TREINTA Y SIETE

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 Salieron del auto y se apresuraron en entrar a la clínica, para así ir hasta la cafetería que se encontraba en el primer piso.

          —Deborah —alzó la voz Sophia llamando a la madre de Tom que se encontraba sentada en una de las mesas de la cafetería. Las ojeras en los ojos de Deborah la delataban, no había dormido ni un poco.

          —Sophia. Charlie —dijo la mujer con una sonrisa mientras llevaba el vaso de café a sus labios. —No sabía que se habían quedado aquí.

          —Bueno, ya sabes, Sophia no quería dejar el lugar así que dormimos en el auto —sonrió Charlie poniéndole azúcar al café.

          Deborah los invitó a sentarse junto a ella y después de que Sophia recibiera la comida y su café, los dos se acomodaron a su lado.

          —¿Alguna noticia? —preguntó Sophia interrumpiendo la conversación que Deborah y Charlie tenían sobre negocios.

          —Sí, los doctores dijeron que en unas horas podremos pasar a ver a Tom. Él estará bien. No tiene nada grave.

          El mundo de Sophia volvió a color al escuchar las cuatro últimas palabras. “No tiene nada grave”. Tom estaría bien.

          —¿Nada grave? —la sonrisa de Sophia era tan grande que hizo que Deborah y Charlie se contagiaran también.

          —Nada de nada. Unas pocas heridas, pero estará bien.

          —¡No sabes cuánto me alegro! —exclamó Sophia. Buscó en su bolso el celular y se excusó para levantarse.

          —¿Sí? —contestó Dave con una voz ronca. Claro, seguía dormido.

          —¡Tom estará bien, Tom estará bien! —repitió Sophia animada.

          —¿Lo dices en serio? —la voz de su amigo cambió enseguida. La voz de dormido ya había desaparecido.

          —Sí, totalmente. Avísales a todos. Ya voy a colgar. Te adoro, adiós.

          Una corta carcajada se escuchó del otro lado de la línea. Le gustaba escuchar a su amiga así de animada, podía notarse lo feliz que se encontraba con solo escuchar su voz.

          —También te adoro, iré en un rato, ¿sí?

          —Te estaremos esperando.

.

Y así fue hasta que dieron las doce del día.

¿Cuánto más debía esperar para que los dejaran entrar a ver a Tom? Toda pregunta tuvo respuesta en cuanto el Dr. Robinson, según había leído en el delantal blanco, se acercó a los padres de Tom. Sophia hizo lo mismo y una sonrisa volvió a aparecer en el rostro de Sophia al escuchar al Doctor decir “Ahora pueden pasar a verlo.”

Tenía claro que Deborah y Robert serían los primeros en pasar y como el doctor había pedido, debían respetar el orden de ir en parejas, por lo que Sophia entraría junto a Camille.

—¿Ya se puede pasar?

Sophia se sorprendió al escuchar la voz de Dave. Se volteó y se encontró con el rubio de la mano junto a la de su novia, Summer. Sí, oficialmente David Cornish y Summer Rue eran novios, desde hace una semana y media.

—Hey —se levantó Sophia y caminó hacia Dave, abrazándolo. —Hola Summer —sonrió Sophia dándole un abrazo también. —Sí, ya puede tener visitas, pero solo de a dos, por lo que debes saber que después de los padres voy yo.

—Como digas —Dave puso los ojos en blanco con una pequeña sonrisa en el rostro.

Se quedaron hablando por unos minutos hasta que Sophia notó que los padres de Tom habían salido. Camille se levantó del sofá y le hizo una seña a Sophia para que entraran. Sophia les sonrió a sus amigos y caminó hasta la blanca puerta. Camille giró el pomo y abrió la puerta, dejando ver la blanca y pequeña habitación, que solo tenóa un escritorio lleno de flores, un televisor colgando de una esquina y la camilla ocupada por Tom.

—Mamá dijo que estabas despierto y podíamos pasar —murmuró Camille después de cerrar la puerta.

—Lo estoy —se escuchó la débil voz de Tom. Sophia pudo notar que los ojos de Tom estaban entrecerrados. —¿Está Sophia también?

—Sí, aquí estoy, Tom.

Ambas chicas se acercaron a la camilla, una a cada lado y hablaron lo que pudieron con el débil Tom.

—Cam —murmuró Tom con una sonrisa. —¿Me dejas un momentos a solas con Sophia? —pidió él cuando ya llevaban varios minutos juntos.

—Claro —Camille les dedicó una dulce sonrisa a ambos y se alejó, saliendo de la habitación. Los dos estaban solos, completamente solos.

La Única ExcepciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora