Capítulo 18

245 33 0
                                    



—Caballo a B-6. Jaque. ¡Y despídete de tu reina! —Sallah levantó un caballo de
marfil con un ademán exagerado y derribó la escultura negra de la reina—. Tu turno
—le informó al pagano sin camisa, descalzo y sin afeitar que tenía sentado enfrente,
bajo la moteada sombra del olivo. La suerte de Kyuhyun en el juego combinaba con el
color de sus piezas de ajedrez y con su estado de ánimo.
—¡Este maldito juego de estrategia! —exclamó malhumorado y se pasó los
dedos por la oscura melena. Se inclinó hacia delante, con las manos sobre las
rodillas y trató de concentrarse.
Sonriendo, Sallah se metió un humeante cigarro entre los dientes.
—Dices eso sólo porque estás perdiendo, huboob. Ya era hora de que me
retribuyeras todos los juegos que perdí contigo esta semana.
—Cállate, Sallah. Déjame pensar —Eros se frotó enérgicamente la mandíbula
áspera por la leve barba, clavando la vista en el tablero de ajedrez. La derrota amenazaba,
el rey negro azabache estaba acorralado.
—Hoy estás de un humor terrible. ¿Tiene algo que ver con nuestro Venus rubio
cautivo en su torre de marfil?
—No lo había notado.
Sallah carraspeó ruidosamente. Caramba, su conspiración de la noche anterior
había fracasado. El... ¿bello? ¡Muy bello! y la bestia estaban más peleados que nunca.
—Recuerdas que mañana nos marchamos, ¿no? Los tres.
Eros no se molestó en levantar la vista del tablero.
—Yo también me marcharé pronto.
—De modo que él seguirá su camino y tú el tuyo.
—Así parece.
Sallah se inclinó un poco más y le preguntó con discreción:
—¿Por qué estás renunciando a él?
—¡Cállate, Sallah! —gritó Kyuhyun y golpeó ruidosamente el puño en el tablero,
desparramando las piezas. Se puso de pie y se fue a parar junto a la baranda que
daba al mar. Turquesa y dorada, la espléndida vista lo invitaba a ocuparse del asunto
en cuestión. Sin embargo, Sallah no tenía duda de que Sungmin habitaba la cabeza de
Kyuhyun sin la ayuda del paisaje. El hombre se estaba transformando en una miserable
ruina.
—Por Dios, hombre. ¿Qué es lo que te sucede? ¿Qué te resulta tan difícil?
Los músculos se tensaron en aquella espalda ancha y bronceada, pero no se oyó
ni una palabra.
—Estás enamorado de él. Cásate con él.
Silencio. Sallah casi esperaba que Kyuhyun arrancara la barandilla de las bisagras y se
la arrojara con la fuerza de una feroz tempestad. En cambio, Eros se dio la vuelta y lo
miró con una calma espeluznante.
—Ardería diez veces en el infierno antes de hacerlo —pronunció despacio y
fríamente, con los ojos como piedras preciosas hirviendo a fuego lento.
—Sin embargo, cuanto más te rechaza más lo deseas. Esto no se te va a pasar, lo
sabes. Si dejas que se marche, te maldecirás por ser un completo imbécil —Se levantó
de un impulso y se unió a Eros junto a la baranda. Su joven amigo estaba ante la
extrema necesidad de una conversación íntima—. Sé que no es la insaciable lujuria
por los jóvenes y mujeres hermosas lo que te quita las ganas de formar un verdadero hogar, Eros, pero vivir con demonios por el resto de tu vida es un infierno que tú mismo creaste.
Seguramente, una cosita dulce que apriete su cuerpo contra el tuyo en la noche y te
sonría en la mañana pueda ayudar a aliviar los tormentos del pasado. Bueno, no es
que le reste importancia a la carga de responsabilidad que significa ocuparse de
atender un esposo e hijos, pero esa es la esencia de la vida, amigo mío. ¿Dónde
estaría yo hoy si no tuviera a Nasrin? Sería un viejo amargado. ¿Por qué habrías de
desear eso para ti?
Eros bajó la vista.
—Lo que tú y Nasrin tenéis es especial. Pocos son bendecidos como vosotros
dos.
—Tú puedes tenerlo con Sungmin. Él es dueño de una belleza inusual, de cuerpo
y alma. Y lo niegues o no, entre vosotros existe un lazo especial. Podría ser el
comienzo de algo para toda la vida. ¿Qué más podría uno pedir?
—Él está a punto de marcharse.
—Ya sabes lo que tienes que hacer.
Eros le lanzó una mirada hostil.
—¿Por qué querría yo a un aristócrata entrometido y remilgado que se cree
capaz de dominarme?
Sallah rió entre dientes.
—En tu caso, yo diría que eso es lo que tú sientes. Como lo deseas tanto, harías
lo que sea por complacerlo. En mi caso... bueno, anoche pensé en divorciarme de la
arpía de mi mujer, pero en cuanto tuve a aquella delicia entre mis brazos...
—Ahórramelo —suspiró Kyuhyun—. Además, tengo asuntos muy urgentes que
atender. Esta guerra no está ni cerca de concluir. Kangta está echando más hombres al
campo. Marlborough está en apuros en los Países Bajos por la falta de hombres y
dinero. Onew está contraatacando a Vendôme en el norte de Italia, tratando de
unirse a su otro primo, el duque Seungri.
Sallah se agitó.
—¿Quieres decir que Onew es también primo de Vendôme?
—Sí —Kyuhyun esbozó una sonrisa torcida e irónica—. Pero relájate, que es leal a tus
Fuerzas Aliadas. Desafortunadamente, muy poco es lo que puede hacer, ya que...
Milán ahora está bajo absoluto dominio francés.
Sallah le lanzó a su alto amigo una mirada penetrante.
—¿Y entonces cuándo te unirás tú a Onew para liberar Milán?
Eros se puso rígido, luego volvió a estallar:
—¿Ya mí qué me importa Milán? ¡Yo debo regresar a alta mar! —Se alejó
bruscamente de la baranda, cogió un caballo negro de la pieza de ajedrez y se lo
arrojó a Dolce para que lo atrapara.
Sallah lo persiguió.
—¿Y a mí qué me importa Sión? ¿Qué me importa Tierra Santa? La llevo en la
sangre. ¡De eso se trata!
—Yo no tengo nada en la sangre —masculló Kyuhyun con furia—, pero si Kangta gana
esta guerra, todos terminaremos siendo sus vasallos, rindiéndole honores por el resto
de nuestras vidas.
Sallah le clavó su mirada a Kyuhyun de manera lapidaría.
—Antes de salir a salvar el mundo, amigo mío, ¿por qué no te salvas primero tú
mismo?

Secuestrado por el LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora