MARCADA

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-¿Adónde me lleváis? -intentaba soltarme de las cuerdas que tenían mis manos atadas.

-Cállate -gruñó el que me ató.

-No me voy a callar. Quiero saber adonde voy -exigí de nuevo.

-Mira, como sigas hablando, te cortaré un dedo. El amo no dará cuenta de ello -se giró hacia mí con una cara que daba miedo.

Decidí no hacerme más la valiente y me callé. Nos metimos por una salida en la autovía que nunca había visto. Después de dos horas de viaje en coche, en las cuales habíamos pasado por camino extraños, llegamos a nuestro destino.

-Baja -me empujó el que me amenazó fuera del coche.

Menos mal que no llevaba tacones, sino me hubiera caído del coche. Caminé por el camino de gravilla que conducía a la pedazo de casa que tenía enfrente.

El coche en el que se montó el chico que decidió traerme aquí, desapareció unos minutos antes de llegar adonde estábamos. A saber donde se había metido.

El paisaje era verde, y la casa era preciosa, pero no me gustaba la idea de encontrarme secuestrada en una casa que no tenía vecino alguno.

Entramos por fin y me quedé maravillada del lujo de aquella casa. El dueño de esta casa tenía que tener mucho dinero.

Me condujeron escaleras abajo, donde la casa ya perdió su encanto. Pasó de ser lujosa a una especie de pasillo con... ¿celdas? Aquello era muy extraño.

Me empujaron dentro de una de ellas y me ataron a una cadena. Pasé de tener dolor de muñecas por la cuerda, al metal frío que me las ataba ahora.

-No podéis dejarme aquí -dije cuando ví que cerraban la reja tras ellos dejándome ahí dentro- Eh, soltadme -oí el ruido de la puerta que me condujo aquel pasillo tenebroso, haciéndome saber que ahora me encontraba sola en aquel tenebroso sótano.

No sé cuanto tiempo después, escuché unas risas femeninas acompañadas por grandes pisotones.

Unos hombres distintos a los de antes aparecieron delante de la celda donde me encontraba. Para mi sorpresa, los dos venían con una chica para cada uno, las cuales se encargaban de sobarles.

-Vamos. El amo ya ha venido -y otra vez me ataron las manos.

Me subieron de nuevo a la casa y me llevaron a una habitación grande donde no había ni un sólo mueble. Bueno, excepto una especie de cama metálica y varias artilugios que no sabía lo que eran.

Me ataron las manos a una cadena de metal que colgaba del techo y se volvieron a ir.

-Esto tiene que ser una broma -moví los brazos, pero fue en vano.

-No es ninguna broma -dijo una voz por detrás mía, asustándome.

El chico de ojos azules apareció de detrás mía, mirándome de arriba a abajo.

-Sheila, ¿verdad? -se había cambiado de ropa, e iba con una simple camiseta negra de manga corta dejando ver un asombroso tatuaje de un dragón que le recorría todo el brazo derecho- Desde luego, no has sacado nada del condenado de tu padre -pasó su dedo índice por el pequeño canalillo que dejaba ver mi camisa.

-¿Qué haces? -me eché un poco para atrás para alejarme de su contacto.

-Vamos a explicarte como funcionan las cosas así, Sheila -se trajó una silla y se sentó, su pecho contra el respaldo- Ahora eres mía, lo que significa que harás todo lo que yo te diga y te dirigirás a mí con respeto. A partir de ahora, eres mi sumisa. Las chicas se encargarán de enseñarte a portarte como debes -se volvió a levantar y abrió la puerta para dejar pasar a un hombre.

-Señor -le dijo el hombre antes de entrar.

-Ya sabes lo que hacer Fer -ese hombre gordo y espantoso me desató y me dirigió hacia esa vieja camilla metálica- No tengas miedo de él. Sólo te va a marcar. Tranquila, no te dolerá -y con aquella sonrisa maliciosa, se marchó.

-¿Marcarme? ¿Qué quiere decir? -le pregunté al tal Fer que me estaba atando a la camilla.

Me remangó la camisa dejando mi vientre al aire. Se fue y abrió una especie de horno raro del que sacó una especie de palo metálico que al final tenía el símbolo de un... dragón.

-¿Sabes lo que hacen con los caballos de carrera? Los marcan para que la gente sepa a quién pertenece -se acercó a mí con eso en la mano- Pues eso es lo que hacemos con la chicas del amo. Las marcamos para que sepan que son suyas -sonrió al ver mi cara de terror.

-No, no... Eso quema, no... -tenía atadas todas mis extremidades, por lo que me era imposible salir de allí.

-Esto se pasa rápido -ese símbolo se junto con mi vientre haciéndome soltar un chillido horrible de dolor.


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Sé que este capítulo es muy fuerte, pero os prometo con todo el corazón que esta historia os va a enamorar.

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SIRVIENDO POR AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora