2. Sorena

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La estancia era lujosa y la chinemea, aunque estaba apagada, calentaba lo poco que quedaba de mi valor. Las paredes de piedra parecían gritar el daño inminente que se abalanzaría sobre mí.  La puerta se abrió y entró un hombre alto . Me puse a temblar al recordar lo que dijo el rey de Crisantemo. Avanzaba hacía mí con paso firme, el cuero de sus botas crujía bajo su peso.
Yo estaba sentada sobre mis piernas y él se quedó parado justo delante de mí, mirándome en todos lados menos a la cara, como si fuera una pieza de ganado. Me quedé paralizada, mirándolo de lleno a la cara.
Tenía las facciones angulosas para ser un Crisantemo. Y sus ojos , rasgados pero grandes, parecían cuervos siempre al acecho, como si estuviera perpetuamente en desasosiego. Tenía la cara ligeramente cuadrada , los lados de la cabeza rapados,  mientras que la zona alta de la cabeza estaba poblada por una espesa y larga melena negra.
Se me escapó un gemido de terror, fue leve , no me atrevía ni a respirar.

-El rey sabe cómo hacer feliz a un general - sacó un puñal de una bota.
Pude ver su mano, grande, delgada, con las venas marcadas y los nudillos tatuados con lo que parecía ser algún símbolo o runa crisantema.
Me quedé congelada. Su cuerpo irradiaba poder, brío.
Me apartó el pelo del cuello, pero no me miraba a la cara.
Me agarró el cuello con una mano,  gemí e intenté apartarme retrocediendo , pero me agarró por las muñecas y me atrajo hacía él. Grité y me presionó con los brazos contra su pecho.
-Si te quedas quiets, no tardaré mucho, voy a hacerte mía, a ti y a estos labios .

Si no huera sido por que me revolví para escapar de su agarre, diría que me dio un ataque al corazón.
Bien aprisionada y temblando de miedo, acercó mi cuello a sus labios y me besó, con rabia, parecía que estaba enfadado conmigo.
Grité,  como pude  intenté moverme pero era inútil. Los Crisantemos que había visto antes no eran tan altos y me atrevería a decir que tampoco eran tan fuertes.
-¡Déjame, no! -grité todo lo fuerte que pude .
En un golpe de suerte me deshice de si abrazo (o él me liberó) y le di una patada en la tibia, gruñó y me soltó la muñeca que aún me presionaba ,  no obstante, fui yo quien resultó más herida.  Unas bailarinas no son el calzado adecuado para patear a nadie.
Me di la vuelta dispuesta a buscar la puerta pero me agarró del pelo .
Grité de dolor.
-¡Ven aquí, mal educada terrible!-gritó
Me lanzó contra su cama . Conseguí ponerme de rodillas y lo empujé pero no se movió ni un centímetro. Me volvió a atrapar en sus brazos y me desató el lazo que anudaba mi vestido.
- ¡No, no , déjame , no!
Me lanzó de espaldas contra el lecho y puso sus piernas a ambos lados de mis costados. Intenté golpearlo pero me esquivó y desgarró uno de los tirantes de mi vestido. Grité.
Me inmovilizó . Puso sus manos en mis hombros y ya no podía moverme.
- En Swean sois chillonas- se inclinó hacía mí y me recorrió el pecho y el cuello con los labios. Grité. Grité y grité.
Se incorporó con un gruñido y se quitó la camisa. Tenía unos tatuajes que empezaban en su pecho, subían por sus hombros y acababan en sus muñecas. Me escurrí hacia arriba intentando salir de debajo de él pero me agarró por los muslos y me atrajó hacía él de nuevo. Volvió a atraparme y buscó mis labios, pensé que iba a ahogarme, me besó como si le doliera no hacerlo y tras forcejear, durante unos segundos que me parecieron interminables,
me di por vencida. Me dolían los brazos y las lágrimas ya me estaban cegando.
Note una de sus manos buscar bajo mi vestido, me levantó la falda y acarició mis piernas . Sollozé y más lágrimas rodaron por mi cara.
Noté como se elevaba y puso una mano al lado de mi cabeza, su pelo liso, negro y fuerte me rozada el cuello.
Entonces vi mi oportunidad, recobré la fe,  reuní toda la fuerza que me quedaba y le di un rodillazo en la entrepierna.
Dio un grito ronco y saltó de la cama .
Me incorporé a toda prisa y salté hacía la puerta.
Recorrí los pasillos de mi prisión de piedra mientras trataba de cubrir mi pecho, pero parecía un laberinto, trataba de buscar una salida y sólo había más y más pasillos .
Seguí buscando una salida, desesperara, incluso cojeaba . Me dolía el pie por la patada que le había dado. Hasta que cruzé una esquina y me topé con él.
Me empujó contra la pared y me tapó la boca.
Su mirada era implacable, creí que me desintegraría con ella.
Por lo menos esta vez se había dignado a mirarme a los ojos.
-¡Quieta!-me gritó.

No, otra vez no por favor.
Me revolví y me apretó más fuerte contra la pared.
-¡Vuelve a golpearme y te juro que te violaré de manera que tengas pesadillas el resto de tu vida! Vamos , vuelve a hacerlo-me retó.
Mi respiración se entrecortó y comencé a llorar como una niña pequeña. Mis manos temblorosas estaban podasas en sus codos y si no hubiera estado sujetada por él me habría caído al suelo. Mis rodillas no soportaban mi peso.
Cerré mis ojos y me rendí de verdad, sin mi arco sólo era una chica.
Abrí los ojos con lentitud y el general me estaba estudiando el rostro , su mirada grave estaba tan concentrada en mí cara y en mis ojos que llegué a pensar que los latidos enloquecidos de mi corazón lo estaban distrayendo.
- Voy a despatar tu boca, no grites , no grites, te lo advierto.
Me destapó la boca y empecé a coger todo el aire que mi cuerpo necesitaba, mi pecho subía y bajaba.
- ¿Qué edad tienes ?-
Me quedé mirándolo fijamente, no me salían las palabras .
-Responde, ¿ Qué edad tienes?
-Di...diecisiete- susurré.-
Él desvió la mirada al suelo y suspiró.
-Ven- me cogió la mano y tiró de mí pero yo me opuse , entonces me echó sobre su hombro y me llevó de vuelta a su habitación.
Cerró la puerta con llave y la guardó dentro de sus pantalones .
Me alejé de él todo lo que pude. Me temblaban las rodillas.
- Por favor...-susurré.
Él se acercó a la cama y se puso su camisa, se aproximó a mí y empecé a correr por la habitación, gritando , intentando huir. Me atrapó sin problemas y me tiré al suelo en mi desesperación. Cualquier cosa con tal de apartarlo de mí. Él se arrodillo y me cogió por los hombros.
- ¡No voy a hacerte daño! -
Estaba sentada sobre un lado de mis piernas , con las manos apoyadas en el suelo, gimiendo sin consuslo.
- No voy a hacerte daño - repitió, me apartó el pelo de la cara y elevó mi barbilla con su dedo índice hasta hacerme mirarlo a los ojos.
Levantó una mano y cerré los ojos , pensé que iba a golpearme pero sólo me secó las lágrimas con su pulgar.
Obligué a mi respiración a calmarse sin éxito. Temblaba, estaba temblando y notaba mi mandíbula desencajada de miedo. Cuando me abrazó para apretar los lazos de mi vestido y hacer un nudo con mi tirante para tratar de cubrirme, apreté los dientes tan fuerte que me hice daño. Pero lo hizo con...¿Delicadeza?
-Puedes...puedes sentarte ahí -señaló un sofá de terciopelo rojo oscuro y se alejó de mí.
Cogió una botella de alguna bebida y bebió un trago largo .
-Vamos, no te quedes en el suelo.
En mi última temporada en Swean aprendí a ser muy obediente, eso siempre facilitaba las cosas. Lentamente me levánté y me dirigí al sofá. Me senté y aguardé.
- Eres un regalo del rey pero pensaba que era una mujer, no una niña. Tienes unas formas muy femeninas, propias de una mujer más mayor , sin embargo tu mirada dice todo lo contrario. ¿Eres virgen, no es así? Claro que lo eres -Me miró -Estás aterrorizada.
Me temblaron los labios.
Claro que tenía miedo. Estaba en la habitación de un hombre desconicido, de mayor edad y había tratado de violarme. Claro que tenía miedo.
- Te pido disculpas, ya sabes que en los tiempos que corren, ninguna persona independientemente de su sexo está a salvo.

Claro que lo sabía, sabía que les hacían a las mujeres que no tenían ni para comer, con las campesinas y méndigas de Swean, también con las de Crisantemo, sabía que iba a hacerme.
-Pero yo no violo niñas, ni vírgenes -siguió bebiendo- ¿Estás bien?

¿Me he salvado? ¿Me he salvado porque el general tiene un resquicio de conciencia o de humanidad o de lo que sea que lo hace respetar niñas y vírgenes? No , abusar de cualquier mujer es un crimen.
-Ten, bebe.
Miré el contenido de la copa.
-Es agua. Bebe, no voy a hacerte daño.
Bebí y lo necesitaba. Mientras bebia el agua como si hiciera días que no la bebia, el general, con sus pantalones ajustados de cuero, sus botas altas y su camisa rajada por el pecho, me observaba. Me cogió la copa y se dejó caer en una silla amplia de madera.
-Eres sólo una niña.-
hacía años que nadie me consideraba una niña pero lo soy , me siento una niña .
- Me llamo Jin Ishihara. ¿Cuál es tu nombre niña Sweana?
-Sorena-susurré.
-Habla más alto, no te oigo.
-Sorena, me llamo Sorena.
-Um, Sorena, es bonito, un nombre bonito para una niña bonita. Y una fuente de desgracia-su tono era una mezcla de burla y misterio- Me cuesta creer que hayas sido la culpable de la muerte de un rey ,un príncipe y miles de soldados.
He oído hablar de tus habilidades con el arco, pero olvidaron mencionar de tu habilidad para hacer que un hombre se enamore de ti.
¿Nunca te lo han dicho?-
No respondí, me limité a mirar mis manos hechas puños sobre mis muslos.
-Bueno, entiendo que no tengas ganas de hablar.
Aunque no te atrevas a mirarme, se que me escuchas. Te pido perdón por el incidente de antes. Debí mirarte más la cara y menos el cuerpo. Habría advertido tú juventud  y no te habría tocado.  Lo siento. Es díficil no mirar  tus piernas torneadas y suaves...- sacudió la cabeza

Agaché la cabeza todo lo que pude.
-Disculpa,  no debes temer nada , aquí nadie te hará daño. Yo mismo me encargaré de que no te toquen un sólo pelo.

Sonaba sincero, quería creerle, pero me daba miedo que fuera una mentira, me daba miedo él.

Desterrada © En ReescripciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora