Capitulo 40

198 27 1
                                    


Kyuhyun estaba cansado de combatir, tan cansado. Había ocupado decenas de
poblaciones fortificadas, pero toda esa ardua tarea no era suficiente. Con el control
de la capital él tendría el control del ducado y nadie lo sabía mejor que él.
Desplazándose entre las filas de cañones y las picas de defensa, desvió la mirada
hacia el norte, donde se encontraba la línea que los franceses y españoles llamaban
"Ne Plus Ultra": Nada más allá es posible. Kilómetros de contravalación y
circunvalación se extendían alrededor de la ciudad. Hierro forjado por expertos y
miles de cañones. Un muro de fuego. Más lejos, floreciendo sobre una meseta por
donde corría un arroyo, bañada por una densa capa de rocío matinal, se erguía la
ciudad de sus antepasados, de su niñez, de su corazón, la ciudad que él había
abandonado en tiempo de conflictos, contra todos los votos de sangre que había
hecho siendo un joven optimista y consciente de sus deberes: Milán.
La Feuillade casi había destruido Turín durante su sitio. ¿Habría bombardeado
su hogar? Se preguntaba Kyuhyun por millonésima vez. Una ciudad de doscientos años
de antigüedad, sede del Imperio Romano que Leonardo Da Vinci reconstruyó como
la Ciudad Ideal, comunicada con el Po a través de arroyos y canales. Inspiró el aire
fresco que soplaba desde los Alpes y contempló las cúpulas que se elevaban en la
ciudad. Entre ellas, unos pináculos de marfil y unos gabletes brillaban bajo el sol: el
Duomo. El pecho se le oprimió ante aquella vista. Cercada por el Muro Español, su
ciudad florecía y él había vivido para volver a verla: su hogar. Sólo que allí no había
nadie que lo recibiera con los brazos abiertos: ni padre, ni madre, sólo desconocidos
con esperanza de salvación. Él no podía bombardear Milán. Tenía que permanecer
intacta para las generaciones futuras, quizás hasta para sus generaciones futuras...
Se desplomó sobre el tronco carcomido de un árbol sin raíces ni hojas que a los
hombres les servía de cómodo banco y se compadeció de la leña. Evidentemente, él
también había sido condenado a andar por la vida sin pasado ni futuro. Como una
causa perdida.
—«Guerras» —dijo él—, «las guerras son lo que me esperan...».
Se acercaron cinco oficiales. Aunque apenas habían dormido, sus hombres
lucían tan en forma como siempre y listos para la acción.
—¿Cuáles son vuestras órdenes? —preguntó Minho—. ¿Cuándo atacamos?
—No lo haremos — Kyuhyun apoyó los codos sobre las rodillas y enterró los dedos
en la cabellera.
Los hombres intercambiaron miradas de desconcierto. Changmin se acercó más.
—¿Quieres que aguardemos a los refuerzos del general Onew cuando él
regrese de Turín?
—No. Para cuando él regrese estaremos rodeados. Si es que regresa.
—Podemos lanzar un ataque menor —ofreció Taemin—. Husmear sus armas
de cerca.
—Nos resistirían. Ellos son más fuertes que nosotros.
—Pero su fuerza se desperdicia en la magnitud de sus líneas —señaló Minho—. Y
probablemente los hombres hayan perdido bastante el vigor en las trincheras,
sabiendo que pertenecen a una fuerza superior.
—Hagamos un cauteloso reconocimiento del terreno enemigo para descubrir
sus sitios más débiles —propuso Changmin—, Luego nos infiltramos allí y dividimos
al enemigo en dos.
Kyuhyun levantó la cabeza.
—¿Y arriesgarnos a que nos hagan añicos cuando sentemos el campamento en
la zona? No lo creo —Sus cuirassiers serían quemados vivos bajo el fuego de las
armas.
Suho frunció el entrecejo.
—¿Y entonces qué es lo que quieres que hagamos, Kyuhyun?
—No lo sé —Contaba con menos de veinte mil hombres en línea, todos a
caballo y situados casi al límite del alcance de la artillería. Y aunque era altamente
imprudente por parte de los franceses mantener una línea estrictamente defensiva,
ellos creían que el enemigo era demasiado débil para atacar sin quedar expuestos a
un retirada peligrosa, y por consiguiente él no lo intentaría. Estaban en lo cierto.
—¿Puedo hacer una sugerencia? —dijo Jonghyun—. Creo que la única solución
sería dejar a la artillería de ellos fuera de acción. Podemos esperar a que caiga la
noche e infiltrarnos en sus líneas.
Kyuhyun lanzó una mirada por encima del hombro.
—¡Qué pena! Dejé mis alas doradas en Agadir.
—Es muy arriesgado —reconoció Changmin—, pero no imposible.
—No, es suicida —afirmó Kyuhyun con sequedad—. Nadie regresará de esta misión.
—¡Es todo o nada! —Minho trató de animarlos y recibió una mirada furiosa en
respuesta—. Tenemos que hacer algo —murmuró él, uniéndose a Kyuhyun en el tronco de
árbol—. Podemos llegar hasta allí a nado.
Kyuhyun se quedó inmóvil en el lugar. Miró fijo a Minho. Miró el tronco con forma de
tubo sobre el que estaban sentados. Echó un vistazo a la ciudad amurallada —con
muros que eran españoles— y conectada con arroyos y canales a toda masa de agua
de la zona, de modo que jamás se secaría.
—¡El tiene un plan! —exclamó Changmin golpeando con el puño la palma de la
mano.
—Todavía no — Kyuhyun se puso de pie—. Tengo que pensarlo antes de tomar una
decisión.
—¡Ve! ¡Piénsalo! —exclamó Changmin mientras él se retiraba—. Pondré diez
guardias alrededor de tu tienda para que se aseguren de que dormirás como un bebé.

Secuestrado por el LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora