5. Jin

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Sigo perdido en esos labios carnosos, no es propio de mí. Puedo tener tantas mujeres como quiera y sin embargo  la deseo a ella.
Es sólo una niña. Una niña...¿Qué estoy diciendo? ¿A quién quiero engañar? A mí mismo , claro está. Estúpido.
Me siento tan atraído por Sorena que temo saltarle encima en cualquier momento. Cada vez que recuerdo mis manos recorriendo sus piernas y la piel suave y delicada de su cuello...siento deseos de ir a su habitación y besar cada centímetro de su dulce piel.
Lo haría, la haría mía una y otra vez pero no puedo, no puedo quitarle su pureza de esa forma.
¿En qué me he convertido?  Antes de mirarla a la cara ya la había besado a la fuerza, ya la había puesto sobre mi cama. Lo habría hecho, la habría violado.
¿Qué pensaría mi difunta esposa? ¿Cómo me vería mi hija? Ni si quiera yo se que pienso de mi mismo.
Mi sala de armas estaba repleta de espadas, arcos , carcajs llenos de flechas, hachas, puñales, escudos y unos cuantos de mis soldados afilando armas.
Me volvió a la mente la imagen de Sorena estre mis brazos, gritando y luchando por liberarse.
Tiré la espada que estaba afilando al suelo, con rabia.
Por una parte, me molesta haberle hecho daño pero otra parte de mí desea repetir los besos que le di una y otra vez, hasta derretirme .
Estoy siendo un completo estúpido, tanto que ni siquiera estoy siendo justo conmigo, nunca he violado a niguna mujer , ¿Por que digo entonces que la habría violado a ella ? Me siento un amnésico. Todos en Crisantemo me conocen, al parecer soy una celebridad entre las mujeres. Primero se hacen las difíciles, me dicen que no les haga nada, luchan sutilmente pero sólo lo hacen para no parecer desvergonzadas.  No lo son. Si es lo que quieren, se llaman libres , no sin vergüenzas. Clavo mis labios en los de ellas y mis dedos en sus cinturas y a partir de ahí sólo hay unos pocos gemidos para tapar la vergüenza de entregarse a un hombre desconocido, pero nada más. Nada de lágrimas o lucha por la escapatoria, sólo sumisión. Y placer, dan rienda suelta a su deseo casi al instante.
Con Sorena fue distinto y me di cuenta , temblaba y se defendía como si mis manos le provocaran quemaduras , me di cuenta pero lo ignoré o  me autoconvencí de que era una chica más para no dejar de acariciarla. El deseo me cegó.
Recogí la espada y me levanté del tronco en el que estaba sentado, salí al patio a airear mis pensamientos.
Ella está bien. No le hice daño, la asusté, mucho, pero no le quité su inocencia.
Paseé por el patio dejando que los rayos del sol me atravesaran la piel y me calentaran el alma. No pude evitar pensar en ella.
Es hermosa, tan hermosa que perdería la cabeza ,  es pura, inocente, dulce pero tan inteligente y valiente a la vez. Es sencillamente única.
Tengo la esperanza de que se entregue a mi voluntariamente, estoy seguro de que lo hará y cuando eso suceda, cuando la haga mi mujer también la haré mi esposa. Deseo ese día  fervientemente, después de todo, ¿Cómo no iba a gustarle?
Miré mi imagen reflejada en un escudo .
Por aquí dicen que soy la perfección masculina.
Miré hacia la salida del patio, que daba al granero, alertado por los gritos de mis críado. Me dirigí allí.
-¿Qué sucede?
Todos se quedaron quitos y silenciosos.
-¡No quiero escándalos aquí ni en ninguna parte! Por vuestro propio bien, cuidad de que Sorena no se asuste con vuestras estupideces.
Mis críados me hicieron una reverencia de noventa grados.
-Lárgaos.
Antes regalaba mucho grano al pueblo y ahora me apetece volver a hacerlo.
-Esperad-ordené a mis criados que estaban a punto de salir del granero.
-Quiero que preparéis 20 sacos y los carguéis en un carro , preparad dos caballos para que tiren de él.
Se me había ocurrido que podría llevar a Sorena conmigo, me apetecía llevarla. Es lo que solía hacer con mi esposa. Soy un traídor. Debería darme la vuelta pero ya estoy a 3 pasos de su puerta. Vamos, el pasado debe quedar atrás y los buenos recuerdos guardados, además quiero hacerlo, quiero llevarla conmigo, quiero tenerla cerca, esto es una buena excusa.

Di tres golpes suaves a su puerta y oí su voz aterciopelada dándome paso.
Estaba sentada en su tocador, es su sitio favorito, sin embargo, no lleva más maquillaje que un toque ligero de color en los labios y las mejillas. Su vestido blanco la hacía parecer un ángel.
-¿Pasa algo?
Estúpido, me he quedado mirándola como una estatua.
-No, todo bien- cerré la puerta- ¿Tienes algo que hacer?
-No me dejas un arco asi que , no, no tengo nada que hacer .
-Genial, porque nos vamos de paseo-sonreí.
Sorena se puso de pie, se agarró la falda del vestido para no tropezar y se acercó a mí. Dios sabe que haría con esa falda si me ella me dejara...
-¿Dónde vamos?
-Vamos al pueblo, tengo unos sacos de grano de trigo que repartir entre su gente.
Sorena sonrió y el corazón se me aceleró.
-Es un gesto muy noble.
-Tengo mucho y ellos no, lo lógico es compartirlo.
-Lógico y noble. En Swean había un señor que vendía su grano sobrante en vez de dárselo a su pueblo.
Mi pecho se calentó y le sonreí.

La ayudé a subir al carro y empezamos la marcha. Me sonrojé  al verla a mi lado sonriente y hermosa,  tal inocente y dulce .
-Es un gesto precioso- sonrió- tu rey está totalmente equivocado contigo.
-No, creéme, antes hice cosas horribles...desde que mi esposa murió...no van a recibirme con alagos o con palmas, es más , no harán, no dirán nada en absoluto, los más valientes se atreverán a moverse y se esconderán, los demás se quedarán petrificados.
-Pero ahora vuelves a ser amable con ellos - sonrió - las cosas van a mejorar entre vosotros, ¿Cierto?
-Sí, eso espero. Me apetecía dejar de estar triste todo el rato.
Vi que Sorena asintió,  me miraba con...ternura, sí, con ternura y me sonrojé.
Entramos en el pueblo y todo fue tal y como yo dije. En cuanto me reconocían enmudecían y se congelaban.
Incluso un grupo de niños chillones y sucios se quedaron inmóviles.
Empecé a dejar caer con cuidado los sacos a medida que atravesavámos el pueblo. Parecían muebles, parecía que ni siquiera respiraban y yo había sido la causa. Nadie dijo que enmendar los errores fuera fácil.
Iba a continuar con mi labor cuando noté como que el carro estaba ligeramente menos pesado, cuando no sentí la presencia dulce que me acompañaba. Me di la vuelta y Sorena no estaba, cuando me di cuenta , la vi correr hacia el pequeño bosque junto al pueblo.
-Coged estos sacos de trigo, son vuestros.
Salí tras ella.

Desterrada © En ReescripciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora