Aiden estaba metiendo las últimas cosas de su hija Leah en una maleta, se iban a mudar a la casa familiar junto a Aerith y los gemelos. Que tras dos largas semanas y una charla con los gemelos y su padre, se dio cuenta de que si sería lo mejor vivir todos juntos. Y aunque aún faltaba bastante para el nacimiento acabo convenciéndose a si misma que cuanto antes se mudara antes se acostumbraría. También otra parte de ella pensaba que ambos tenían que esforzarse para no pelearse delante de los niños.
- ¿Y por qué no en la misma habitación? -alzó las cejas Aiden mientras entraba a la habitación que le había asignado seguido por Aerith.
- Aiden, cállate -lo miró mal.
- ¿Y en qué habitación irá el bebé? -Preguntó Aiden girándose hacia Aerith.- Porque te recuerdo que no hay más habitaciones y por eso por lo que he dicho los dos en la misma habitación.
- Ya lo pensaré, mientras tanto cállate.
- Tu fuiste quien elegiste la casa, te enamoraste en cuanto la viste -dijo Aiden recordando aquellos días en los que eran jóvenes.
- Y no me arrepiento de haberlo hecho, porque yo en aquel momento pensaba otra cosa -dijo Aerith haciendo a Aiden dudar, pues nunca le había dicho nada de eso.
- ¿Y qué pensabas? -preguntó Aiden.
- Pensaba que mi marido no me iba a ser infiel con otra y que ibamos a tener otro hijo más. Ya que varias veces te dije que quería una gran familia... -hizo una mueca.
- Lo del hijo ya lo tienes -dijo Aiden.
- Pero tú nunca entenderás el daño que me hiciste, llevabas aquel trozo de oro en tu dedo en el cual me prometiste fidelidad y aún así no te importó romper tú familia. Yo estuve contigo desde el principio y te ayudé cuando nadie más lo hizo. Para mi, que la persona en la que confiaba ciegamente me traicionaste fue muy doloroso -explicó Aerith con rabia contenida, siempre había querido decirle estas palabras y que abriese los ojos.
- Yo... -empezó a decir Aiden pero Aerith lo interrumpió.
- No hace falta que digas nada, eso ya pasó y aprendí aunque volví a caer con otro idiota que solo le importaba la herencia que tendré -dijo Aerith.
- Aerith yo nunca te quise por tu dinero -aclaró Aiden.
Aerith salió de la habitación dejando a Aiden a solas y un tanto pensativo. Ella había revelado mucho y hasta aquel momento no había comprendido el dolor que le había hecho. También le asombró lo fuerte que había sido no en el momento de contárselo sino durante toda su vida.
Aiden ordenó su ropa y fue hasta la habitación de Leah para ordenar también la de su hija mientras estaba con sus hermanos. Aiden aún estaba pensativo sobre las palabras de su ex-mujer.
- Aerith, ¿podemos hablar? -dijo Aiden entrando a la cocina donde estaba Aerith comiendo una tarrina de helado que al instante se puso roja.
- ¿Qué pasa? -Preguntó Aerith.
- ¿Te has sonrojado? -dijo riendo Aiden.
- Sí... -Se puso a reír.- ¿De qué querías hablar?
- Primero quiero que me digas porque te sonrojas.
- Aiden, ¿de qué querías hablar? -hizo caso omiso a lo que Aiden habia dicho.
- Aerith...
- Porque me he acordado cuando estaba embarazada de los gemelos que tomaba helado hasta en invierno y tu me renegabas -dijo riendo Aerith.
- ¿Ya empiezas con los antojos? -preguntó Aiden sonriendo.
- Eso parece... -miró Aerith al suelo.
- Yo venía a pedirte perdón por todos estos años. Si que será raro para ti tras años de peleas y se que no me vas a perdonar ahora porque va desde mucho antes pero quiero que nos llevemos bien por los niños e intentemos no pelearnos. Cerremos ese capítulo y empezemos otro -dijo Aiden con la máxima sinceridad.
- Esta bien -suspiró Aerith.- trabajemos como un equipo por los niños -levantó la cabeza para mirar a Aiden.
Aiden abrió sus brazos y abrazó a Aerith que con cierto miedo recibió el abrazo. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, hacía tanto que no tenía contacto con Aiden que le parecía raro. Al separarse del abrazo ella un poco incómoda siguió comiendo helado.
Aiden volvió de nuevo al que era su habitación, allí empezó con varios papeles pero no estaba centrado en ellos sino que estaba pensando en el bebé. Quería saber que sería, cómo sería, se imaginaba cientos de nombres y quería tenerlo ya, ver de nuevo a su ex mujer hinchada y pidiendo ayuda en el parto. Inconscientemente sonrió. Aquellos aproximados siete meses se le harían muy largos.
- Mamá -dijo Leah sentándose a su lado en el salón.
- ¿Qué pasa Leah? -sonrió mirándola.
- ¿Cuánto queda para que nazca el bebé? -Hizo un puchero.
- Más o menos siete meses, ¿por qué?
- Quiero verlo ya.
- Aún falta cariño -sonrió Aerith tierna.- ¿Qué te gustaría que fuese el bebé?
- Una niña -dijo con emoción Leah al igual que su padre tenía ganas de que el bebé estuviese.
- ¿Y vosotros chicos? -Miró Aerith a sus hijos.
- A mí una niña -dijo Ethan.
- Pues a mí un niño -dijo Ian riendo.
- A mi me gustaría gemelos otra vez -dijo Aiden bajando las escaleras.
Aerith abrió mucho los ojos.
- ¿Qué? Me da algo de nuevo -dijo Aerith con una pequeña risa.
- Oye quien sabe... -dijo riendo Aiden.- Aunque no creo, ellos fue por los genes.
- Eso pienso yo -se tapó la cara Aerith.
Entre Aerith y Aiden hicieron la cena mientras que los gemelos preparaban la mesa. Una vez que la lasaña estaba lista, la familia al completo se puso en la mesa para disfrutar en compañía la cena.
Continuará...
ESTÁS LEYENDO
Hilo rojo
RomanceAerith es una chica que desde muy joven se caso con el hombre quien creía que era el amor de su vida. Aunque nada es lo que parece. Lo que parece amor a veces es traición. Y lo que parecía traicion acabó siendo amor.