Capitulo 3

347 40 0
                                    


No era una buena noche para ser una príncipe italiano. Choi Siwon se hundió
en un sillón roto y escudriñó las paredes frías y austeras del Castello Choi. Su
esplendor había sido saqueado. Eficazmente. Brutalmente. Completamente.
Desvalijado por sus recaudadores chupasangres. No le quedaba nada. Peor aún: sus
días en el palacio familiar estaban contados.
Una llama débil saltaba en el hogar. Siwon tenía la mirada fija en un espejo
hecho pedazos que colgaba de una de las paredes. Fornido, de cabellos negros como
el azabache, vestido de negro de pies a cabeza, su reflejo complementaba tristemente
el entorno. Aunque se hallaba en la flor de la vida, parecía acabado; sus facciones
claras eran frías como las de una estatua, sus ojos cafe oscuro tenían esa mirada
furiosa que sus enemigos habían calificado como "la mirada de una bestia salvaje en
peligro". Siwon sonrió enconadamente. La misma mirada que le había valido
desprecio y vituperio a la larga lo haría triunfar y dominar. Un día cercano
encontraría a ese canalla de la cicatriz en el rostro que le había robado el medallón
Choi. Lo mataría y se convertiría en el futuro Duque de Milán.
Mientras tanto, Siwon tenía que sobrevivir sólo con su astucia e ingenio
mientras los españoles acababan con la economía de Milán. Maldijo y tragó un sorbo
de coñac. Era la última botella. El viejo tesoro de vinos y licores que había en la
bodega había corrido la misma triste suerte que las obras de arte y los muebles. Y
ahora que el Ejército Imperial se encontraban en las puertas de Milán, él también
tenía que huir, salvo que... ¿a dónde podría ir? Todos los países que integraban la
Gran Alianza eran un camino sin salida, ya que él abiertamente tomaba partido por
Francia. Lo había hecho después de que el Emperador y el Papa le negaran el diritto
de imperio, su legítimo reclamación al ducado de Milán. ¿Debía irse a París?, se
preguntaba. Había peores lugares para pasar el invierno venidero, pero ¿qué había
de bueno en París para un príncipe milanés empobrecido? Además, había que tener
en cuenta el desafortunado incidente con el sucesor francés. Hacía dos años, Kangta le
había echado la desgracia encima, jurando que si Siwon volvía a acercarse a algún o alguna
joven del pais, lo encerraría en la Bastilla y tiraría la llave. Luego él había contraído
matrimonio. No era culpa suya que ese papa de cuello ancho y ojos saltones se
negara a otorgar la anulación. Si un hombre golpeaba a su esposa, ¿no era ese un signo claro de que estaba harto de ella? Qué pena no haber envenenado a Jessica
después de despilfarrar su fortuna. Ahora tenía que cargar con ella, pero esa
estúpida había escapado a Roma a llorarle a su tío —que inoportunamente era el
mismísimo papa Clemente— contándole acerca del malvado esposo que tenía. Por
tanto, definitivamente no era posible ir a Roma. Podía ir a España. Buscar alguna rica
heredera en Madrid. Seducirla, envenenarla, coger su dinero... La idea le resultaba
atractiva, pero no asi. Detestaba a esos españoles barbudos.
Unos pasos que se acercaban de prisa hicieron eco en las lúgubres paredes de la
gran mansión. Siwon sacó su daga, su vieja amiga lustrosa y letal.
—¿Quién anda ahí? —gritó, entornando los ojos en la penumbra.
Envuelto en una capa negra, un hombre diminuto se presentó bajo la débil luz
del hogar. Su voz sonaba como un susurro áspero.
—Os traigo buenas nuevas, monsignore. Excelentes nuevas.
Siwon resopló y enfundó la daga. Ya aburrido, musitó con el mismo
entusiasmo de una cabra muerta:
—Dime de qué te has enterado, Suho.
—Lo encontré, monsignore —Rió Suho con disimulo. Se llevó la punta del
dedo a la sien izquierda y dibujó tina cicatriz con forma de medialuna.
Siwon pegó un salto en la silla.
—¿Estás seguro?
—Si, monsignore. ¡El Lobo!. "Aquel que llevó a los milaneses al
campo de batalla".
—¡Ya lo sé, stupido! — Siwon fulminó al espía con la mirada—. ¿Dónde está?
¡Dímelo ahora mismo!
—Vi al Wine137 navegar desde Génova con el hombre de la cicatriz de
medialuna a bordo. Aunque no desembarcó, lo vi con mis propios ojos, y todavía
lleva...
—¡No me interesa lo que lleva, stronzo! —vociferó Siwon. Lo que le interesaba
era echarle mano al medallón y luego cortarle el cuello a ese bastardo. Su
archienemigo. Su maldición—. ¡Cuéntame todo! ¡No pongas a prueba mi paciencia!
Encogido del miedo ante la furia de su amo, Suho harbulló:
—Él... él navega hacia el Caribe. ¿Qué debo hacer ahora, monsignore? ¿Debo ir
tras él? ¿Convertirme en su sombra?
Siwon se sentó. Tenía que pensar rápido y con astucia, hacer uso del instinto
asesino que había perfeccionado en las mesas de juego de naipes. El rey de Francia
era el único hombre con el poder suficiente para deshacerse de ese canalla, pero para
lograr el apoyo de Kangta, Siwon tendría que darle algo a cambio: ¿pero qué?
Kangta quería España, de modo que había puesto a su nieto Leeteuk en el trono
español y le había declarado la guerra al continente entero para mantenerlo allí.
Quería Italia, así que envió medio ejército para ocuparla. Ahora el príncipe Eric el comandante supremo del Ejército Imperial, estaba amenazando las
conquistas de Kangta. No había nada que Kangta quisiera más que eliminar a Eric.
Siwon sonrió. Sabía el método exacto para aprovecharse de eso. Miró a
Suho.

—Sí. Ve tras el pirata. Conviértete en su sombra. Me reuniré contigo dentro de
dos meses en Gibraltar. Averigua a dónde va, con quién habla, con quién duerme. Sí
para ello tienes que sobornar, envenenar o estrangular a alguien... Hazlo. ¡Quiero
saberlo todo! Capisce? Y... si se te presenta la oportunidad, mátalo. Quiero el
medallón de oro que lleva colgado en su maldito cuello.
Suho se sobresaltó.
—¿Que mate al. . . ? —Pero al ver la mirada furiosa del amo, hizo una rápida
reverencia y murmuró—: Si, monsignore. Así se hará —Se retiró sigilosamente, con la
capa abultándose detrás de sí.
Sonriendo con satisfacción, Siwon levantó la botella de coñac del suelo. Pronto
tendría todo lo que siempre había querido. Estiró las largas piernas y le hizo un
brindis al lobo tallado en la pared de piedra.
—Ah, Siwon. Aunque tengas que morir, no temas, pues la muerte es amarga,
pero la fama es eterna.  

Secuestrado por el LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora