ÚNICO Y ÚLTIMO

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Mis sentidos se fueron despertando y mi piel me hizo saber que una fina sábana cubría todo mi cuerpo desnudo. Mis ojos despertaron y me incorporé poco a poco para averiguar donde estaba.

Desde luego, no estaba en la cama de mi cárcel, como llamaba yo a mi nueva habitación. Estaba en lo que parecía ser una suite donde me llevó Matt la noche anterior.

-Buenos días -apareció Matt saliendo del baño con una toalla que se encontraba sujeta de la cintura. Por lo demás, iba desnudo.

-Buenos días -me tapé la boca para bostezar.

-Tenemos que hablar -se puso unos calzoncillos, y seguidamente, unos vaqueros- Tu y yo -se sentó muy cerca mío mientras yo me encargaba de tapar mi desnudez.

-¿De qué se trata? -pregunté al ver que no seguía hablando.

-¿Por qué no me lo dijiste? -se sacudió su pelo mojado.

-No le entiendo -si hubiera estado más espabilada, lo hubiera cogido a la primera.

-Que eras virgen -mi corazón se paró al oír esa palabra. Cuando comenzó a latir de nuevo, me morí de la vergüenza.

-Me daba corte... Cuando me decidí por decírselo, ya... era demasiado tarde -quería mirar a todas partes excepto a sus ojos.

-Joder, ¿sabes el riesgo que has corrido al no decírmelo? -le dediqué una mirada de confusión- Fue tu primera vez, y yo fuí muy bruto -no mentía, no- Mira, yo no hago el amor. Yo follo duro. Pero no las primeras veces. Podría haber sido peligroso para ti. La primera vez hay que ser cauteloso, algo que no, desde luego, no fuí.

-Lo siento. No pensaba... Lo siento -volví a decir ya que no sabía que otra cosa decirle.

-La próxima vez, dime las cosas -se levantó de la cama dando por finalizada la conversación.

-¿Cómo lo ha sabido? -le pregunté alto para que oyera desde el baño, donde había vuelto a entrar.

Salió sin decir palabra y cogió unas sábanas tiradas en el suelo, mostrándome como estaba una parte cubierta de sangre.

Me tapé la cara de vergüenza. Se me había roto el ímen.

-Que no te de vergüenza -me tranquilizó- No sabes el gusto que me da saber que eres verdaderamente mía. Todas las demás no eran vírgenes cuando llegaron aquí, pero tu sí, la primera.

-No sé como eso debe ayudarme -sus palabras estaban haciendo que me sintiera más ridícula.

-He sido el primero en entrar en ti, y seré el único y último -me sonrió maliciosamente y se volvió a encerrar en el baño.

SIRVIENDO POR AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora