DESESPERADO POR VERTE

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Tras varias vueltas en el coche, logré encontrar la calle que estaba buscando. Como no, estaba llena de pisos de auténtica calidad, aunque algo apartadas del centro.

Tuve que soportar la más de media hora de vueltas por la ciudad a mi hija preguntando adónde íbamos. Nos bajamos finalmente en el portal donde se suponía que tenía que estar Matt. Toqué el timbre de cualquier piso que no fuera suyo. Me abrieron tras la mentira de que era el cartero y pulsé el número del piso que me llevaría a la casa de Matt.

Supe en ese momento en el que estaba esperando que alguien abriera la puerta de que no tenía que haber traído a Maia. La puerta se abrió y un Jack bastante confuso apareció delante mía.

-¿Qué estás haciendo aquí? -observó a Maia.

-¿Tú qué crees? Tengo que verle -Maia se quedó algo asustada detrás de mí al no conocer a aquel chico.

-Está bien -dijo tras pensarlo un rato- Esperad en el salón -nos señaló donde se encontraba y me adentré en la gran sala con mi hija en brazos.

-Mamá, mira -puso su dedito sobre el cristal señalando un punto desconocido en la inmensa vista de la ciudad- El parque de atracciones.

-Si. Qué pequeño se ve desde aquí -nos reímos las dos hasta que escuchamos un carraspeo desde detrás nuestra.

-¡Matt! -corrió Maia soltándose de mí. Abrió sus brazitos y abrazó a Matt por sus piernas.

-Hola Maia -le puso su gran mano sobre la cabeza- ¿Qué haces aquí?

-No sé. Ha sido mi mami -se giró a mirarme con una sonrisa como si me agradeciera el haberle llevado para ver a Matt, cuando ese no fue el propósito.

-Si. Hemos venido porque quiero hablar contigo -me acerqué hasta llegar a ellos.

-Soy todo oídos -eché un vistazo a mi hija que nos miraba atenta.

-Cariño, necesitamos algo de privacidad -frunció el ceño al escucharme decir aquello.

-Yo puedo encargarme de ella -intervino Jack que estaba vigilando en la puerta del salón- ¿Quieres ver la piscina que tenemos arriba Maia? -le tendió la mano a Maia y esta no dudó en ir.

-¿Qué tienes que decirme? -en vez de decirlo con palabras, dejé sobre la mesa de cristal que ocupaba parte de ese gran salón el sobre con la carta- ¿Qué es esto?

-No te hagas el tonto -saqué los tickets- ¿Por qué?

-¿Eres la única que puede regalarle algo a Maia por su cumple? -los volvió a guardar y me lo tendió.

-Si -lo rechazé- Porque es mi hija. De la que llevo cuidado los últimos cinco años. No tú. Lo que significa que yo me valgo por mí misma, y si tengo que ahorrar durante años para llevarla a Disney World, eso es lo que haré. No necesito que tú me lo des -suspiré tras sacar lo que quería decir.

-Sólo os he regalado un fin de semana, no te he dado millones para no hacer nada en tu vida -se defendió.

-Matt, he dicho que no y es que NO -zanjé el tema de conversación.

-Está bien. Pues nada -los rompió por la mitad- ¿Contenta?

-Pues sí. Y a partir de ahora, no te vuelvas a acercar a nosotras. Te agradezco que la salvaras, pero nada más -Maia apareció corriendo hacia mí y me pegó un tirón de la ropa.

-Mamá, ¡la piscina es muy grande! Ven a verla -me cogió de la mano y me quiso arrastrar hacia la planta de arriba.

-Cariño, nos vamos ya -le paré y la cogí en brazos- Se ha hecho ya muy tarde.

-Pero yo quiero bañarme en la piscina. Por favor -hizo un puchero- Por favor -era imposible decirle que no a esa cara.

-No es muy profunda cerca de la escalera -intervino Matt- Hará pie.

-Está bien -seguí a Matt que me enseñó donde estaba la piscina.

-¡Bien! -se revolvió en mis brazos hasta que la solté. Se empezó a quitar la ropa y se tiró a la piscina. Benditas clases de natación que había recibido desde los dos años.

-Nada muy bien para ser tan pequeña -se sentó Matt junto a mí en el bordillo.

-Le apunté a clases de natación para que aprendiera. Muchos niños mueren ahogados y no quería que le ocurriese también eso a mi niña -apoyé mi peso en mis manos y sin querer mi mano rozó la de Matt.

-Báñate tú también si quieres. A pesar de haberme dicho todo eso tan feo abajo, te dejo bañarte en mi piscina -puso tono de estar dolido y se me escapó una risilla.

-No voy a concederte el placer de mirar -me sorprendí tras decir aquello.

-Para disfrutar de mirar, no haría falta que te bañaras -me ruboricé ante aquellas palabras.

-¿Y tu chica? ¿O chicas? A lo mejor se están desesperando en tu habitación -dí donde más duele.

-No lo creo. Ya no tengo a ninguna que me espere en mi cuarto -se mojó el cabello con su mano mojada que metió en la piscina.

-Por eso estás tan desesperado por verme bañándome -reí por lo bajo.

-Podría tener miles de chicas en mi cuarto y aún así siempre estaría desesperado por verte -mi respiración se vió interrumpida y giré mi atención hacia Matt que se volvió algo incómodo por decir aquello.

-Estos cinco años me han pasado factura. Así que no creo -Matt me sujetó del mentón para que le mirara a los ojos.

-Nunca dejarás de ser preciosa. ¿Entendido? -las risas de Maia en el agua se convirtieron en un eco de fondo porque todo paró después de que esas palabras salieran de la boca de Matt.

-S-si... -miré sus labios que parecía que esperaban a los míos.

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¡Siento muchísimo la tardanza! ¡Es que estoy muy ocupada!

SIRVIENDO POR AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora