TRES

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Cuando el reloj indicó que las clases habían terminado Sophia fue la única que no sonrió, nunca lo hacía cuando sabía que el día había terminado. A diferencia de todas las personas a su alrededor, eso solo significaba que tenía que volver a casa, donde se sentía insignificante y poco apreciada. Probablemente era la única persona que prefería las clases que su propio hogar.

—    Ven a la mía —la invitó Dave con una gran sonrisa en su rostro.

— Me encantaría ir, pero sabes cómo se pone Charlie si no me encuentra en casa cuando él llega.

—No me importa, Sophia —dijo rápidamente Dave — No quiero que sigas sufriendo. ¿Cuántos años tienes? Veinte años, puedes salir a donde quieras y con quien quieras, debes disfrutar la vida.

Sophia miró a Dave por unos segundos, procesando todo lo que su amigo había dicho y ladeó una pequeña sonrisa. Su amigo estaba en lo cierto, era hora de intentar llevar una vida normal y ponerse como primera opción.

Así que decidió ir a la casa de Dave, hace meses que no visitaba aquel lugar y si mal no recordaba le encantaba ir allí. Al llegar a la casa de su amigo se encontraron con su perro, el cual se volvió loco al ver a su dueño entrar por la puerta.  

Sophia se acercó y saludó a Flea, la mascota de Dave y a quien él calificaba como su mejor amiga, comenzando a jugar con ella que no dejaba de mover la cola de un lado a otro ante tanta excitación y felicidad por recibir visitas.

—    ¿Te conté que estoy trabajando en un bar?

— No, no me lo habías dicho. ¿Hace cuánto? —preguntó Sophia acariciando el cabello del perro.

— Una o dos semanas, es un bar del padre de un amigo — sonrió Dave sacando dos latas de cerveza del refrigerador, pasándole una a Sophia — Me agrada este nuevo trabajo.

—¿Entonces tienes que ir a trabajar ahora?— preguntó Sophia abriendo la lata de cerveza para beber de ella.

—En media hora, ¿quieres acompañarme?

Sophia volvió a beber de su cerveza mirando fijamente a Dave y asintió como respuesta.

¿Qué más daba? Ya estaba fuera de casa y debía disfrutar.

Media hora después estaban en camino al bar donde el rubio trabajaba como ayudante. Era un buen trabajo para él, el ser atractivo le jugaba a favor, conseguía que varias chicas se acercaran a él a comprarle bebidas, además más de una vez se había llevado de regalo números de teléfonos.

Dave estacionó su pequeño auto color azul marino frente al bar donde trabajaba, él y Sophia bajaron del auto para caminar luego al local. El lugar, según Sophia, se veía lo bastante llamativo como para que cualquier persona que pasara por fuera quisiera entrar a echarle un vistazo. La música del lugar estaba fuerte, tan fuerte que se escuchaba perfectamente desde afuera y al entrar al lugar era tan alta que podía romper tímpanos, pero a los pocos segundos los oídos se acostumbraban a ese ambiente.

— Ahora entiendo porqué eres sordo — bromeó Sophia caminando detrás de Dave, quien la tenía tomada de la mano guiándola por el local.

Dave solo rió por el comentario de Sophia y se acercó hasta un chico.

La Única ExcepciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora