos azules de Eric me notaron mucho antes de lo previsto.

— ¿Todo bien?—intervine.

— ¡Aurora!—el brazo pesado de mi padre rodeó mis hombros atrayéndome hacia él. Sonreí de lado notando la incomodidad del chico—Sólo estábamos hablando.

—Hola Eric—saludé. Se limitó a asentir antes de alejarse de nosotros—Creo que jamás le caeré bien.

—No digas eso.

—Él nunca...

—Él nunca le gusta nada—me interrumpió. Le reproché con la mirada. Su cabello era negro al igual que sus ojos, exactamente iguales a los míos. A pesar de no ser tan joven se conservaba con el ejercicio diario que hacía—Sólo dale espacio.

—O podría ser amable y...

— ¿Eres cordial acaso?

—No pero...

—Entonces nada—cambió su rostro serio a uno dulce— ¿Viniste a ver a Sheila?

—Sí—retrocedí un poco.

— ¿Todo bien con el idiota de tu novio?

—Papá, se llama Darío y no es idiota—sonreí de lado. Tener dos hijas no era sencillo para él, Nadia tenía muchos amantes, todos la conocían aunque nadie se atrevía a hablar sobre esas "noches" si mi padre estaba cerca. Las confrontaciones en Osadía podían ser divertidas pero también peligrosas— ¿Todo bien con la gruñona de tu esposa?

—Es tu madre y no es gruñona.

— ¿Ves? Así como la defiendes, yo defiendo al chico—rodó los ojos despeinándome.

—Ve con tu amiga e intenta no mostrar tanta piel—señaló mi camisa.

—Son mis brazos, ¿Qué tiene de malo?—me encogí de hombros—No soy una niña.

—Desde tu iniciación lo sé, todos lo sabemos.

Eso último me hizo formularme una pregunta. ¿Eric también pensaba eso sobre mí o seguía viendo la chica de dieciséis que cometía errores todo el tiempo? A veces me sorprendo de que mi resultado haya sido realmente Osadía.

 ¿Eric también pensaba eso sobre mí o seguía viendo la chica de dieciséis que cometía errores todo el tiempo? A veces me sorprendo de que mi resultado haya sido realmente Osadía

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Beautiful Monster (Divergente) (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora