DIECISIETE

240 10 0
                                    

Fueron todo el camino acompañado por el álbum “Beatles for sale”, de una de las bandas favorita de ambos, The Beatles.

—    ¿Beatle favorito? — preguntó Sophia apoyando su cabeza en el vidrio y mirando a Tom de costado.

—    Lennon, ¿El tuyo?

—    ¡Lennon! — alzó su mano sonriéndole a Tom — Dame esos cinco, compañero.

Tom rió y chocó su mano con la de Sophia sin quitar los ojos del frente.

Sophia iba contemplando el paisaje por la ventana mientras cantaba la canción “I’ll follow the sun”. Tom sonrió al escucharla cantar.

—    Cantas muy bien.

Sophia enseguida dejó de cantar y lo miró con una tímida sonrisa, podía sentir como sus mejillas comenzaban a cambiar a un tono de rosa más fuerte, algo muy común en ella, siempre terminaba avergonzada por algo. Tom lo notó y rió ligeramente.

—    No sigas mintiendo, Pinocho —. Sophia le sacó la lengua cruzándose de brazo.

Tom se estacionó frente a la playa. Sophia rápidamente se quitó el cinturón de seguridad y bajó del auto. Ella lo tomó del brazo al tenerlo a un lado, para así correr juntos hasta la playa.

—    Qué suerte que es un día soleado — comentó Tom colocando sus manos en los bolsillos de su polerón.

—    Sí, pero me hubieses dicho que íbamos a venir a la playa, hubiese traído mi traje de baño — Sophia lo fulminó con la mirada.

—    Eso no importa. — Tom la miró alzando sus cejas en un acto repetido y Sophia lo miró riendo, sabía lo que él haría así que sin pensarlo dos veces comenzó a correr—. ¡No te escaparás!

Tom corrió tras Sophia, ella reía intentando escapar de Tom, miró hacia atrás y vio que Tom se acercaba, corrió aún más fuerte, con su mirada hacia atrás, lo que hizo que tropezara con un castillo de arena que un pequeño se encontraba construyendo. Tom al ver a Sophia tropezarse con el castillo comenzó a reír a carcajadas.

—    ¡Tom, ayúdame! — Se quejó Sophia entre risas alzando sus manos hacia Tom. Él se acercó a ella aún riendo y la ayudó a levantarse. — Niño, perdón, si quieres… te ayudo a hacer otro. — Sophia le sonrió al pequeño, que miraba con pena su ahora destrozado castillo de arena.

—    Bueno — respondió el pequeño pelirrojo cambiando de expresión, dejando ver en su sonrisa que tres dientes ya se le habían caído.

Sophia y Tom ayudaron al niño con el castillo. Buscaron agua y llenaron los baldes para así comenzar a construirlo. Terminaron haciendo uno mucho mejor que el anterior destrozado por Sophia.

—    Gracias Sophia — el pequeño, cuyo nombre era Shane, miró a Sophia y sonrió nuevamente con sus pocos dientes. Luego miró a Tom de la misma manera —. Gracias Tom.

—    De nada — Sophia y Tom dijeron sonriendo.

Se despidieron de Shane, quien estaba feliz con su nuevo castillo, y luego ambos se alejaron riendo.

—    Gracias por ayudar —. Sonrió Sophia.

—Me divertí, hace mucho no hacía un castillo —. Rió Tom y se acercó a Sophia mirándola divertido. Y en menos de cinco segundos la tenía colgando de su hombro como si fuera un saco de papas. Sophia rió golpeando la espalda de Tom con sus puños mientras gritaba.

Tom caminó hasta la orilla del mar con Sophia haciendo pataletas en su hombro. Sin pensarlo dos veces, él se tiró al mar junto a Sophia. Ambos rieron al salir a la superficie. Sophia se acercó a Tom y volvió a darle un pequeño golpe pero esta vez en su pecho. El rubio solo la miró sonriendo y subió su mano hasta el rostro de Sophia corriendo uno que otro mechón de cabello que se encontraban tapando los bellos ojos de Sophia. Ella sonrió subiendo su mirada para encontrarse con la de Tom, ojos color café, los que esa tarde tenían un brillo especial gracias a los pocos rayos del sol que iban quedando. Tom se acercó más a ella decidido a besarla, pero al estar a escasos centímetros de los labios de Sophia, ella corrió el rostro, evitando que el beso sucediera.

—    Lo siento, pero no — murmuró Sophia con su mirada perdida en las olas.

Tom se quedó perplejo y a la misma vez sentía vergüenza. Le  habían negado un beso. Sophia le había negado un beso.

Sophia se alejó de donde estaban, caminando una vez más hasta la orilla, esta vez sola.

La Única ExcepciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora