Capitulo 8: Familia.

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- Mis puertas están siempre abiertas para mi familia- Sonrió.

Cuando su madrina fue a buscar su habitación lo único que se le ocurrió fue llamarle a uno de sus colegas, ordenándole que le fuese a comprar un regalo para su hermano, pero no cualquier regalo, había dado la orden de ir por el único regalo que a su hermano le gustaría recibir de Samuel, una guitarra, pero no cualquiera, sino la guitarra que tanto había esperado, el no haber recordado que su hermano cumpliera años ese día no quiere decir que no hubiese estado anticipando uno regalo, había mandado a traer una guitarra qué fue firmada por su guitarrista favorito, Curt Cobain, la guitarra fue vendida en una subasta hace unos días, en la que su hermano no pudo ir, pero por suerte Samuel si había podido asistir, aun que a escondidas de él para poder darle la respuesta, Samuel había dado una suma importante de dinero por esa guitarra, lo suficiente como para poder comprar otra casa igual a la que el está viviendo en ese momento.

Por más que se piense que el chico era arrogante, egoísta y avaricioso, y todo lo que los demás pudiesen llegar a pensar, el era muy allegado a su familia, después de que sus padres murieran Samuel tuvo que sostener el poder económico de su familia, tanto de su abuelo enfermo como de sus 4 hermanos.

- Jefe aquí está lo que me pidió- el hombre había entrado a la casa después de que una de las criadas le abriese la puerta, dejando el gran paquete donde Samuel había señalado anteriormente.

- Bien, ya puedes retirarte, si necesito algo te llamaré- Dijo con un tono autoritario antes de que el hombre abandonara la casa.

- ¿Desea algo más señor?- Dijo la criada haciendo una pequeña reverencia, Samuel negó y está se fue directo a la cocina.

Recogió el paquete y lo llevó a si despacho donde no entraba nadie sin invitación previa, podía soñar muy rudo, pero ese era el único lugar en el que Samuel podía estar tranquilo sin que nada más le molestase, podía desconectar el interfono y olvidarse del mundo por un momento, y eso es justamente lo que quería hacer, haló del cable que conectada el interfono con la corriente y cerró la puerta del despacho para que nadie entrase, necesitaba pensar, soltar sus pensamientos, ponerlos en orden, desde hace ya varios días había estado pensando en todo lo que había hecho y sinceramente no se había arrepentido de nada hasta que Guillermo saco el tema de sus padres, fue allí cuando no pudo sacar a Freya de su cabeza, le había hecho tanto daño que sentía la necesidad de cuidarla, de curar sus heridas emocionarles y psicológicas, lo único que quería era ser feliz y tenía una meta por cumplir. Quería enamorarla. Y el quería enamorarse.

Por otro lado, en el búnker Freya pensaba en todo lo que había pasado con aquel sujeto que la había traído aquí, cada vez pensaba más en eso, y desde que demostró ese gesto gentil de preguntarle qué le llevaba de comer, fue lo que desbocó todos los sentimientos, ya no sentía el dolor de los moretones, ahora el dolor era otro. Su corazón.

Podía pensar que ese hombre solo la quería allí para satisfacer sus necesidades, aun que es un poco confuso por que el mismo hecho de que se haya preocupado por su alimentación ya vuelve todo el mundo de Freya patas para arriba, ella no dejaba de pensar en la manera en la que sus labios se mueven cuando habla, le gustaría que se detuvieran sobre los suyos, lenta y sensualmente. Si, se estaba enamorando de una persona que la ha despojado de sus bienes y la usaba de objeto de satisfacción, justamente su mejor amiga le había hecho esa pregunta poco antes de que la secuestraran.

Samuel siguió pensando más en Freya, no podía creer que después de tres años buscando a una chica para poder gozar de su cuerpo, ahora haga que se sienta miserable, que solo quiera cuidar de ella a cada rato, quería ponerle la pomada que le había comprado para sanar sus heridas y hacerle ver que quería cuidar de ella más que dañarla, había sido afectado por las emociones, y ahora en lugar de ser el lobo de la ciudad, solo era un pequeño y tierno Chihuahua en busca de una agradable compañera.

Increíble lo que puede causar el hablar de la memoria de sus padres.

- Samuel ¿Estás allí dentro?- Se escucho la voz de su madrina del otro lado de la puerta.

- Si, ¿Sucede algo?- Alzó la miríada quitándola de su escritorio para proseguir por levantarse de su asiento y dirigirse a la puerta.

- Me llamó Hector, acaban de aterrizar y quería avisarte- Después de que dijera esto, abrió la puerta dejando ver aquella mujer que había cuidado de el estos últimos años.

- Mandare a mi chofer para que vaya a por ellos- dijo levantando el teléfono de la casa.

- No creo que haga falta, dijeron que pueden pedir un taxi- La mujer detuvo a Samuel, pero este siguió con su idea.

- Sois mis invitados, no sería cortez que me vengais a visitar y no les de un trato aceptable- Marcó el numero de su chofer y este le contesto enseguida.

Tan solo unos cuantos minutos hicieron falta para que sus 4 hermanos pequeños ya estuviesen en la casa, Héctor, el más grande después de Samuel, se acercó a él de manera amigable, abrazándolo, este no tardó en corresponder.

- Te extrañamos mucho, hermano- Dijo Daniel, el más pequeño, el cumpleañero.

- Tu ven aquí- Jaló suavemente del chico que recién cumplía los 17 y lo abrazo.

- No cambias- Contesto Oliver, el hermano mediando y su gemelo Jonathan río de su comentario.

- No es hermoso mirar la familia reunida- Dijo Héctor poniéndose en medio de los gemelos.

- Lo que queda de ella- Jonathan era obviamente el más afectado por la pérdida de sus padres, ya que él era más allegado a ellos que sus hermanos, después de Samuel quien también quedó devastado.

- Samuel, tienes nuestros cuartos preparados, ¿Verdad?- Comentó

- Desde la última vez que vinisteis he ordenado que las mantuvieran listas para cuando regreséis- Este sonrió.

- ¿Donde siempre?- Preguntó Daniel.

- Claro, son vuestros, y así seguirá siendo- Tres de los hermanos de Samuel se dirigieron a su cuarto, quedando nada más Héctor con el.

- ¿Tienes regalo para Daniel, verdad?- miró al castaño inquisitivamente.

- Claro, justo lo trajeron unos minutos antes de que me avisaran que ya llagasteis- miró a su hermano y tomo asiento.

- ¿Hay alguna chica especial?- la misma pregunta del año pasado había aparecido, Héctor y Samuel se llevaban un año de diferencia nada más, mientras que Daniel tenía apenas 17 y los gemelos llegaban a los 19, Samuel y Héctor tenían 27 y 26 años respectivamente, los más grandes, pasando de edades a los demás notoriamente.

- Hay una de la que estoy pensando últimamente- dijo Samuel automáticamente, lo había dicho sin pensar ya que aquella pregunta lo hizo pensar directamente en Freya...

Esclava del amor | Samuel de LuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora