Cuando el reloj indicó que las clases habían terminado Sophia fue la única que no sonrió, nunca lo hacía cuando sabía que el día había terminado. A diferencia de todas las personas a su alrededor, eso solo significaba que tenía que volver a casa, donde se sentía insignificante y poco apreciada. Probablemente era la única persona que prefería las clases que su propio hogar.
— Ven a la mía —la invitó Dave con una gran sonrisa en su rostro.
— Me encantaría ir, pero sabes cómo se pone Charlie si no me encuentra en casa cuando él llega.
—No me importa, Sophia —dijo rápidamente Dave — No quiero que sigas sufriendo. ¿Cuántos años tienes? Veinte años, puedes salir a donde quieras y con quien quieras, debes disfrutar la vida.
Sophia miró a Dave por unos segundos, procesando todo lo que su amigo había dicho y ladeó una pequeña sonrisa. Su amigo estaba en lo cierto, era hora de intentar llevar una vida normal y ponerse como primera opción.
Así que decidió ir a la casa de Dave, hace meses que no visitaba aquel lugar y si mal no recordaba le encantaba ir allí. Al llegar a la casa de su amigo se encontraron con su perro, el cual se volvió loco al ver a su dueño entrar por la puerta.
Sophia se acercó y saludó a Flea, la mascota de Dave y a quien él calificaba como su mejor amiga, comenzando a jugar con ella que no dejaba de mover la cola de un lado a otro ante tanta excitación y felicidad por recibir visitas.
— ¿Te conté que estoy trabajando en un bar?
— No, no me lo habías dicho. ¿Hace cuánto? —preguntó Sophia acariciando el cabello del perro.
— Una o dos semanas, es un bar del padre de un amigo — sonrió Dave sacando dos latas de cerveza del refrigerador, pasándole una a Sophia — Me agrada este nuevo trabajo.
—¿Entonces tienes que ir a trabajar ahora?— preguntó Sophia abriendo la lata de cerveza para beber de ella.
—En media hora, ¿quieres acompañarme?
Sophia volvió a beber de su cerveza mirando fijamente a Dave y asintió como respuesta.
¿Qué más daba? Ya estaba fuera de casa y debía disfrutar.
Media hora después estaban en camino al bar donde el rubio trabajaba como ayudante. Era un buen trabajo para él, el ser atractivo le jugaba a favor, conseguía que varias chicas se acercaran a él a comprarle bebidas, además más de una vez se había llevado de regalo números de teléfonos.
Dave estacionó su pequeño auto color azul marino frente al bar donde trabajaba, él y Sophia bajaron del auto para caminar luego al local. El lugar, según Sophia, se veía lo bastante llamativo como para que cualquier persona que pasara por fuera quisiera entrar a echarle un vistazo. La música del lugar estaba fuerte, tan fuerte que se escuchaba perfectamente desde afuera y al entrar al lugar era tan alta que podía romper tímpanos, pero a los pocos segundos los oídos se acostumbraban a ese ambiente.
— Ahora entiendo porqué eres sordo — bromeó Sophia caminando detrás de Dave, quien la tenía tomada de la mano guiándola por el local.
Dave solo rió por el comentario de Sophia y se acercó hasta un chico.
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La Única Excepción
Novela Juvenil¿Hasta cuándo aceptaría que la tratara como la empleada de la casa? ¿Cómo es que podía vivir de esa manera? No había respuesta, era muy débil como para denegarse a hacer las cosas que su padre le pedía, él era quien le daba de comer y gracias a él v...